La piel dibujada

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Hace ya mucho tiempo que los tatuajes no son el sinónimo de lumpen que eran antes de los 80. Más bien al contrario, se han convertido en una forma estética más de apuntalar una identidad personal, igual que el vestido, el peinado o el maquillaje

Carlos Bartolomé, de Inferno Tattoo. - Foto: Luis López Araico

Depende de la edad que se tenga, un tatuaje puede sugerir cosas bien distintas: varias generaciones enteras lo vincularán con la copla de Concha Piquer del mismo título; para otras, seguramente evocará la mili en la Legión o, en el peor de los casos, un corazón mal hecho en el patio de una cárcel en el que se podía leer 'Amor de madre'. En los años 70 del siglo XX pasó a ser una forma de identificarse con un tipo de música o una tribu urbana, también cosa de unos pocos, pero desde que empezó el XXI se considera una manera más de apuntalar una identidad personal, igual que el vestido, el maquillaje o el peinado. Porque dibujarse la piel es algo tan antiguo como el hombre, como recuerda el tatuador Pedro Sánchez, más conocido como Sanpedrosanchez, licenciado en Bellas Artes, máster en Producción Artística e Ilustración, doctorando con una tesis sobre la influencia del bestiario en la cultura visual contemporánea e ilustrador especializado en anatomía humana, que triunfa en su estudio del centro de la ciudad con sus diseños personalísimos de animales y retratos realistas.

«Yo me considero un ilustrador, no un tatuador pero concibo el tatuaje como otra técnica de ilustración. Empecé como un aprendiz a la vieja usanza mientras estudiaba, viendo cómo lo hacían otros profesionales, limpiando la tienda, esterilizando los materiales... Los primeros tatuajes me los hice a mí mismo y después ya empecé con los clientes», explica este joven turolense, de 36 años, que llegó a Burgos a jugar al rugby en el Aparejadores y se quedó por amor.

Su nombre artístico, que también es su cuenta en Instagram, @sanpedrosanchez85, hace referencia a un apodo que eligió para un proyecto del máster que estaba vinculado con el barroco religioso «antes de que Sánchez fuera presidente». En esa red social tiene más de 20.000 seguidores y son muchos los clientes que vienen de otras provincias solo para que Pedro les tatúe. También él se mueve mucho.

Mª Carmen: «Tengo 14 tatuajes... y los que llegarán. Me gustan los de estilo old school»Mª Carmen: «Tengo 14 tatuajes... y los que llegarán. Me gustan los de estilo old school» - Foto: Luis López Araico

Aproximadamente dos semanas al mes las pasa en estudios de otras ciudades o de otros países: «Es muy satisfactorio que te llamen como tatuador invitado en otras partes y que se ofrezca tu estilo a sus clientes, es como hacer una formación intensiva y resulta un intercambio profesional muy enriquecedor».

¿Y cómo es su estilo? Pues, de entrada, reniega de la etiqueta  de realista, que es la primera que se le ocurre a un neófito que vea su trabajo.  «Me decanto por un estilo más dibujado porque considero que el dibujo es mi fuerte y es lo que yo puedo aportar. Entiendo el tatuaje como parte de la cultura, que viene de muy lejos, de la prehistoria, y lo considero cultura visual relacionada con muchas áreas como el cine, la fotografía, la pintura, el dibujo o la música. Hacerse un tatuaje es consumir cultura». 

Y no es barata. Los precios oscilan mucho. Pueden ir desde los 60-70 euros que cuesta dibujarse una palabra hasta los más de mil y de seis mil, siempre en función de la complejidad de la figura y, por tanto, de las horas de trabajo. Pero en Burgos hay mercado. Lo sabe bien un veterano del oficio, Carlos Bartolomé, que comenzó allá por 1999 y que ahora tiene dos establecimientos bajo la marca Inferno Tatoo, uno en Gamonal y otro en la calle Calzadas, con un equipo de cinco personas y una clientela fiel de muy diferentes edades y estilos. También ha sido el primero en recibir la licencia de Sanidad para su cabina de tatuajes ambulante que lleva por las zonas rurales y por diferentes festivales y eventos: «Lo estrenamos el año pasado en el Sonorama y en otros dos o tres festivales», explica.

Pedro Sánchez (@sanpedrosanchez85): «El tatuaje es cultura visual».Pedro Sánchez (@sanpedrosanchez85): «El tatuaje es cultura visual». - Foto: Valdivielso

Como en tantas otras expresiones artísticas, en el mundo del tatuaje también hay modas. ¿Qué se lleva ahora? Bartolomé contesta inmediatamente: «Los leones, sin duda, yo creo que todas las semanas tatuamos dos o tres. La gente quiere lo que ve pero a mí me parece que es ridículo porque cuando yo me hice mi primer tatuaje lo que quería era diferenciarme. Lo que más desea la gente ahora son los tatuajes realistas, coger una foto y trasladarla a la piel es lo que te piden siete de cada diez».

Dice que en este negocio es muy importante no creerse que se sabe todo y estar «en continuo aprendizaje, no te puedes relajar». Después de tantos años en el oficio, Carlos comenta que muchos de sus clientes se han convertido en amigos y que ahora traen a sus hijos: «No hay que olvidarse de que sin personas no hay tatuajes, que esto no es como dibujar en un folio». 

Mari Carmen, que es una de esas clientas fieles, se acercó al establecimiento de Carlos en el momento  en el que se preparaba este reportaje. «Tengo 14 tatuajes... y los que llegarán. El próximo que quiero hacerme será también en el estilo old school. Los que yo llevo son planos, con mucho color y de temática variada: hay motivos marineros, llevo una pin up,  una rosa, golondrinas, etc. Nada más hacerlos hay que cuidarlos mucho y después, con ponerse crema hidratante es suficiente», explica. La primera vez que se tatuó lo hizo con su pareja, y los dos hijos que tienen han heredado esta pasión hasta el punto de que uno de ellos se dedica al diseño de tatuajes en Valencia. «Cada vez que venimos aquí y le contamos a Carlos la idea que tenemos, él la coge enseguida. Trabaja muy bien».