La M.O.D.A. desde la cocina de Ángel

P.C.P. / Pampliega
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Especial concierto de la banda subida a un escenario de madera, con la torre de la iglesia como único fondo, al atardecer y entre latas de cerveza del frigorífico de casa y miles de vecinos de Pampliega, la comarca y medio Burgos

Rosa (i.), Patri, Ángel (sentado al fondo), Agus (de pie) y los perros Lupito y Lupita disfrutan del concierto desde su cocina. - Foto: Jesús J. Matías

«¡Que salga la Maravillosa Orquesta del Alcohol!», esboza Ángel a modo de maestro de ceremonias, mientras enarbola una lata de cerveza recién abierta y ofrece otra a Rosa. En el lado contrario de la plaza, suben al escenario de madera los 7 chavales con camisetas blancas que han puesto Pampliega patas arriba durante toda la jornada y descorchan su primer tema, aún de día.

A Agustín se le ponen «los pelos como escarpias» al escuchar cómo llega el señor pastor en los primeros acordes de Un lunes, él, que se confiesa incapaz de escuchar un disco entero de La M.O.D.A en casa. Recuerda con Ángel cómo descubrieron al grupo a la vez, en un programa de radio hace un montón de años, en el que el locutor destacaba la peculiar voz ronca de David Ruiz, y desde entonces han seguido toda su trayectoria.

Con la misma inocencia de aquellos comienzos, en el suelo de la cocina están tirados los tres cachorrillos que acaban de tener Lupita y Lupito, los simpáticos perros de esta casa de la plaza del pueblo, en la que todo el mundo es bien recibido. «Para nosotros esto significa el mundo entero», pregona David sentado en mitad el escenario, emocionado, con los recuerdos de «todas las cosas importantes que nunca vamos a olvidar», como este concierto en Pampliega. «Es un orgullo compartir las canciones con la gente de nuestra tierra», prosigue. Ciertamente, el público no ha venido a escuchar a La M.O.D.A., ha venido a pasar la tarde con ellos, a agradecerles que lleven con orgullo ser de Burgos, que devuelvan la gloria arrebatada a Antonio José, que no escondan la bandera comunera, que sean de pueblo.

Formados cual selección que escucha su himno antes de una final cantaron ‘Campo Amarillo’. Formados cual selección que escucha su himno antes de una final cantaron ‘Campo Amarillo’. - Foto: Jesús J. Matías

El enorme ventanal de la cocina de la casa de Ángel está prácticamente a la misma altura a la que se ha colocado la banda burgalesa, solo les separan unas 2.000 personas, aunque al pueblo ha llegado prácticamente el doble de público, que se reparten por la zona alta, los laterales y otros balcones. Ninguno con mejor visión que este. Mientras La Molinera canta 'te vi en la ventana' a Agustín le llaman desde abajo unos amigos que miran con envidia su privilegiada atalaya y saludan para que les graben.

El grupo pide «un aplauso para toda esa gente que ha currado» para que esta minigira rural, que hoy llega a Poza de la Sal y mañana a Covarrubias (13.30 horas) sea posible. Entre ellos está Pedro Miguel, concejal de Festejos, que gracias a  los trabajadores municipales, a 20 voluntarios de Pampliega y a la Guardia Civil ha ordenado el pueblo y habilitado el campo de fútbol como párking. Podían haber tocado en él, con más público. «Pero La M.O.D.A. manda y La M.O.D.A. quería la plaza del pueblo, el escenario de madera y que al pueblo no le cueste un duro», explica el edil, que ve el concierto desde el balcón, junto a las reinas de las fiestas.

En la cocina de Ángel también está Patricia, pareja de Agus y seguidora de BarónRojo, a quien no le duele confesar que no se sabe una canción de la banda burgalesa, que solo le suena Héroes del Sábado. A mitad de concierto asegura que la música le recuerda «a la película del Cid» y al final se declara admirada ya no solo por ellos, «que tocan muy bien,» sino por «cómo acompaña la gente sus canciones. Esa manera de corear y de marcar el ritmo me alucina, es lo que más me gusta», añade. Después calla, porque conquista la plaza un reverencial silencio. Ya de noche, tras un bello atardecer y un juego de luces muy cuidado, seis de los músicos dejan sus instrumentos, se ponen de pie tras David y como si fueran los jugadores de una selección antes de la final de un Mundial forman para escuchar su himno, Campo Amarillo.

Patri, que vino de Bilbao a Pampliega con Agus -«y ya no nos mueven de aquí»-, nunca ha escuchado su letra pero da en el clavo. «Dirán lo que quieran de Castilla pero a mí me encanta su luz, hasta en invierno hay luz. Yo pensaba que iba a echar de menos el mar pero aquí los campos de cereal son el mar, aunque nadie los mire», sentencia. Para eso está La M.O.D.A., para recordar que «la cultura es un derecho de todo el mundo» e intentar que no se pierda nunca la mirada.