Escuela de curas

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Burgos cuenta con treinta seminaristas, de los que diez pertenecen al Camino Neocatecumenal (corriente conocida como 'los kikos'), cinco proceden de otras diócesis españolas y dos de Burundi

Andrés Galán e Ismael Sáez, seminaristas y estudiantes de Teología. - Foto: LUIS LÓPEZ ARAICO

Dice el rector del Seminario Diocesano de San José, Javier Valdivielso, que el número de aspirantes a sacerdotes -que desde hace años se ha desplomado hasta el punto de que la Iglesia tiene dificultades para cubrir determinadas zonas geográficas- se mantiene estable de una década a esta parte en una cifra que ronda, aproximadamente, los quince anuales. Se refiere a los que están en el que él dirige, que en la actualidad acoge a 5 jóvenes en el menor -tienen entre 14 y 18 años- y a 15 en el mayor. De estos últimos, tres pertenecen a la diócesis de Osma-Soria, dos a la de La Rioja, dos son de Burundi, seis de Burgos, uno está en iniciación y otro es un diácono. El otro seminario que hay en Burgos es el de Redemptoris Mater Santa María la Mayor, vinculado al movimiento Camino Neocatecumenal (conocido como 'los kikos') cuyo decreto de erección fue firmado en 2010 y que ahora acoge a diez aprendices de curas, varios de ellos procedentes de América Latina y alguno, de Italia, en este caso, con una marcada vocación misionera y no tanto diocesana, como el primero.

Los más jóvenes llegan a estudiar al seminario menor cuando están 3º o 4º de la ESO o en 1º de Bach -algunos que han sentido 'la llamada' también cursan estos estudios en el colegio San Pedro y San Felices- y, por lo general, son chavales que llegan de una vida en un contexto muy religioso: vienen de familias creyentes, han tenido mucha actividad en la parroquia, son monaguillos... y muchos, antes de dar el paso de estudiar en el seminario han acudido por allí una vez al mes a participar en actividades de lo que se llama 'preseminario'.

"En algunas ocasiones acudimos a parroquias o a colegios para hablar a los chicos de cómo es la vida en el seminario", explica Javier Valdivielso, que añade que la trayectoria hasta llegar a ser sacerdote no es rectilínea sino que va siempre en función de la persona, es decir, que formación académica y vocacional no tienen que ir siempre a la par. Cuando terminan bachillerato comienzan a estudiar en la Facultad de Teología -que en los primeros años se centra más en materias filosóficas y antropológicas- y se entiende que entran en la denominada 'etapa discipular' "porque antes de ser curas tienen que ser discípulos de Jesús", precisa Valdivielso.

La 'etapa configuradora' aparece alrededor de los tres años de estudio -aunque, insiste el rector, esto no es matemático- cuando en la facultad se les introduce en más profundidades teológicas, y en los dos últimos años de estudios se da la 'etapa de síntesis y pastoral' hasta el punto de que ya participan en las actividades de alguna parroquia.

Todo este itinerario está plagado de pasos simbólicos y ritos como todo en la Iglesia Católica. El primero es el de la admisión, cuando el seminarista expresa públicamente y anuncia en el transcurso de una misa, su voluntad de ser sacerdote. Más adelante está el lectorado -que, como su nombre sugiere, habilita al aspirante a leer en misa como futuro cura, ya que todo el mundo puede hacerlo, aclara el rector-; el acolitado -una de cuyas funciones es ayudar al diácono o al sacerdote en el altar- y el diaconado, el paso previo a cantar misa, en el que ya se hacen los votos de obediencia y castidad, que son los que tienen los sacerdotes diocesanos.


ANDRÉS GALÁN, 18 AÑOS. ESTUDIANTE DE 1º DE TEOLOGÍA

"Dios me lleva a una felicidad que no encuentro en otras cosas" 

En el seminario está muy feliz Andrés Galán. Lo dice y se le nota. El rostro infantil de este muchacho, que parece más joven de lo que es, se pone serio para explicar que rezar, hablar con Jesús le hace sentirse contento: "Dios me lleva a una felicidad que no encuentro en otras cosas", cuenta en una sala de reuniones del Seminario Diocesano de San José, donde está desde que tenía apenas 13 años. Llegó para estudiar en el seminario menor 3º y 4º de la ESO pero sin más intención que la de "probar una experiencia nueva" y movido por su madre, que le preguntó si le apetecía. Enseguida le contestó que sí.

"Yo he sido un chico creyente desde siempre, iba a la catequesis, era monaguillo y formo parte de la cofradía de San Pedro de la Fuente. También he ido a grupos de jóvenes de otras parroquias", explica, por lo que dar el salto al seminario no fue algo demasiado extraño ni mucho menos preocupó o asustó a su familia, como ocurre en otros casos. La experiencia le gustó. Y no solo terminó los dos cursos de Secundaria sino que siguió haciendo primero y segundo de Bach y se preparó para pasar la EBAU y allí continúa, ya en el seminario mayor y como estudiante de primer curso en la Facultad de Teología: "Es muy interesante todo lo que estudio, la asignatura que más me gusta es la de Arte Cristiano y la más dura, para mí, puede que sea Antropología porque tiene mucho temario".

Su objetivo, de momento, es trabajar para tener lo más claro posible que quiere dedicar su vida a Dios, es decir, saber a ciencia cierta si desea ser cura. Y lo hace todos los días rezando, yendo a misa y estudiando. "A mí esta vida me gusta mucho, no echo de menos nada porque ya antes de vivir aquí venía y me gustaba mucho el ambiente que se respiraba", afirma, a la vez que reconoce que cada vez se va haciendo más grande el amor que tiene por Jesús y que cada día está más convencido de que va a terminar siendo sacerdote.

"Aunque no he pensado qué tipo de cura voy a ser sí que me gustaría estar cercano a los jóvenes pero también sé que tendré que estar para todo el mundo", añade Andrés, que ya ha tenido la oportunidad de debatir con algún joven de su edad sobre la existencia de Dios en una charla en la que no estuvieron de acuerdo. "Él me hablaba de la evolución como negación de la existencia de Dios. Y yo no niego la evolución pero sé que no ha sido solo lo que ha creado todas las cosas, que Dios ha estado allí en algún momento".

ISMAEL SÁEZ. 28 AÑOS. ESTUDIANTE DE 3º DE TEOLOGÍA

"Quiero ser un cura auténtico y cercano a la gente"

Tiene 28 años, estudia tercero de Teología en la facultad de Burgos y ayer celebró el rito de admisión, el primero de una cierta entidad simbólica en la carrera personal y académica que inició en 2019 para convertirse en un sacerdote diocesano. Ismael Sáez, que siempre ha vivido en una familia profundamente católica -sus padres son del Camino Catecumenal-, reconoce que hasta llegar a este momento en el que tiene muchas ganas de ser un cura diocesano pasó unos cuantos años "un poco despistado". Es verdad que siempre estuvo vinculado a entornos religiosos y que era el salmista de su grupo de catequesis (el que tocaba la guitarra y le cantaba a Dios). "Allí sentía afecto y me reían las gracias, estaba contento, pero veía que estaba viviendo como con doblez porque estaba con un pie en la comunidad y, por el otro, me gustaba pasármelo bien, beber un poco y probar cosas, fumar algún porro...". A la vez, iba estudiando: un grado de auxiliar de Enfermería, otro de higienista bucal y un tercero de Educación Social en la UBU mientras las catequesis se iban haciendo más serias: "Dios me preguntó que qué estaba haciendo y fui dándole poco a poco un sentido a mi vida hasta que vi que tenía una misión, que no era un cristiano puesto en el mundo sin más".

¿Cuál era esa misión? En una confesión se encontró con ella. "El cura me pidió que rezara el Magnificat y que me detuviera en la frase 'el Señor hace obras grandes por mí'. Y me lo creí. Ese fue mi momento, salí transformado y removido y entendí que, a partir de ahí, quería tomarme en serio la vida". En eso sigue. Su mayor ilusión es la de ser un sacerdote diocesano, estar en una parroquia: "Quiero ser un cura auténtico y cercano a la gente, acompañar en el sufrimiento".