Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Silencios

17/11/2021

«Ayer mi mujer estaba en el baño. Piqué la puerta y le dije: después voy yo. Pensaba que Kira seguía viva. Cuando me di cuenta de que ella estaba fallecida y yo sería el segundo y último en usar el baño, caí al suelo a llorar. A veces no recuerdo que murió». Esta declaración ha sido hecha hace un puñado de días por José Luis López, el padre de una niña de 15 años que se suicidó el pasado mes de mayo como consecuencia del acoso escolar. Destrozado por lo sucedido, ha sacado fuerzas de flaqueza para luchar porque se haga justicia por ella. 

El caso de Kira apunta las mismas pautas que la mayoría de los acosos. La primera, y más grave, los silencios: el silencio de los docentes que, en este caso de entorno escolar, deben proteger al menor; el silencio de sus compañeros, quienes temen que, de hablar, ellos se convertirán también en objeto de acoso; y el silencio de la víctima, que se calla ante la falta de apoyo que percibe a su alrededor.

Durante tiempo prolongado, pero con picos de intensidad diferente, fui víctima de acoso en el trabajo. Solo cuando lo comuniqué con claridad al mayor responsable de la empresa logré poner fin a una situación de maltrato que me provocaba ansiedad, insomnio, dolores de cabeza insoportables y un miedo infinito que se transformaba en falta de seguridad profesional. Hasta entonces, los consejos de supervivencia eran: ponerme un chubasquero; tomar ansiolíticos; y la esperanza en que el acosador encontrara otra víctima y me soltara. Yo sufrí mucho. La persona que me acosaba se jubilará en el mismo puesto en el que estaba entonces.

La historia se repite en el colegio, en el trabajo o en la familia. Puede, incluso, que el mismo acosador vaya escalando puestos a lo largo de su vida, y maltratando en uno y otro lado gracias a la protección que le facilitan los silencios de los demás. Porque sea en la cara o en la cruz, el abusón, el acosador, el maltratador solo parará cuando perciba que quien está solo es él, o ella, no su víctima. Cuando advierta que carece de la impunidad que le otorga el que los demás miren para otro lado. Y cuando tema que la reputación social de la que goza en su entorno, tanto como adolescente o como adulto, según el caso, se hace añicos. 

ARCHIVADO EN: Acoso escolar