«Queda mucho para presumir de industria del cómic en España»

ALMUDENA SANZ
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ENTREVISTA | Si fuera un personaje de tebeo, David Rubín sería un héroe con retranca gallega. Referente del sector en casa y otros mercados como el francés o el norteamericano, con su último libro, 'El fuego', pega un salto mortal. Hoy está en Burgos

David Rubín, autor de cómic.

Alexander Yorba es un afamado arquitecto a quien encargan la construcción de una colonia lunar ante la caída de un asteroide que amenaza la Tierra. El refugio solo podrá salvar al 1% de la población. El tiempo que tiene para levantar su nueva gran creación es el misma que le resta de vida. Le acaban de diagnosticar un cáncer terminal. Esta noticia voltea su existencia. David Rubín sigue los pasos de este personaje en El fuego (Astiberri), su ambicioso último libro, que presenta en el marco de los encuentros La tertulia gráfica, que vive una nueva entrega en el Edificio Nexo de la Fundación Caja de Burgos (La Puebla, 1) esta tarde a las 18 horas, con firma posterior en Viñetas. Al historietista gallego le acompañarán Iratxe Pando, del blog Es la hora de las tortas!!!, y el editor de Astiberri Laureano Domínguez.

¿Qué se esconde detrás de la historia de Alexander Yorba? ¿De qué quiere hablar con este relato? 
En El fuego hablo de un montón de temas. Es una especie de juego de muñecas rusas, de cada una sacas otras más pequeñitas, con nuevas historias e ideas. Utilizo al protagonista como metáfora de la sociedad que le rodea para en el fondo hablar de lo que nos ocurre a nosotros ahora. La poca esperanza de vida que dan a Alexander hace que entre en estado de catarsis, se empieza a dar cuenta de todos los errores de su vida, construida en torno a la mentira, un castillo de naipes, que, de repente, se derrumba. Y los meses que le quedan se tiene que enfrentar a una odisea, aprendiendo a conocerse a sí mismo de verdad y a lidiar con la culpa que le supone haber mentido y dejado de lado a tanta gente. 

En el personaje de este arquitecto de relumbrón, salvando muchas distancias, se puede ver reflejado cualquiera que de repente se topa más o menos de cerca con la parca... 
Todos hemos tenido a lo largo de nuestra vida momentos de caída profunda. A la vez que el protagonista se pudre por dentro, lo hace el mundo a su alrededor, y sirve para establecer un montón de metáforas sobre lo que nos ocurre a día de hoy. El mundo no está yendo del mejor modo posible, hemos pasado una pandemia terrible y me da la impresión de que no hemos aprendido gran cosa de ella: en vez de reforzar la sanidad pública la estamos dilapidando, la mediocridad gana terreno a otro tipo de valores... Contra todo eso tiro a dar usando como vehículo la ciencia ficción y la historia de este hombre. 

¿La ciencia ficción es un género que permite hablar de todo, sin poner puertas al campo, como igual sí hacen otros, con más límites?
De todos los géneros se pueden sacar cosas muy interesantes. La ciencia ficción es muy permeable, permite jugar muchísimo, llevártelo a terrenos diferentes y contar un millón de historias. Me parecía el vehículo más indicado para contar esta historia, que empieza a lo grande, lo cósmico, y termina hablando de lo más personal, más pequeñito. 

¿De qué modo entró en el partido la pandemia?
Estalló mientras lo estaba haciendo y cambié un montón de cosas en el guion para adecuarlo a cómo empecé a ver el mundo. Me sirvió para ser lo más honesto posible, a utilizar el yo para escarbar y hablar de lo común, lo social. La ciencia ficción es como el azúcar que te echaban en el agua o la leche cuando eras pequeño para que te tomaras las medicinas, así entra mucho mejor. 

Ha sido catártico; he rebuscado en cajones cerrados hace tiempo para recordar momentos malos de mi vida y contar esta historia como se merecía» 

¿Cuál fue la chispa que prendió este tebeo?
Ver que cada vez el mundo es más feroz, que somos más egoístas y pese a estar más interconectados que nunca somos más individualistas que nunca, y el hecho de ser padre. Tuve una hija hace ocho años y eso cambió muchísimo mi modo de ver el mundo, fui consciente de cosas en las que no reparaba, me hizo pensar mucho en el futuro que estamos legando a nuestros hijos... Quería contar una historia que es muy dura, muy difícil, que le pide bastante al lector y le obliga, como me ha obligado a mí, a mirar cara a cara a cosas de su personalidad que prefiere mantener apartadas. He evitado cualquier moralina o moraleja y que las conclusiones las ponga cada lector. 

Empieza a lo grande y se achica hasta lo más íntimo y ahí aparece el amor. ¿El amor es el gran salvador? 
El amor está continuamente en las páginas de El fuego, aunque el protagonista no lo alcanza nunca porque no ha sabido ganárselo. Pero sí, yo creo que el amor es importante, no sé si nos salvará de todo, pero desde luego ayuda muchísimo a sobrellevar los momentos malos. 

¿Alexander Yorba es un antihéroe? 
Ni héroe ni antihéroe, es un tío que se dará cuenta de que es un pobre diablo, alguien que pretende engañar a todo el mundo, incluido a sí mismo, y todas esas mentiras le estallan en la cara. 

Pero el lector puede llegar hasta a cogerle cariño... 
Sin ser un dechado de virtudes, los lectores pueden empatizar con su calvario y la odisea llena de cosas terribles por la que transita. Él arrastra en todo momento una culpa horrorosa, que crece y crece, y todos, sea por el motivo que sea, arrastramos pequeñas cargas de culpa, a veces conseguimos la redención y continuamos con nuestra vida y otras veces aprendemos a sobrellevarlas. 

¿Para Rubín escribir El fuego ha sido una catarsis o una redención? 
Sí, fue bastante catártico enfrentarme durante mucho tiempo, años, a cosas que yo ya daba por olvidadas y que estaban demasiado atrás, y he tenido que rebuscar en esos cajones tanto tiempo cerrados para recordar esas emociones y esas sensaciones de momentos malos de mi vida para poder contar esta historia como se merecía. Fue bastante duro tener que convivir a diario con esas culpas y esas heridas, algunas ya cerradas y otras a medio sangrar, y estar todo el día metiendo el dedo en la llaga. Pero ha merecido la pena el esfuerzo y el dolor que me ha supuesto hacer esa búsqueda, que creo que ha beneficiado muchísimo al libro. 

La ciencia ficción es como el azúcar que te echaban en el agua de niño para tomar las medicinas; hace que todo entre mejor»

La gestación se ha alargado en el tiempo. ¿Cómo ha sido el proceso? 
Normalmente, es todo más rápido, pero El fuego lo fui haciendo al mismo tiempo que comenzó y prosperó mi carrera en Estados Unidos. No me dejaban de salir ofertas apetecibles que alargaban el proceso. Llegó un momento que me planteé presentar el proyecto directamente a ese mercado, pero también era consciente de que en la última década mis ventas en España han crecido y quería utilizar ese empuje para ayudar a la industria de mi país. Y decidí venderlo a una editorial de aquí, aunque me costara más tiempo. Lo que más me llevó fue el guion, con muchas reescrituras. Una vez que lo di por cerrado, dibujarlo no fue lo más largo. Me puse a mediados de 2021 y dediqué un año entero. 

¿Hay tanta diferencia entre el mercado norteamericano y el español? ¿Aquí no despega el cómic? 
Va por altibajos. Hay obras y autores que venden muy bien y hay obras y autores que nada. En el fondo, queda mucho terreno por conquistar y mucho trabajo por hacer para presumir de una industria en España. 

¿Por qué? 
Entre otras cosas, porque puede vivir del cómic cualquiera de los actores que se dedican a ello, editoriales, imprentas, librerías, menos los que generamos la materia prima, que somos las autoras y autores. Hay que vender muchísimo para que te rente y te dé 100% para comer. El fuego fue una apuesta por mi parte, un demostrar que los que tenemos la suerte de ganarnos bien la vida con él, tenemos que hacer un pequeño esfuerzo para que nuestra industria vaya mejor y por los que vienen detrás, para que lo tengan más fácil aquí de lo que lo tuvimos nosotros. Tenemos que empezar a ver las cosas más en común, de un modo más global, dejar de ser francotiradores.