El placer de devolver a la ciudad su armonía

JUNIOR VIEIRA
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Decenas de mirandeses han pasado por las aulas de la Escuela Popular de Música. Elena Zatón, su directora, quiere aportar su conocimiento al «amor de Miranda» en este arte

Íñigo Fajardo, Elena Zatón e Itxaso Aldamiz posan delante de la Escuela Popular de Música. - Foto: J.V.

Pianos, trompetas o guitarras resuenan desde hace años en las aulas de la Escuela Popular de Música. Bajo la dirección de Elena Zatón, decenas de alumnos se dedican en cuerpo y alma a traducir su mayor afición en melodías. No solo aquellos que se quieran dedicar profesionalmente a este mundo, sino también los que deseen acercarse de una forma más desenfadada. «En Miranda siempre ha habido una cantidad enorme de amor por  esto», afirma la directora, quien solo quiere aportar su propio conocimiento para que siga así.

No sin antes recordar a Gonzalo del Val, antiguo dueño de la academia y «una de las figuras más importantes del jazz internacional», Zatón expresa que su objetivo reside en «fomentar el aprendizaje musical». Antiguamente, esta mirandesa trabajaba en Bilbao dando clase «a todos los aprendices clarinetistas de la ciudad». Sin embargo, decidió «arriesgar» y coger las riendas del negocio. Hasta el momento, el balance no puede ser más positivo. «La gente me para por la calle y me dice que estoy haciendo una buena labor», admite la profesora. 

Dentro de la escuela, todos los maestros cuentan con su titulación correspondiente y «en función de los estudiantes, se les enseña de forma individual o grupal». Además, los propios mirandeses pueden ser testigos de estas habilidades, ya que tal y como avanza Zatón, «se retomarán los conciertos para el curso que viene». El buen hacer de los alumnos también ha conllevado a que «varios han entrado a conservatorios de San Sebastián, Pamplona o Zaragoza».

Tras un pequeño órgano que su familia pensó en regalarle, Íñigo Fajardo decidió con tan solo 6 años dedicarse a tocar el piano. «Empecé el curso pasado», rememora el joven. Ahora bien, la experiencia  hasta ahora no puede ser más positiva, ya que «se ha hecho tres libros en apenas dos meses», afirma enorgullecida Zatón, quien añade que «ya solfea con chicos de 15, 16 o 17 años». El mérito ha quedado atribuido a su abuelo, autor del regalo y persona que «descubrió que tenía buenas facultades con la música». 

Como el aprendizaje no entiende de edades, Itxaso Aldamiz se propuso durante el confinamiento que no era tarde para volver a lo que siempre había sido su pasión. «Decidí retomar el piano después de mucho tiempo», expresa. La escolar se siente muy «agradecida» de haberse cruzado con Zatón, ya que «no solo te enseña a leer y tocar una partitura, sino también a interpretarla». Su maestra no duda en admitir el excelente nivel de Aldamiz  durante las clases y lamenta que «si todas estas cosas se las llega a decir alguien cuando tenía la edad de Íñigo, es probable que se hubiera dedicado a la música».