El entonador

GUILLERMO DÍEZ
-

Palanquero, manchador, fuellero, manillador, munitor, alzafuelles... Hay una colección de curiosos sinónimos para referirse a quienes proporcionaban el viento que hacía sonar a los órganos

Organista y entonador (2 fuelles) en la sillería del coro mayor.

Cuando Antonio de Cabezón -y cualquier organista anterior al siglo XX- utilizaba el órgano, necesitaba siempre la colaboración de otras personas: los entonadores. Y esto fue así hasta que el uso de la corriente eléctrica permitió que, a partir de 1919, un motor-ventilador muy silencioso los sustituyera, haciéndose cargo del llenado de los fuelles...

Un oficio desaparecido del que apenas se habla actualmente, salvo en ámbitos muy concretos, y que recibe otras denominaciones: palanquero, alzafuelles, follero, fuellero, follador, manchador, manxador (Cataluña), manillador, munitor; algunas muy curiosas, propias de lugares concretos.

El nombre castellano es acertado: el órgano es un instrumento de viento; necesita aire con una determinada presión para poder sonar.

El entonadorEl entonador

Sebastián de Covarrubias, en su diccionario (1611), explica que entonar es "dar tono a las voces", de donde entonar el órgano es "levantar los fuelles, y con el aire que reciben y envían al secreto, toman espíritu los caños que el organista destapa hollando las teclas; y de allí se dijo entonarse uno, porque parece henchirse de viento”.

La RAE también lo dice en la tercera de las nueve acepciones que tiene este vocablo.

Aunque en principio parezca sencillo, requiere de una técnica, como todas las labores, teniendo además ciertos límites y responsabilidades: "Los entonadores del órgano estén ziertos y aparejados todas la(s) veçes que se aya de tañer para entornarlos, so pena de medio real por cada vez que faltare; la qual pena se dé luego por el mayordomo al que supliere la falta” (Estatutos capitulares de la iglesia de Coria -Cáceres-, 1586). 

El entonadorEl entonador

Algunos de los antiguos órganos más pequeños podían ser entonados por el propio organista: se trataba de instrumentos portátiles, con un teclado muy corto para la mano derecha, mientras la izquierda accionaba un reducido fuelle para hacerlo sonar. En Europa se llamaban órganos de mano y en Cataluña 'de coll' porque a veces se llevaban colgados al cuello en bandolera.

Por suerte, las artes plásticas nos los muestran: En una de las arquivoltas de la portada del Sarmental de la catedral de Burgos hay un precioso ejemplar tañido por un hombre mientras un niño acciona un pequeño fuelle. Más ejemplos similares -en Sasamón o El Burgo de Osma; algunas miniaturas de las Cantigas de Alfonso X; frescos de la catedral vieja de Salamanca; pinturas de Giotto o Johannes de Eyck...- nos han permitido conocerlos, pues todos han desaparecido.

En los demás órganos, de tamaños medios y grandes, el organista tañía a dos manos, por lo que necesitaba siempre la asistencia de, al menos, un entonador. Esto supuso un importante avance en la calidad de la música, cuya riqueza armónica, potencia de sonido y variedad tímbrica aumentaron considerablemente.

También el trabajo de los entonadores evolucionaba: para incrementar las posibilidades del instrumento, era necesario ampliar el número y tamaño de los fuelles, lo que obligaba a contar con más entonadores, haciendo grupos que se alternaban para permitir descansos durante las intervenciones. Más que fuerza, que en algunos grandes órganos era necesaria, había que tener un sentido del ritmo para coordinar bien los movimientos de los fuelles; dos habitualmente, pero podían ser algunos más. También surgieron nuevas formas de utilización: en vez de moverlos con las manos, se hacía con los pies. Incluso caminando sobre unos tablones (entonación de paseo...): Aristide Cavaillé-Coll, prestigioso organero francés, escribía en Santa María del Coro: “...dos bombas puestas en juego por medio de un nuevo sistema de pedales sobre los cuales anda el fuellero o manillador, lo que le permite producir sin exceso de fatiga un viento igual y abundante” (San Sebastián, 1860).

En algunos órganos, los fuelles se encontraban en el cuarto de los fuelles o camaranchón, un lugar más amplio, alejado del propio órgano y del organista, preservando la interpretación de ruidos y distracciones. El aire llegaba al instrumento a través de un conducto llamado portavientos, generalmente hecho de madera y con sección cuadrangular. 

Una campanilla colocada en la estancia era accionada por el organista para indicar a los entonadores que debían iniciar o cesar su trabajo.

Los organeros situaban unos avisos o señales para controlar el grado de apertura de los fuelles. Muchas veces consistían en unas simples marcas en la pared coincidentes con unos nudos hechos en las sogas que levantaban los fuelles:

"[...] quatro fuelles pequeños [...] en máquina y movimiento a torno para la introduzión del viento a los fuelles principales [...] teniendo su aviso para que no revienten, y su armazón para el descanso y seguridad de los fuellecitos" (1785, parroquia de la Santa Cruz, Madrid).

Pero ingeniaron también otros mecanismos muy eficaces para evitar daños en el sistema: La culebra era un dispositivo -con la forma de este reptil- que incluyeron algunos organeros en el siglo XVIII: 

"!...] seis fuelles [...] los que se levantan todos a un tiempo por medio de una máquina que se mueve por un manubrio [...] sirviendo de seña para cuando tiene todo el aire una cabeza de culebra, que llega a tropezar con dicho manubrio; y retirándose, hace seña con la cola, dos minutos antes de acabarse” (1779, Jordi Bosch acerca del Órgano de la Real Capilla de Madrid).

"[...] con la prevención que si falta el viento avisa porque asoma la cola una culebra de hierro, y si hay suficiente asoma la cabeza y se atraviesa en el manubrio de modo que no pueden dar más vueltas aunque quieran” (1783, José Verdalonga y Romero, Iglesia de San Francisco el Grande, Madrid).

En las actas capitulares de la catedral de Burgos apenas hay una quincena de referencias a los entonadores, entre los años 1638 y 1869, aunque sus servicios eran necesarios todos los días, pues cada capilla tenía celebraciones propias. También eran requeridos por los organistas cuando iban a ensayar, afinar o preparar las intervenciones.

15 de enero de 1638: Entre los gastos de la cuenta de fábrica de la capilla de los Condestables, 24 reales pagados al entonador del órgano, que era ciego.

18 de febrero de 1669: Se da una ayuda de costa de cincuenta reales al nuevo entonador (comenzó su trabajo el 28 de enero y lo mantuvo 7 años y medio, hasta el 17 de agosto de 1676).

16 de febrero de 1671: El entonador "de los órganos de esta santa iglesia, dio petición en que al cabildo suplica se sirva mandar se le aumente el salario de veinte ducados que sólo tiene por año, respectos de la carestía de los tiempos y hallarse con obligaciones de mujer y cuatro hijos".

Se le fueron dando ayudas temporales hasta que cinco años más tarde se le aumenta el sueldo:

17 de agosto de 1676: "...se fue tratando y confiriendo por todo el cabildo, y se resolvió que se le den trescientos reales de salario cada año, entrando en esta cantidad lo que antes se le daba".

6 de septiembre de 1726: Pide el organista ayuda de costa para el mantenimiento de los órganos que "...a falta de afinador estaban lo más del tiempo destemplados...". Entre otras cosas solicita "algún estipendio anual para ello y una persona que entone al tiempo que se ejecute".

(Parece ser que, en alguna ocasión, se le entregaron a un corneta los instrumentos necesarios para afinar los órganos, por haberse ofrecido a ello con algunos conocimientos que tenía. Pero no se encontró en el archivo que esa obligación estuviera contraída y tampoco se supo el paradero de dichos instrumentos).

12 de agosto de 1766: Acuerdo capitular de la capilla de los Condestables en el que se decide aumentar el salario del entonador por el gran trabajo que realiza en la capilla.

5 de junio de 1839: Cargo y data de las cuentas de granos y maravedís del año 1838 pertenecientes a la fábrica de la capilla de los Condestables, dadas por el mayordomo, y aprobadas por los contadores. Entre los descargos de la data destaca el pago al entonador.

12 de diciembre de 1868: Repartimiento de la ofrenda de pan y dinero que hace el duque de Frías a los capellanes de los Condestables por la celebración del día de las Ánimas, y que consistió en el reparto de 337 reales y 14 panes cocidos que también se dieron a organista, sacristán y entonador.

Es de justicia un agradecimiento público a todas esas personas que colaboraron con los organistas. Algunos de ellos, muy jóvenes, se convirtieron más tarde en intérpretes; y otros fueron los responsables de que sus hijos, al acompañarlos en muchas ocasiones, terminaran también siendo organeros o tañendo los instrumentos.

Los actuales criterios de restauración intentan que los procesos aplicados sean reversibles. Por eso se trata de que en un órgano histórico restaurado, y al que se le ha añadido un motor-ventilador, podamos también utilizar los fuelles manualmente. Este sistema se emplea en algunos conciertos con el fin de dar a conocer antiguas formas de uso, percibiendo las diferencias de ambas en el suministro del viento y en el discurso musical.

Todos estos datos proceden del archivo de la catedral de Burgos; de José López-Calo (musicólogo): “La música en la Catedral de Burgos”; Joaquín Saura Buil: “Diccionario técnico-histórico del órgano en España”; Sebastián de Covarrubias: “Tesoro de la lengua castellana o española”; Fátima Cotano Olivera (Universidad de Extremadura); conversaciones con Óscar Laguna, burgalés, restaurador y constructor de órganos, profesor en el Máster de Órgano de la Escuela Superior de Música de Cataluña, y conservador colaborador del Museo de la Música de Barcelona; Joaquín Lois restaurador y constructor de órganos en su taller de Tordesillas (Valladolid); y Federico Acitores, restaurador y constructor de órganos en su taller de Torquemada (Palencia).