Después de que todo el país contuviera la respiración el 27 de diciembre de 2020 cuando Araceli Hidalgo recibía, en una residencia de ancianos de Guadalajara, la primera dosis de la vacuna contra la covid-19 que se ponía en España, un ejército de enfermeras comenzó a inmunizar a la población en todas las provincias. Año y medio después, cuando esta práctica se ha incorporado ya a las rutinas de los servicios sanitarios, el equipo que se formó en Atención Primaria y que ha recorrido toda la geografía burgalesa se acaba de disolver. Fue el pasado 1 de abril y después de inocular cerca de 800.000 dosis del fármaco que hace frente al coronavirus que trastornó al mundo en marzo de 2020 (en concreto, 789.044, según datos de Sacyl).

De todo este conjunto de profesionales enfermeros y dado que aún queda población por vacunar se han quedado tres con el objetivo de inocular el medicamento a los niños y adultos que quedan sin recibirlo y resolver todas las contingencias que se presenten en este apartado. El resto, ha vuelto al trabajo en centros de salud o en el HUBU o a la bolsa de empleo de Sacyl. Y han querido despedirse de la población recordando una experiencia que califican de «inolvidable aventura que a ninguno dejaría indiferente».

«Llega la primavera y con ella las restricciones covid-19 y el miedo disminuyen tan rápido como aumentan las ganas de disfrutar del tiempo perdido. Mientras tanto, el Equipo de Vacunación de Atención Primaria (EVAP) de Burgos se disuelve en un silencio propio del más estricto confinamiento. Hace casi un año y medio, cuando muchos sanitarios sentían un fugaz respiro después de muchos meses sufriendo una constante bofetada de una pandemia cruel que sorprendió al Sistema Nacional de Salud con los pantalones bajados, otros, sin saberlo, nos embarcábamos en una inolvidable aventura que a ninguno dejaría indiferente», afirman los enfermeros en un escrito dirigido a este periódico.

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