Con Sara no hay excepción

I.E.
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La madre de una niña de 4 años con síndrome de Angelman pidió a Instalaciones Deportivas permiso para que no llevara gorro en la piscina y se lo han denegado. «Por su enfermedad no entiende que se lo tiene que poner»

La niña frecuentaba las piscinas cubiertas de San Amaro, Caspicol y San Agustín. - Foto: Ángel Ayala

Sara Rojas acaba de cumplir cuatro años y desde que nació sus padres se desviven para tratar de estimularla con distintas terapias, ya que sufre síndrome de Angelman, una enfermedad rara que se manifiesta en la ausencia del habla, retraso psicomotor, epilepsia, pérdidas de equilibrio, etc. Uno de los deportes que mejor le vienen para combatir sus problemas de psicomotricidad es la natación, pero en Burgos capital se ha encontrado con un obstáculo para practicar dicha actividad.

Residente en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), la familia de esta pequeña acude a Burgos casi todos los fines de semana para visitar a sus parientes, estancias que desde el mes de mayo han aprovechado para acudir a las piscinas municipales de la ciudad, San Amaro, Capiscol y San Agustín. «Le encanta y le viene muy bien para su salud», explica Cristina Reizábal, su madre, natural de Cerezo de Río Tirón.

Pero la niña no soporta llevar gorro. Sus padres se lo ponen, incluso han conseguido que le dure unos minutos, «pero siempre acaba quitándoselo». Los socorristas observan que sus progenitores tratan de colocárselo, aunque con poco éxito. En todo caso, en alguna ocasión les han llamado la atención y uno de ellos les aconsejó que remitieran una solicitud al Servicio Municipalizado de Deportes para que se hiciera una excepción con su hija, «con el fin de evitar problemas con otras familias».

Y Cristina así lo hizo. El pasado 21 de septiembre presentó en el Ayuntamiento de Burgos un escrito en el que describía la enfermedad de su hija, presentaba un informe médico que pone de manifiesto que sufre una discapacidad del 56% y pedía que se le permitiera acudir a las piscinas sin gorro, «para poder seguir realizando una de las actividades que más le gusta y le beneficia para su estado de salud».

Hace escasos días recibió la respuesta del Servicio Municipalizado de Deportes, en la que denegaba su solicitud y le advertían de que la única opción para valorarlo sería con un informe médico sellado y firmado que acredite que debido a sus patologías no puede llevar gorro a las piscinas. «Fue un mazazo, la verdad, porque bastantes trabas tenemos ya en la vida para que nos pongan otra zancadilla», se queja la madre. 

Ella, asegura, podría pedir a su neuropediatra -y esta lo haría sin problema- un informe que diga que su hija sufre una dolencia por la que no puede llevar gorro, «pero es que no presenta una cicatriz, no tiene un problema de piel». «A mi hija le intentamos poner el gorro, le podemos decir que sin él no hay piscina, pero ella no lo entiende y en cuanto le molesta se lo quita», afirma. «Yo quiero hacer las cosas bien no ir con mentiras», señala, para agregar que desde que recibió la respuesta no ha vuelto a ir a las piscinas de Burgos. Confía en que dentro de seis meses o un año la niña acceda a llevarlo durante todo el tiempo que está en el agua, «pero mientras tanto no puede hacer una actividad que le viene muy bien».

Cristina reconoce que quizá podría seguir yendo, pero le resultaría «desagradable» que los socorristas le siguieran llamando la atención, sobre todo después de la negativa del Ayuntamiento a reconocer la excepción a su hija. «Ha sido un bajón muy grande, la verdad», sentencia.