José Miguel Gómez disfruta pintando. Su parálisis cerebral le impide mover los brazos y las piernas, por lo que, sí o sí, tiene que manejar el pincel con la cabeza. Algo que hace con un licornio; es decir, con ese dispositivo que se ajusta con unas cintas en la nuca y en las sienes para garantizar que la herramienta que va a utilizar no se desliza ni hacia arriba ni hacia abajo en plena faena. En este caso es un pincel, pero podría ser un rotulador, un puntero para una tablet, para un teclado, un marcapáginas... Hay muchas opciones, en función de las necesidades de cada uno. Y si a José Miguel le surgiera una nueva es casi seguro que en APACE, ahora, podrían atenderla sin salir de casa: bastaría con poner a funcionar su impresora 3D.
«En el mercado hay mucho material técnico, pero suele ser muy caro», explican las fisioterapeutas Angélica García y Lucía Sánchez, junto a la terapeuta ocupacional Nuria Yela. Ellas, como otras profesionales de la asociación que aglutina en Burgos a personas con parálisis cerebral, están habituadas a la fabricación artesanal de los utensilios que hacen la vida de los usuarios más sencilla: tiradores para armario a base de ventosas, alargadores de esponjas... Así que cuando surgió la posibilidad de contar con una impresora capaz de crear objetos tridimensionales, la aplaudieron. Se presentó de la mano de la federación autonómica ASPACE, que consiguió fondos del Plan de Recuperación de la UE -a través de una subvención de la Junta- para reinvertirlos en accesibilidad y mejora de la autonomía personal de sus usuarios.
La iniciativa se ha denominado 'Lab ASPACE makers', que alude a la creación de un laboratorio en el que fabricar nuevos utensilios. Para ello, la asociación burgalesa cuenta con 49.000 euros (repartidos en dos anualidades), en los que se incluye la formación de las profesionales y el tiempo que pueden dedicar en su jornada a la elaboración de útiles.
«El objetivo es abaratar las adaptaciones que ellos necesitan, crear productos de apoyo de forma más económica y siempre personalizados a sus necesidades», explican García y Yela, destacando que «nosotras trabajamos con ellos y vemos qué es lo que más falta les hace para, luego, tratar de hacerlo». Ninguna de las cinco integrantes del equipo de 'laboratorio' tiene perfil técnico, por lo que, a veces, buscan -y pagan- diseños de terceros. «Pero no todo lo que encuentras se adapta a lo que necesitas», explican, mostrando un picaporte diseñado por terceros y en el que tienen puestas muchas esperanzas tras haberle dado unos retoques. «El diseño era de una pieza, pero nosotras hemos tenido que partirlo», cuentan, matizando que si no garantiza que los chicos puedan abrir las puertas por su cuenta y con facilidad, gracias a un engranaje a base de ruedecillas dentadas, «tendremos que rehacerlo». Otras veces han creado todo ellas de cero, pensando en la persona que va a usar el producto.
Especialmente orgullosas están del soporte para el cortauñas, que, gracias a la base rígida y a la parte superior flexible, permite que una persona con dificultades en la motricidad fina, pueda cortarse las uñas sin ayuda. O atarse los cordones, simplemente con una plaquita que lo hace más fácil. O, como muestra Paco Sanz en la foto inferior, dar tragos de una lata cuando tiene sed. «Nuestros chicos suelen tener dificultades con la destreza manual o para hacer pinza, por lo que, así, encontramos soluciones baratas para que puedan beber de un vaso o sujetar un lápiz. Pero detrás de cada pieza hay horas de pruebas; esto es todo ensayo-error», comentan, añadiendo que ahora buscan colaboraciones con diseñadores profesionales para perfeccionar diseños para usuarios de APACE o de otras entidades.