Música cada pocos pasos

L.N.
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Los conciertos a la hora del vermú llenaron varias plazas de Aranda. En San Gregorio bailaron la conga y a C. Tangana. En San Antonio, no había ni una terraza libre. Y la Constitución se inundó de rock

Música cada pocos pasos - Foto: Christian Castrillo

La música inundó ayer prácticamente todos los rincones del centro de Aranda de Duero. Muchos pensarán que no hay mejor forma de arrancar las fiestas patronales en honor a la Virgen de las Viñas. Y puede que no se equivoquen. Porque el ambiente fue de diez. Comenzaron los miembros de la Banda Municipal de Dulzainas y Tambores con un pasacalles, acompañados por gigantes y cabezudos.

Después, casi como si de una carrera de relevos se tratase, otros tantos grupos y djs les dieron el relevo en diversas plazas y calles de la capital ribereña. De forma simultánea, hubo rock en la Plaza de la Constitución y versiones de Amaral o Shakira en la Plaza San Antonio. Las primeras a cargo de Antaño Rock y las segundas, de Ana Hernando. Mientras, en la calle San Gregorio encadenaron la conga con el pasodoble No te vayas de Navarra. Dj Filo hizo sonar el Vivir mi vida de Marc Anthony y el personal no se pudo resistir a dejar de bailar casi ni un segundo. Ni hablar de cuando pinchó Ateo de C. Tangana. Entre medias, con La Bilirrubina de Juan Luis Guerra, la jarana ya estaba más que asegurada. Lo que viene siendo exprimir al máximo un vermú en el que cerveza y vino de Ribera del Duero corrieron a raudales, con algún que otro torrezno para empapar.

Otro de los platos fuertes se ubicaba en La Sal. Allí Paco Clavel, fiel como pocos a las fiestas arandinas, regresó emperifollado como acostumbra. Esta vez optó por un espumillón plateado, medias negras, sandalias blancas y unos pendientes a la última. Arrancó con Corazón contento de Marisol y en cuestión de segundos ya se había metido al público en el bolsillo. Público que, por cierto, no podía ir más en sintonía con el artista. Ayer era un día para 'lucirse', apto para sacar del armario esas prendas horteras que en caso contrario no verían la luz. Un grupo de amigas con tutús morados por aquí, otros cerca de los 40 disfrazados de unicornios por allá, muchos vestidos de sevillanas, monjas, policías y hasta sulfatadoras cargadas de vino para calmar a los más sedientos.

Todo lleno. Hasta un grupo de amigos de Burgos eligió el inicio festivo en Aranda para celebrar una despedida de soltero. Cerca de ellos, un Pedro Picapiedra al que no acompañaba Vilma sino una egipcia. Cosas de un debut festivo en el que la música no paró de sonar ni un sólo segundo. Y eso se notó en las terrazas de bares y restaurantes, donde encontrar mesa era casi misión imposible.

Y entre plaza y plaza, charangas a tutiplén, que lo mismo tocaban un pasodoble que se animaban con temas indies. A los primeros acordes de la peña El Chilindrón, junto a la iglesia de Santa María, les siguieron las jotas de un grupo de cinco dulzaineros y dos tamborileros en la calle Boticas. En El Rollo y Barrio Nuevo, más animación. Eso sí, todos trataban de buscar hasta el más mínimo espacio de sombra. Vamos, que la música no dio tregua. Y ahí estaba Marco disfrutando de sus primeras fiestas con apenas un año de edad. Hay relevo.