Editorial

La 'no huelga' del transporte no debe quemar más esfuerzos inútiles

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Los motivos, ahora, no están justificados. Son palabras de transportistas burgaleses que secundaron con toda contundencia los paros sectoriales del pasado mes de marzo, movilización que hizo hincar la rodilla al Ejecutivo de Pedro Sánchez y que sirvió para que el Gobierno adquiriera una serie de compromisos que, sostienen en el Ministerio, se cumplen en la medida en que los plazos han permitido su aplicación efectiva. La prueba de que hoy las cosas son distintas estuvo ayer en las carreteras y polígonos, donde la cadena de abastecimiento y suministro funcionó a pleno rendimiento al margen de la movilización concentrada en Madrid.

No hay unidad en el transporte en torno a esta convocatoria, que pretende, una vez más, hacer mucho daño en un momento tremendamente complejo: el inicio de la campaña navideña. En marzo coincidió con las severas dificultades para la adquisición de materias primas y tuvo un efecto nocivo para el entramado económico. Se amortizó el impacto al entender que el transporte debe jugar con unas normas lógicas para su propia supervivencia, pero ahora el discurso suena mucho más ideológico que práctico, y de la ideología no se come.

Los profesionales de la provincia que sí consideran oportuna la protesta se trasladaron ayer a la capital española para secundar el inicio de la movilización, motivo por el que es posible que en los próximos días sí se registren intentos de frenar el tránsito de mercancías para no hacer naufragar una huelga que lleva el marchamo de fallida desde el mismo día de su convocatoria. Y lo lleva por varias razones.

La primera, que las principales operadoras y patronales del sector no la secundan. En marzo llegó a tener un apoyo del 80%, mientras que ayer ni siquiera se notó la llamada a los paros. La segunda es consecuencia de la anterior: el transporte seguirá operando y hará fútil el esfuerzo de quienes se sumen a la huelga, la mayoría autónomos que apuntarán pérdidas con el camión parado. Y la tercera, y no menos importante, es que en la primera convocatoria el Gobierno pecó de prepotencia y tuvo que recular de su intención inicial de ignorar a los convocantes, con los que al cabo tuvo que sentarse a negociar. Ahora, el Ministerio de Transportes mostró, además de su sorpresa por la llamada a una huelga inesperada, toda la disponibilidad para poner sobre la mesa las razones de unos y otros y, si procede, mejorar los acuerdos alcanzados hace poco más de medio año. Llegado a este punto, apenas iniciático, bien harían los huelguistas en no seguir quemando su fuerza en una convocatoria que la mayoría del sector no comparte y casi nadie entiende.