Miranda tiene un color especial

RAÚL CANALES
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El equipo rojillo da un repaso al Sevilla (3-1) en Anduva y llega a cuartos de final de la Copa del Rey. Hoy a las 13.00 horas conocerá a su próximo rival

Álvaro Rey y Marcos André celebran el tercer gol que sentenciaba el duelo. - Foto: Truchuelo Fotógrafos

El Mirandés ha firmado grandes noches coperas pero el de ayer está sin duda entre los mejores partidos de su historia. No solo eliminó al Sevilla sino que lo hizo dando una lección de fútbol ante un rival acostumbrado a levantar títulos europeos, pero que en Anduva, durante muchos minutos estuvo a merced de un equipo que le superó en todas las facetas y que incluso se permitió el lujo de desperdiciar un penalti.

Los rojillos estarán en el bombo con los ocho mejores. Será el único Segunda en el sorteo pero después de lo vivido en los últimos años en este torneo, no se puede considerar ya una sorpresa. Porque en Copa el Mirandés se crece y no le teme a nadie. Al contrario, se siente grande y su nombre ya empieza a infundir respeto entre los rivales.

Consciente de lo que le esperaba, Lopetegui puso en el campo a todas sus estrellas. Pero ayer los futbolistas de Primera parecían llevar la camiseta roja. Los Banega, Nolito o  De Jong se fueron haciendo pequeños con el paso de los minutos a medida que emergían las figuras locales.

Con un ritmo de fútbol altísimo, el Mirandés pasó por encima de su rival en una primera parte espectacular a nivel colectivo y con Matheus en papel estelar. El brasileño abrió el marcador en una acción de goleador puro que encendió la caldera de Anduva, y a la media hora recibió en el centro del campo, se dio la vuelta, avanzó y lanzó un zapatazo que se coló en la portería de Vaclik tras desviarse en un defensa.

El Mirandés castigaba los errores de un Sevilla que no se enteraba de por dónde le llegaban los golpes. El sueño de doblegar a los hispalenses ya no era algo lejano sino que empezaba a cobrar tintes de realidad, y eso que la mano del meta checo evitó la debacle visitante al borde del descanso, desviando un remate de tacón de Matheus.

La cara de Lopetegui era un poema. Comenzó viviendo el partido con la intensidad que le caracteriza pero  se fue resignando ante la superioridad mirandesista. Iraola se había deshecho en elogios hacia el técnico sevillista en la previa, asegurando que es un referente en el que se fija. Ayer el alumno le ganó la partida claramente al maestro.

Ante la pobre imagen de los suyos, a Lopetegui no le tembló el pulso a la hora de buscar soluciones con un triple cambio tras el paso por vestuarios. El plan funcionó durante diez minutos en los que el Sevilla embotelló al Mirandés a base de acumular jugadores arriba y colgar balones al área, donde la diferencia de centímetros inclinaba la balanza a su favor.

Pero el plan se desvaneció  rápidamente y sin lograr el objetivo de recortar diferencias. El VAR sancionó un penalti de Gudelj sobre Peña y al Mirandés se le presentaba la inesperada ocasión de sentenciar el duelo. Sin embargo el propio centrocampista desperdició el lanzamiento.

Aún así esa acción despertó a los rojillos y desenchufó a un Sevilla que a partir de entonces confió todas sus opciones a los pelotazos largos buscando a sus torres mientras era el Mirandés el que ponía las gotas de calidad en el juego.
A los rojillos les salía todo y con la confianza por las nubes, se animaron con regates que en otras circunstancias hubieran parecido una temeridad. El caño de Álvaro Rey a Escudero fue el mejor ejemplo gráfico de lo que fue el partido: un mirandés crecido ante un Sevilla desbordado.

En-Nesyri tuvo en sus botas la única clara para volver a meter a los suyos en la eliminatoria pero la mando a las nubes. Y para evitar sorpresas de última hora, Álvaro Rey aprovechó un contragolpe de manual para liquidar el duelo. El extremo  perdonó el mano a mano, más por acierto del portero que por fallo suyo, pero no el rechace.

Si en ese momento algún aficionado hubiera entrado a Anduva y miraba el marcador, seguramente se hubiera frotado los ojos, pero el resultado reflejaba lo visto en el terreno de juego. Los de Iraola no solo estaban con un pie en cuartos sino que estaban dando un baño a su oponente.

Ni siquiera el tanto final de Nolito hizo temblar a un Anduva que a esas alturas era una fiesta que se prolongó tras el pitido arbitral porque a pesar de la hora, ayer no había prisa para salir de estadio. La haka sonó más atronadora que nunca.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)