"Todos asociamos la niñez, juventud o la familia a un coche"

G. ARCE
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Ricardo Angulo es uno de esos hombres y mujeres y esta es (parte de) su historia

Ricardo disfruta de sus días de jubilación en un taller-museo en el que guarda su colección de coches históricos, entre otros muchos recuerdos. - Foto: Jesús J. Matías

Vivar de Arroyal es el pueblo de su madre, Juliana, y donde vino al mundo nuestro protagonista hace ahora 81 años muy bien llevados. Muchos creen que es de Oña, pero el que realmente nació en Oña fue su padre, que se llamaba como él y también como su nieto: Ricardo. En la histórica villa, la familia regentaba una fonda a los pies de la carretera y además de dar alojamiento y comidas a los viajeros, también surtían de carburantes a los camiones, autobuses y coches que pasaban por el lugar.

La infancia de Ricardo Angulo tiene el inconfundible aroma de la gasolina y también del vino que se conservaba en pellejos en la bodeguilla y que se vendía en jarritas a 2 pesetas. "Cuántas veces bajé las escaleras por orden de mi madre para llenar aquellas jarritas", recuerda con añoranza.

Los estudios básicos los cursó en Los Maristas, en Burgos, por lo que le tocaron varios años de interno en La Concepción. Luego se trasladó a Oronoz, a los pies del puerto de Belate, en Navarra, para estudiar la carrera de peritaje mercantil.

Ricardo posa con su hermana junto al antiguo surtidor de Oña.Ricardo posa con su hermana junto al antiguo surtidor de Oña. - Foto: Jesús J. Matías

Ya con el título bajo el brazo volvió a Oña, para ocuparse del surtidor y de un taxi, un Renault 'cuatro-cuatro', el primero de los muchos coches que ha conducido Ricardo Angulo. "Llevaba al médico por los pueblos de la comarca...".

Recuerda con ironía cuando se pagaban 6,5 pesetas por el litro de gasolina que salía de un surtidor que hoy guarda como una joya histórica. Comparte sitio en el museo donde tiene estacionados sus coches históricos junto a unas maravillosas colecciones de herramientas, matrículas, la latas de aceite, miles de llaveros, juguetes, tazas y un larguísimo etcétera de piezas singulares. Aquel litro vale hoy 300 pesetas al cambio.

En el año 64, el viejo surtidor cruzó la carretera y se construyó la estación de servicio que aún hoy sigue activa y gestionada por una de sus tres hermanas. Por allí, rememoran, pasaron decenas de camiones con destino a la central nuclear de Garoña. Iban cargados de bidones que había que llenar de gasoleo uno a uno.

Nosotros viajamos con nuestra mujer por toda España, los cazadores y pescadores no"

En 1967 adquirieron una segunda gasolinera en Villafría que, curiosamente se llamaba El Vox. "El nombre no tenía nada que ver con el partido político y su antiguo dueño les explicó que 'El Vox' era el lugar donde se aprovisionaban los coches en las carreras". El caso es que era con 'b' y, pese a percatarse de la falta de ortografía, primó más el ahorro de pintura que el reparar el error. "También nos hicimos la misma pregunta mi padre y yo y decidimos dejarla como estaba porque así era conocida por la gente en Burgos".

Después compraron una segunda estación a Velogás en la misma carretera N-1, que vendieron cuando constataron que las obras de circunvalación de la ciudad iban muy avanzadas y les amenazaban con dejarles sin clientes en un futuro próximo.

Antes de la circunvalación y la autopista, las dos estaciones de la familia Angulo eran la parada obligatoria de la operación paso del Estrecho de los marroquíes y las vacaciones de los portugueses. Miles y miles de coches -cargados hasta casi reventar de enseres y personas- cruzaban la ciudad por la calle Vitoria, pasaban delante de lo que hoy es el Complejo de la Evolución Humana y seguían en paralelo al curso de Arlanzón hasta perderse por San Mamés. Burgos era un gigantesco atasco durante varios días de verano, los de ida y también los de regreso.

"Teníamos colas en los surtidores, un verano tras otro, fue un gran negocio pero, en cuanto abrieron la autopista, todos desaparecieron", recuerda. Y además tuvo suerte, los cinco años que tardaron en construir el túnel de la ronda norte (por la inestabilidad de los suelos) fueron suficientes para desprenderse de unos negocios que, sí o sí, iban a ir a menos.

La experiencia le ha dado la fórmula del éxito de las gasolineras: "Las que triunfan se ubican a la salida de las ciudades y a la derecha del conductor".

Coches. Si por algo se conoce a Ricardo Angulo es por los coches antiguos, la gran pasión que le llevó a fundar en 1993 el Club de Vehículos Históricos de Burgos. La primera joya de la colección se la regaló su padre en 1975: era un Ford Y, de los años 32-36 del pasado siglo, que era de un pozano. "Lo tenía arreglando en Oña y estaba en la calle porque no había pagado la factura. De hecho, se pasó todo el invierno a la intemperie y yo deseando que me lo vendiese".

"A mí me cuesta ahora que mis nietos vengan conmigo en un coche y recuerdo que mi padre me echaba de los coches porque no salía de ellos. Eran mi pasión, que compartía con mi padre".

Luego vinieron el Renault Ondine, el Morris, el 1430, el 1500, el Chevrolet, el Volkswagen y todos los que hoy componen su singular colección, entre los que sobresale un Ford T que cuida con mimo desde hace muchos años. Tampoco olvida su Simca 1000, su primer utilitario.

Los coches históricos le abrieron la puerta a conocer a mucha gente y a participar en rallies por toda España. El primero que conoció se celebró en Irún y Ricardo no participaba en él, se cruzó con él. Iba de viaje a Francia con su familia. "Volvimos un día antes de Francia y nos encontramos con el rallie circulando por Zarauz, donde contactamos con un participante de Soria con el que entablé conversación y que quedó en llamarme para el rallie que organizaban en septiembre".

Pese a las dudas, el soriano llamó y en 1986 participó en su primer encuentro de 'históricos' en la provincia vecina. Y luego fue San Sebastián y luego Logroño y un larguísimo etcétera más. En la nave- museo que tiene este coleccionista hay cientos de placas y matrículas conmemorativas de diferentes rallies celebrados por España.

En el 93 se fundó el Club de Vehículos Históricos en Burgos y los primeros integrantes se conocieron a base de localizarse por las matrículas de sus coches singulares. Incluso tuvo que poner anuncios en los periódicos hasta reunir los 150 socios que suma hoy esta institución.

"Fuimos muchos más, pero algunos se han ido, otros se han muerto y ahora a la gente les gustan los clásicos de los años 50, 60 y 70, como el Seiscientos, el Dos Caballos, el Escarabajo, el Seat 124... Los coches históricos se ven pero ya no se disfrutan porque exigen mucho cuidado y necesitan un paseo todos los meses porque los frenos pierden líquidos, los retenes se secan...".

En muchos sitios nos abren las puertas, en Burgos nos cobran por exponer"

El Club, que ha presidido durante 27 años, ha dado belleza y elegancia a muchos actos en la ciudad, de la que recientemente recibió el título de Buen Vecino.

Pese a la distinción, Ricardo asegura que no se han sentido muy queridos por Burgos, sobre todo porque han tenido que pagar por ocupación de la vía pública en unas exposiciones que han sido siempre un éxito de público. "En otros sitios se han volcado con nosotros; aquí tienes que pedir permiso, registrarte y debes pagar 100 euros por utilización de suelo público. Hay mucha gente que se cree que cobramos por exhibir nuestros históricos... Da mucha rabia", se lamenta.

Con estos temores anda organizando el próximo rallie, conmemorativo del VIII Centenario de la Catedral de Burgos, y esperan poder aparcar sus históricos en la plaza San Juan, en el Espolón y, sobre todo, en la plaza del Rey San Fernando. "Ya veremos cómo queda la cosa... Solos los únicos -ironiza- que respetamos las señales de circulación y nos gustaría que no nos cobren por aparcar".

Ricardo entiende los coches como una parte de la historia de una persona, ligados a la niñez, a las vacaciones familiares, al trabajo... "Nunca olvidaré la reacción de un familiar ciego que un día quiso 'ver' mis coches antiguos. Tocándoles con las manos los reconocía y los recordaba de aquellos años en los que aún tenía vista. Fue maravilloso...".

"Esto no es una afición para ricos, sí para aficionados al motor. Un cazador, un pescador o un futbolero se gastan más dinero que nosotros, con la diferencia de que nosotros viajamos con nuestra mujer por toda España y ellos no. Con un coche histórico vas a muchos sitios, haces muchos amigos y te lo pasas muy bien".

Los motores de los coches históricos están lejos de la complejidad de los actuales, aunque localizar piezas de repuesto ha sido un calvario hasta la llegada de internet, que te permite comprar en todo el mundo. En las ITV les tratan "bastante bien", pero como haya algún fallo... "Nuestro problema ahora es ver si podemos circular con ello, con esto de las restricciones a la movilidad".

Ricardo Angulo disfruta su jubilación en su museo, arreglando sus coches y reuniendo sus piezas. Le gustan todos los coches de época (un Pegaso, por ejemplo) y a todos les haría espacio en este singular rincón. "Con el Ford T fui a Asturias, acompañado por Rolls Royce y un Hispano Suiza. Pero me da mucha envidia cuando veo un Simca 1000, o un 1.500 con el que me casé... Los coches se asocian a momentos de tu vida, por eso entiendo a los del Seiscientos o el 124. Muchos aprendieron a conducir con esos coches populares. Los coches se conservan porque tienen algo nuestro".