Hace apenas dos días no podía ni creerlo: La escasez de cromos del Mundial se convierte en una cuestión de Estado en Argentina. Las 'figuritas' se racionan e incluso son objeto de disputas y contrabando, lo que ha obligado al Gobierno a intervenir ante el problema social y comercial que podía desatar tal furor.

Pero yo, a lo mío, al balonmano. Ayer presentó su candidatura al ascenso el UBU San Pablo Burgos ante Zarautz en un partido típico de inicio de liga, lleno de dudas, errores y novedades, pero que el cuadro cidiano salvó con un ejercicio de ambición y  contundencia. 

Y yo pensaba... mientras al otro lado del Atlántico el fanatismo por la Copa del Mundo se cuela en la agenda de la Casa Rosada a tres meses de arrancar, aquí, en nuestra ciudad, aún no nos emocionamos al pensar que podemos ascender o que el equipo debe pelear por ello.

Cierto es que el final de temporada o el adiós de determinados jugadores franquicia le quitan pasión a este nuevo curso, pero igual de cierto que la llegada a El Plantío de jugadores como Toni Alegre o Rubén Fernández debiera ilusionarnos. O, si no, con la resurrección de viejos conocidos, como Igor Karlov, que ahora sí parece ser el referente que su currículum prometía.

No podemos compararnos con los argentinos y su fervor deportivo, pero, en la proporción que nos corresponde, si pudiéramos vivir una temporada de pasión, fanatismo y éxitos disfrutaríamos plenamente del balonmano, su ambiente y sus valores. Quizás sea pronto para soñar, seremos pacientes aunque exigentes, pero es que esta oportunidad es la tercera en la División de Honor y ya se sabe que a la tercera va la vencida.