Los adultos nos ponemos muy ñoños cada vez que un jovenzuelo, o jovenzuela, abronca a los mayores. No sé si ustedes se acuerdan de una tal Beatriz Talegón. Se hizo famosa el 5 de febrero de 2013. En una reunión de la Internacional Socialista que se celebraba en Cascais les dijo a los veteranos: «Os exigimos de una vez por todas que la Internacional tenga sentido. No hagáis que los jóvenes nos avergoncemos [...]. Estamos aquí comprometidos con vosotros, los mal llamados líderes, porque sois los responsables de lo que está pasando [...]. Estamos pagando las consecuencias de vuestra falta de acción o de vuestra acción». Y aquellas palabras le garantizaron cargos y tertulias durante algunos años. Poco sabemos ahora de ella. 

Esta semana, la estrella juvenil ha sido Elisa Lozano, la brillante alumna de Comunicación Audiovisual de la Complutense que le dijo a la presidenta de la Comunidad de Madrid lo de «Ayuso, Pepera, las ilustres están fuera». Fue escucharla y pedir algunos que la nombraran hija predilecta de Móstoles, su localidad natal. 

El caso es que el pasional discurso de la joven ha dado mucho juego a tertulianos y columnistas. Unos llamando provocadora a la estudiante. Otros llamándoselo a la lideresa del PP. Era lo previsible, tampoco nos vamos a hacer de cruces por lo que es rutina en algunas facultades de nuestro país desde hace años, donde el escrache es una materia más del programa académico. Eso sí, rodeado del halo que da la presunta intelectualidad porque los que escrachean, insultan y agreden son universitarios. Esos que, según algunos analistas cursis, «van a ser los dirigentes, empresarios o directores de medios del futuro». Que lo mismo se dedican a la cría de porcinos o a la siembra de pistachos porque se sienten más realizados.