"El porno y la prostitución fomentan la violencia sexual"

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Amelia Tiganus, activista por la abolición de la prostitución, que fue víctima de la trata y la explotación sexual, y autora de 'La revuelta de las putas', analiza el daño que causan estas prácticas a las mujeres

Tiganus (de amarillo) con los autores del cómic basado en su vida. - Foto: Rueda Villaverder

Cuatro de cada diez hombres consumen prostitución en España, lo que le hace ocupar el tercer lugar a nivel mundial en este comercio de personas después de Tailandia y Puerto Rico y encabezar la estadística en Europa. "España es el prostíbulo de Europa y permite que el turismo de la explotación sexual no pare de crecer alimentado por, al menos, cien mil mujeres prostituidas en miles de prostíbulos, pisos y calles", afirma la activista feminista y abolicionista de la prostitución Amelia Tiganus, en su libro La revuelta de las putas. Tiganus tenía previsto asistir este miércoles, 23, a la Universidad de Burgos para pronunciar una conferencia bajo el título ¿Es posible vivir sin violencia sexual entre la pornografía y la prostitución?, pero finalmente se ha pospuesto para más adelante. 

La pregunta que da título a la charla es una manera, explica la activista, de incitar al pensamiento crítico en un momento en el que está sobre la mesa del debate público la violencia sexual, que supone una preocupación creciente para la sociedad en general pero de una manera particular para las familias -más para las que tienen niñas- y para el profesorado: "En este marco tenemos que abordar el origen de la violencia sexual que claramente es el patriarcado. La prostitución y la pornografía forman parte de una industria multinacional criminal que fomenta y se beneficia de la violencia sexual que se ejerce sobre las mujeres".

Esta relación entre la prostitución y la pornografía y la violencia social es mal comprendida por los hombres e incluso negada y es así, según Amelia Tiganus, "porque les toca la subjetividad teniendo en cuenta que la mayoría son consumidores de pornografía y cuatro de cada diez, de prostitución". En este punto advierte que "el consumo de pornografía es el consumo de prostitución grabada" y critica que por decir esto a las feministas les llamen exageradas "cuando históricamente hemos demostrado que siempre hemos tenido razón en todo lo que criticábamos". Ella lo achaca al desconocimiento que existe de cómo se ha formado el sistema económico y social en el que se entrecruzan el patriarcado y el capitalismo: "Lo que deben hacer nuestros compañeros es tomarse un tiempo para escucharnos, reflexionar e informarse y, sobre todo, de cuestionarse la masculinidad y la sexualidad. Hoy en día el sexo se ha convertido en un producto de ocio y diversión y es sinónimo de violencia sexual fomentado por la pornografía, que se ha extendido por toda la sociedad porque ya no hay una barrera que delimite su consumo. Es suficiente ver un vídeo de una canción de moda para contemplar imágenes pornográficas, que son las que llegan a las generaciones más jóvenes".

Esta crítica, tan sostenida en tantos estudios, investigaciones y lecturas, hace que a las feministas les tilden de puritanas. Amelia Tiganus niega la mayor: "Se equivocan profundamente porque quienes denunciamos la pornografía y la prostitución somos quienes luchamos por la libertad sexual de las mujeres que repercutirá, además, de forma positiva en los hombres. Nos dicen esto porque no tienen argumentos y caen en el insulto sin saber que cada vez son más los expertos que nos hablan de chicos muy jóvenes con disfunción eréctil debido a que el consumo de pornografía les impide sentir excitación con mujeres de carne y hueso o no la pueden sentir sin violencia de por medio".

Amelia Tiganus, que durante cinco años fue víctima de la trata y explotación sexual por prostíbulos de toda España, ha contado parte de esta experiencia en su libro La revuelta de las putas, cuya elaboración, afirma, "fue un proceso muy doloroso". A medio camino entre la autobiografía y el ensayo, disecciona con contundencia pero con mucha sencillez, de manera que resulte asequible a todo el mundo, cómo es el horror de estar en un prostíbulo viviendo en condiciones inhumanas, no en vano llama a los puticlubs "campos de concentración de mujeres empobrecidas".

Hace diez meses, además, salió a la venta el cómic Amelia. Historia de una lucha, lo que ha provocado que su relato llegue a más gente joven. Y curiosamente, a las mujeres mayores. "Como entre los jóvenes hay mucha afición al cómic muchas abuelas lo han visto por casa y lo han leído. Me han llegado mensajes muy emocionantes porque muchas de ellas por primera vez verbalizaban cosas horribles que las pasaron hace muchos años. Me gusta decir que he creado un ejército de abuelas cabreadas", bromea.