Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Lo que ya no existe

21/06/2021

Todo lo que amé, todo lo que fui, todo lo que sentí, habita el inmenso vacío de mi mente. Lo hace en un silencio helado que tintinea en la oscuridad. La mente es como un mar frío lleno de carámbanos que son destellos de lo que muere en la memoria. Lo que hay debajo pretende sobrevivir en el abismo. La memoria llena mi mente de luces que son imágenes distorsionadas del ayer. Son recuerdos que intentan revivir lo que ya no existe porque, como muy bien dice Heráclito, «nunca te bañarás dos veces en el mismo río».
Lo que fue nunca volverá a ser. Jamás habrá el mismo dolor, o el mismo gozo, porque el presente nunca se repite y el recuerdo es fugaz, incluso, falsifica la memoria. Decía Nabokov que la imaginación es una forma de memoria y podemos deducir que, así mismo, la memoria se nutre de la imaginación. Por eso, cuando regresamos a un lugar muy recordado nos damos cuenta de que en nuestra mente era distinto. 
El recuerdo es fugitivo, es el umbral del olvido. Me pregunto, como Cernuda retomando a Bécquer, en qué lugar habita. Me respondo, como decía al principio, que en el inmenso vacío de mi mente, y si acepto la realidad de lo espiritual, me digo que fuera de ella en algún lugar donde no hay lugar estará esperándome todo lo que amé, todo lo que fui, todo lo que sentí tan hermoso que lo imaginé devorando el árido silencio de la muerte. 
Los antiguos griegos eran materialistas espirituales. Un ejemplo es la creación del templo, signo de la inteligencia y del espíritu en equilibrio. Un templo griego hace que el espectador cobre conciencia de la amplitud y la maravilla del mar y el cielo, de la cordillera de montañas, del espacio, de la armonía de las cosas que se ven y no se ven. Cuando miro al cielo veo el alma que me descubrió Sócrates como un «verso en el azul escrito por Dios» (Hafiz).
Creo, como el poeta Keats, que la belleza es lo único que se salva del exterminio del pasado, y que nos muestra un puente que nos comunica con la realidad espiritual de la vida. Sentirla es entender la existencia, sobre todo, la destrucción que produce el tiempo y su aliado más fiel, la muerte. Es algo que tiene sentido dentro de una idea de perdurabilidad que supera el tiempo, está más allá, incluso, del concepto de eternidad. 
Esa perdurabilidad del espíritu que dijeron los griegos (Platón sobre todo) la veo como una comunión con lo que alimenta la idea de belleza. Por eso,  siento que todo lo que amé, todo lo que fui y esa idea de belleza acogió en su alma, saldrá del vacío de mi mente para llegar al silencio donde la verdad espera su regreso con las manos abiertas.