«En la plaza del Trigo se acumulan 1.000 kilos de basura»

LETICIA NÚÑEZ
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El servicio de limpieza se refuerza los días del festival con más empleados, que se reparten por distintos puntos de Aranda

Domingo, de Urbaser, se afana en dejar impoluta la Plaza del Trigo después de los conciertos. - Foto: Valdivielso

Sin tiempo que perder. Así trabaja el servicio de aseo urbano de Aranda de Duero. Apenas un cuarto de hora después de acabar el último concierto en la Plaza del Trigo, comienza el 'desfile' de barredoras y cubas por la calle Isilla. Al frente se sitúa el recolector pequeño. Detrás, el resto del dispositivo. En fila india. Unos al volante. Otros a pie empujando los carros y escobones. Todos al unísono. Se abren paso entre la multitud. Más bien, entre los sonorámicos que se resisten a abandonar el centro de la ciudad, pese a que son casi las cinco de la tarde, el sol aprieta de lo lindo y la juerga les espera en otros tantos escenarios, ya sea a escasos metros en la Plaza de La Sal o algo más lejos en El Picón. La cosa es que el camión de Urbaser se va imponiendo a golpe de claxon.   

Una vez en la Plaza del Trigo, y mientras los técnicos de sonido también recogen sus bártulos, una decena de empleados del servicio de limpieza ya trabaja a pleno rendimiento. Uno se ocupa de volcar los contenedores. Otros van apilando la basura con escobones y palas. Un tercero hace lo propio con el camión barredor. A todo trapo. Porque no hay prácticamente ni una baldosa que se haya salvado de la suciedad. Vasos y botellas de plástico inundan la emblemática Plaza del Trigo. También litronas y bolsas tiradas sin ton ni son. En total, el encargado del turno, Alberto Lizarraga, calcula que habrá entre 800 y 1.000 kilos de basura. Y sólo es el principio. El viernes se prevé que acuda más público y el sábado todo apunta a que se superará cualquier tipo de previsión. 

La jornada de estos trabajadores dura seis horas y 20 minutos. Ayer comenzaron más tarde, precisamente para abordar en perfectas condiciones el 'tsunami' que para ellos supone Sonorama. El turno empezó a las tres y media con la recogida externa por las calles del centro. De forma simultánea, otro empleado se ocupó de la limpieza en Santa Catalina y dos más de vaciar las papeleras desde la avenida Luis Mateos hasta la plaza de toros. Una vez finaliza el último concierto, todos los efectivos acuden al inicio de la calle Isilla. 

Además de la Plaza del Trigo, el servicio se vuelca con la puesta a punto de las calles Barrio Nuevo y Josefina Arias de Miranda. Para los días del festival, la empresa se ha reforzado y de los tres empleados que forman un turno de tarde en cualquier día del año, esta semana aumentan hasta 10.  

Uno de ellos es Domingo, de 47 años, que apenas lleva trabajando en esto dos semanas y media. «Es mi primera vez en Sonorama y estoy muy contento», comenta. Muy cerca, Dani se emplea a fondo con el vaciado de los contenedores. También debuta en el festival y asegura que lo afronta con ganas. «Hay mucho trabajo y hay que intentar limpiar el máximo». 

En líneas generales, todos coinciden que son días de «mucho trabajo y estrés», pero son conscientes de que este tipo de eventos generan un impacto positivo en la ciudad. «La gente se comporta. Un porcentaje muy alto son responsables y dejan la basura en los cubos», indica Lizarraga, quien suma más de quince años de experiencia desarrollando una labor esencial, en un plano muy secundario, para que arandinos y visitantes disfruten del festival siempre con las calles lo más limpias posible.

Se vuelcan, no dejan ni un rincón sin inspeccionar. Con recolectores, barredoras y cisternas. Al pie del cañón. Día tras día. También cuando acaba el festival. Entre risas, Lizarraga cuenta que la limpieza de la zona de acampada suele ser bastante intensa porque una vez que acaba Sonorama, hay asistentes que se marchan y dejan toldos, tiendas de campaña, sillas, gafas y gorros. Cual vendaval. Pero ahí está, una vez más, la brigada de limpieza. Todos a una. «Es mejor entrar juntos porque así impones más», dice Lizarraga, mientras recuerda que «para que haya fiesta, siempre hay quien tiene que trabajar».