La pospandemia incita al abuso de drogas y alcohol en soledad

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Los centros acreditados por la Junta -en los que más de 2.000 personas se desintoxican de todo tipo de sustancias- piden prestar atención al aumento de la ingesta de anfetaminas y benzodiacepinas. Preocupan los «consumos normalizados» en el trabajo

El abuso de alcohol y drogas en soledad invisibiliza la epidemia de las adicciones. - Foto: Eugenio Gutiérrez

Dar el primer paso para dejarlo no es fácil. Supone asumir, con todo lo que ello conlleva, que uno es un drogadicto, un toxicómano, un alcohólico o que tiene un severo problema con el juego; que es un enfermo, en definitiva. Hasta llegar ahí la mayoría ha realizado una travesía vital en la que se ha dejado la salud -la física y la mental-, el dinero y la mayoría de las relaciones personales. Por eso, pedir ayuda para dejar una adicción es un acto valiente que cuando se hace exige una respuesta rápida y profesional. En Burgos la da la red de centros y servicios acreditados por la Junta de Castilla yLeón, que forman parte de su Sistema de Asistencia e Integración Social del Drogodependiente con tres niveles de atención en función de las características y necesidades del paciente. También ayudan organizaciones no gubernamentales que no están integradas en este sistema pero que cuentan con mayor o menor apoyo económico institucional. En estos centros, en la actualidad están intentando dejar la adicción, un proceso que no es sencillo, más de dos mil personas, una cifra que, probablemente se queda pequeña frente al número de personas que los expertos creen que tienen un consumo abusivo e invisible de sustancias y a quienes optan por recursos privados o en otras ciudades para desengancharse.

En Proyecto Hombre, por ejemplo, a finales del año pasado estaban trabajando de forma activa con 533 personas tanto en su centro residencial como de forma ambulatoria. La directora, Marta González, afirma que tras la pandemia las 'novedades' que se están apreciando en las personas que se acercan para atajar su toxicomanía -fundamentalmente consumidores de cannabis y alcohol los jóvenes, y cocaína y alcohol, los adultos- es un incremento de la bebida y una mayor tendencia al juego patológico aunque no sea ese el motivo principal por el que pide ayuda. 

Los aspectos que más le preocupan a esta experta son el acceso de las mujeres a los tratamientos, el abordaje de la patología dual (cuando se da en la misma persona una adicción y una enfermedad mental) y las dificultades añadidas que tienen quienes la sufren para la reinserción social una vez terminado el tratamiento. También la adicción a las anfetaminas y metanfetaminas. «Este consumo a largo plazo genera síntomas psiquiátricos (ansiedad, confusión, cambios de humor, desarrollo de una conducta violenta) y caracteres psicóticos como paranoias, alucinaciones visuales y auditivas e ilusiones, como sentir insectos bajo la piel. Estos efectos psicóticos pueden cesar al abandonar el consumo o bien mantenerse durante meses e incluso años». A Marta González le inquieta mucho, además, la existencia de personas «con consumos invisibilizados y normalizados, lo que se da, por ejemplo, en el ámbito de las empresas, que es un aspecto que en Proyecto Hombre trabajamos con mucho interés». Por otro lado, la sexualidad y las relaciones afectivas de la gente joven y la pornografía como fuente informativa sobre estos asuntos también está en el punto de mira de la entidad. 

González pide, por otro lado, estar alerta ante un posible abuso de benzodiacepinas (medicamentos con efectos sedantes y ansiolíticos, entre otros) que pudiera ir en aumento porque, aunque lo que se está observando hasta ahora es que está asociado a potenciar o minimizar los efectos de otras sustancias o como sustitutivo de la sustancia principal, a corto y a medio plazo genera un alto nivel de dependencia. 

Para Carlos Domingo de la Torre, coordinador del Centro de Atención a Drogodependencias (CAD) de Cruz Roja, los profesionales están siendo ya muy conscientes de que el abuso de las benzodiacepinas «es algo muy extendido en la sociedad y especialmente entre mujeres, en las que hay una prevalencia especial, pero es un consumo 'en la sombra' que aún no nos llega». A su juicio es un problema que se ha generado en la asistencia sanitaria pública «por una inadecuada elección del tratamiento farmacológico inicial y un escaso seguimiento; es un problema de salud pública que se tiene que manejar desde Atención Primaria», subraya. 

Aislamiento. El CAD de Cruz Roja atendió el año pasado a un total de 518 personas, 438 hombres y 80 mujeres, con las que trabajan con perspectiva de género pues son sustanciales las diferencias en cuanto a las adiciones en un sexo y en otro. ¿Y qué se han encontrado sus profesionales tras la pandemia? Un consumo mucho más individual y menos en un contexto social. «Por ejemplo, la cocaína, que es una droga contactógena, que se utiliza para 'relacionarse mejor' hemos comprobado que se usa más a nivel individual, que la persona la compra y se va a consumirla a su casa. Hemos constatado en estos años posteriores al confinamiento que hay una estabilidad en el consumo y no se han dado picos de aumento significativo pero esta nueva modalidad de consumo en solitario sí la estamos viendo».

Coincide con él el psicólogo Julián Mateos de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados (Arbu). «Muchos de nuestros pacientes han tenido recaídas en estos años postpandémicos, afectados por el aislamiento social y la incomunicación y ha aumentado el número de alcohólicos con trastornos afectivos o depresivos y aunque ha vuelto ya la normalidad y el consumo de alcohol explícito, mucha gente que no se quedaba a beber en casa ahora lo hace y consume destilados (ron, ginebra...) que son las bebidas alcohólicas que más han aumentado. Para estas personas, con la autoestima más baja, es un esfuerzo emocional grande volver a disfrutar de las relaciones sociales abandonadas».

Arbu terminó 2022 con un total de 457 usuarios que se tratan allí su adicción y su responsable afirma que en los últimos años se ha observado un aumento de mujeres, «quizás porque ha sido una etapa catastrófica para la afectividad y la no relación social, y la mujer está más desarrollada que el hombre en lo afectivo». Cuando llegan a la asociación lo hacen «con un gran deterioro físico y psicosocial: «Llevan, al menos, diez años de consumo de alcohol perjudicial y tienen una gran dependencia de esta sustancia tóxica para el organismo. Son pacientes graves y con su entorno familiar, social y laboral muy afectado y dañado que llegan desmotivados, desorientados, con baja autoestima y poca conciencia de enfermedad, no reconocen el problema y son resistentes al cambio, por lo que la primera parte del tratamiento consiste en motivarles tanto a ellos como a sus familias», explica.

En su gran mayoría son derivados desde los servicios sociales (ceas) y de los recursos sanitarios de la red de la Junta: Atención Primaria, Salud Mental, hospital, etc. y, sobre todo, por la presión de la familia, «que está ya muy quemada y frustrada y que también necesita ayuda psicológica», según apunta el psicólogo Mateos, que añade que otra razón por la que acuden a Arbu es porque se ha producido en sus vidas un detonante de gravedad: una denuncia, la pérdida del empleo, quedarse aislado socialmente, tener un accidente o una enfermedad asociada al consumo de alcohol: «Por iniciativa propia la demanda es muy minoritaria», asume.

Tanto Arbu como el CAD de Cruz Roja y Proyecto Hombre forman parte del Sistema de Asistencia e Integración Social del Drogodependiente de la Junta junto con Aclad y Cáritas Aranda de Duero, la asociación Boreal de Miranda y  la Unidad de Tabaquismo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) donde se ofrecen recursos para dejar de fumar a personas con dificultades específicas como problemas cardiovasculares o respiratorios. Todos los años tienen en tratamiento alrededor de 200 pacientes.

Fuera de esta red se encuentran dos recursos también muy importantes en la erradicación de las adicciones en Burgos. Por un lado, la Asociación Española contra el Cáncer y su programa contra el tabaquismo, en el que participan también alrededor de 200 fumadores al año, y Ludopatía Burgos-Abaj, que está atendiendo en la actualidad a unas 170 personas con problemas derivados del enganche al juego con terapia psicológica individual y terapia grupal. 

Las apuestas. Las máquinas tragaperras, tanto físicas como en internet, el póker online y las apuestas deportivas son los tipos de juegos que más ludópatas arrastran, según explica el psicólogo David Burgos, quien indica que en el último caso,  las opciones de juego son muy variadas: «Se puede apostar a lo que sea, en cada minuto, a lo largo de un encuentro… el jugador lo tiene todo en bandeja. Los operadores ya hicieron su papel, lanzaron la caña y sólo les queda 'recoger sedal', al otro lado, agonizando, sin aire, sin dinero, sabe que se encuentra su presa».

A su juicio, son claramente insuficientes los recursos para 'desintoxicarse' del juego a pesar de que «cada día hay más afectados y la edad de inicio está descendiendo a límites muy alarmantes». En la asociación Abaj -añade- son atendidos desde el mismo instante en el que contactan tanto de  forma presencial, cuando optan por acercarse a la sede, o bien, a través de una llamada telefónica donde son emplazados para una primera entrevista con el psicólogo, y si el patrón diagnóstico de juego es positivo, pueden iniciar el tratamiento de inmediato. 

Son muchas las preocupaciones que tienen en Abaj como expertos en juego patológico. Su responsable enumera algunas: La enorme oferta existente, la «pasividad de ciertos responsables políticos ante esta epidemia», los intereses empresariales, la falta de conciencia social y la pasividad general que hace creer que la ludopatía sólo ocurre en 'otras familias', la indiferencia del sistema sanitario y la falta de profesionales que conozcan bien esa adicción y que ayuden a quienes la sufren.