Música que vincula generaciones

ALMUDENA SANZ
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La primera vez que Diego Galaz vio tocar a Mario Andreu supo que algún día compartiría escenario con ese joven intérprete y compositor. Ese momento llegará este viernes

Mario Andreu y Diego Galaz compartirán escenario este viernes. - Foto: Valdivielso

Cuando Mario Andreu nació, recién inaugurado el siglo XXI, Diego Galaz ya había perdido la cuenta de los escenarios a los que había subido, empezaba a perderla de los artistas a los que había acompañado y caminaba firme por el mundo de la música. Cuando Diego Galaz (Burgos, 1976) vio tocar por primera vez a Mario Andreu (Burgos, 2001), apreció sin lugar a ninguna duda que esa pequeña figura guardaba mucho talento. Supo que compartiría algún proyecto con ese joven al que acababa de descubrir. Ese momento ha llegado. Después del subidón que se dio en el Fórum con Fito el pasado viernes, la mitad de Fetén Fetén se repliega a la intimidad con el compositor e intérprete en Under the water, el concierto que proponen para este viernes en el Salón de la Fundación Círculo de Ana Lopidana (20 h., 5 euros, a la venta ese día y desde ya en la sede de plaza de España, de 9 a 14 y de 17 a 21 h.). 

Aunque pertenezcan a distintas generaciones, la complicidad y la admiración mutua se palpa entre Andreu, con restos de un gripazo que espera haber espantado del todo para el viernes, y Galaz, con cansancio de los dos bolos fitipaldi del fin de semana. 

«Yo estaba muy expectante por conocer a Mario, me llamaba mucho la atención que alguien joven de Burgos basara su música en todas las influencias de la música popular norteamericana. Cuando lo pude ver en directo me quedé muy sorprendido, me di cuenta de que había un artista de muchísima calidad», golpea primero el veterano, que, tras un par de cafés, le propuso hacer un concierto juntos. El joven tuvo a bien decir que sí. 

El no, asegura Andreu, nunca pasó por su cabeza. «Qué me voy a pensar, por supuesto que sí». 

La primera vez que vio a Galaz tenía 12 años, fue con sus padres y su hermano pequeño a un concierto en Medina de Pomar, muy en los albores de los Fetén. Vivía en Loma de Montija y en casa se ponía blues, rock sureña y country. Ni imaginaba cuánto calaría en él esa banda sonora de su infancia y adolescencia. 

«Tocar ahora con él es muy ilusionante», ilustra y recuerda el asombro que produjo en aquel niño el violín trompeta o el serrucho tocado con un arco de violín. «Entonces, te llama la atención sobremanera; ahora, con criterio musical, lo valoro más», destaca este músico que considera tardíos sus inicios. Tenía 17 años cuando cogió la guitarra acústica y no se atrevió con la eléctrica hasta la pandemia. Componiendo lleva cuatro. «Estoy aprovechando el tiempo, pero todavía soy muy novato», dice este también alumno de Magisterio de Primaria en la Universidad de Burgos, su opción B. 

Esas canciones acomodadas en el género americana apuntalan Under the water. Sonarán de manera especial, exótica, insólita. La zanfona, mandola y violín trompeta, instrumentos ausentes en la música popular norteamericana, bailarán con la guitarra y la voz. «Aun con este color, respetarán totalmente el género», aclara Andreu. 

Su preparación ha sido enriquecedora para ambos. Cada uno ha aprendido del otro. Andreu, a relativizar: «Subir a un escenario hace que te sientas juzgado y compartirlo con alguien tan reconocido ayuda a afrontarlo de otra manera». Galaz ha tomado nota de la importancia de la honestidad («yo siempre he dado tumbos y cuando encuentras a alguien tan joven que lo tiene tan claro es un gran aprendizaje») y a dar el valor justo a la experiencia («cuando tratas a alguien de tú a tú te das cuenta de que no vale tanto, de que el talento, si lo llevas con humildad, como hace Mario, no se gana con los años») y ha recuperado la fe en la cantera («me ha hecho ver que hay esperanza, que hay gente que desde la juventud más extrema es capaz de preservar, invertir tiempo y crear desde la música popular y de raíz»). 

Con todo, ambos subrayan que lo más importante de su encuentro es que ha derivado en amistad: «La grandeza de la música es que crea vínculos humanos, no es nada abstracto u onírico, sino emocional». 

Si este proyecto será o no flor de un día, el tiempo lo dirá. No hay hoja de ruta. «A la música se la pueden cargar los planes. A veces está tan supeditada a las estrategias o a lo comercial que se nos olvida que un bonito concierto te puede cambiar la vida», concluye el violinista, convencido de que este viejo y este joven repetirán sobre un escenario.