Forjado de carácter y memoria

I.L.H.
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El pasado y el presente; la herencia, el tiempo y el lugar. Es lo que tendrá en cuenta la ampliación de la sede de la Fundación Atapuerca en Ibeas

El acceso al nuevo edificio de 600 m2 se realizará por el noreste, creando una zona de acogida junto a la actual sede.

La integración del pasado en el presente. Al igual que los yacimientos de Atapuerca estudian la evolución humana y sus investigaciones sirven para entendernos mejor y mejorar como especie, el proyecto para ampliar la sede de la Fundación Atapuerca en Ibeas de Juarros busca crear un espacio confortable manteniendo la identidad de lo que esos edificios han sido. Mejorar el entorno sin olvidar las raíces que lo han sustentado. Evolución teniendo en cuenta la herencia que lo define. «Queremos que esa arquitectura tradicional y popular esté recogida en el edificio que proyectamos», resume  Luis García Camarero, uno de los arquitectos del estudio A2G que ha redactado el proyecto junto a Antonio García Muñoz y Jairo Rodríguez Andrés.

Los tres edificios que se convertirán en uno son construcciones de piedra caliza y así seguirán siendo en la parte inferior para mantener su carácter y memoria. «Es uno de los objetivos del proyecto. Que los muros y la configuración de los huecos se mantengan y respeten», como un modo de mantener el paisaje, apuntan desde el estudio que ha ideado también la escuela infantil Río Vena. Y a la vez la ampliación tiene que dialogar eficazmente con la sede que ya existe, tanto a nivel estético como funcional. Identidad cultural reflejada en los materiales, el paisaje y la estructura del conjunto.

Con esas premisas, los 600  metros cuadrados del nuevo edificio denominado Emiliano Aguirre  ubica su entrada frente a la sede actual. El acceso por la esquina noreste crea un espacio de convivencia, una especie de plaza de acogida para ambos edificios que les integra en una zona conjunta: por un lado la construcción donde a día de hoy se reúne y trabaja la Fundación Atapuerca y por otro la ampliación que acogerá los despachos de los tres codirectores y albergará los fondos documentales de la labor investigadora generada en los yacimientos, iniciada por Aguirre y continuada por Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell.

Desde el vestíbulo de acceso una pequeña escalera permitirá descender como si fuera una gruta a la zona de biblioteca, la sala de consulta y el archivo, los grandes espacios para los que está configurado el edificio. Y en la planta superior, «en una posición privilegiada por su orientación y la visión panorámica hacia el sur», se sitúan los tres despachos principales. «Los tres disfrutan de uno de los elementos más característicos del nuevo edificio: un amplio mirador que permite proyectar la visión hacia el horizonte y el paisaje, y funcionar a modo de galería tradicional como captadora de luz y calor dada su vertebradora situación en la nueva construcción», añade García Camarero.

Junto a los despachos se ha ideado un segundo archivo de naturaleza más privada, una pequeña zona de laboratorio y una sala de reuniones. Y queda mencionar el pequeño sótano, que además de estar pensado como zona de almacenaje, estará conectado con la actual sede para que desde el interior se pueda circular por ambos edificas.

Criterios bioclimáticos. Un edificio que piensa en el futuro sin perder de vista las raíces debe atender al clima y a las condiciones particulares del entorno (la herencia, el tiempo y el lugar). De ahí que la zona más destacada de la construcción sea la galería ubicada al sur, junto a los despachos, pensando en la captación solar y como regulador térmico entre el exterior y las zonas de trabajo interiores. 

Otros elementos de este tipo son  el uso de la madera para la estructura interior (que también alude al pasado de la edificación), las lamas de piedra que actúan como protección solar en las zonas de trabajo, las carpinterías exteriores de altas prestaciones y las aberturas y lucernarios en cubierta para captar la luz natural.

Tampoco se han olvidado de crear unas zonas de enfriamiento nocturno para las épocas de calor a través de la ventilación cruzada. Y por supuesto contará con una envolvente térmica de aislamiento con grandes espesores y la previsión de colocar en el sótano equipos eficientes y de bajo consumo.

Con esta idea del proyecto, el estudio de arquitectura se reunirá en los próximos días con los codirectores y los miembros de la Fundación Atapuerca para concretar aspectos como el tipo de elementos de almacenaje que necesitan o las adecuaciones prácticas que puedan prever. «Hemos redactado el proyecto básico y ahora toca adentrarse en el proyecto de ejecución, con el que podremos afrontar otros asuntos más precisos».

La obra requiere una inversión de un millón de euros (que financiarán al 50% la Junta y la Fundación) y se prevé que pueda estar operativa para mediados de 2024, coincidiendo con el 25 aniversario de la Fundación Atapuerca.