A pesar del grado bajo cero que marcaban los termómetros y del gélido viento que arreciaba, la burgalesa Raquel Díez se levantó ayer -lunes para más inri- feliz como pocas veces. Acostumbrada a tediosos viajes semana sí y semana también en coche entre la capital castellana -donde reside- y Valencia -donde se encuentra la sede de Vilagrancha, la empresa donde trabaja- se personó de las primeras en Rosa Manzano.
Apenas habían pasado unos minutos de las 6 en punto de la mañana cuando accedió con su maleta al hall de la terminal de Rosa Manzano. «Llevaba esperando este día mucho tiempo», reconocía ilusionada. Como ella, muchos burgaleses ven desde ayer cómo Burgos y Valencia, dos ciudades históricamente unidas, están mucho más cerca gracias al AVE sin transbordo que puso en marcha Renfe. El tiempo de viaje se ha reducido de forma considerable al evitar el farragoso cambio de estación (de Chamartín a Atocha) que hasta este lunes tenían que hacer los viajeros del norte de España para tomar los trenes con destino al Levante.
Si a las 6:41 horas -un minuto más tarde de lo previsto- el AVE partía del andén 3 de Rosa Manzano, 3 horas y 40 minutos después hacía su entrada triunfal en Valencia-Joaquín Sorolla, una terminal moderna adaptada a la alta velocidad a escasos metros de la histórica Estación del Norte. «Tan solo en lo que llevamos de 2023 me ha tocado venir ya tres veces. Poder ahorrarme el coche y dos horas de trayecto es un lujo», apuntaba a las 10:21 horas, ya pie en tierra.
(Reportaje completo, en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)