Adicciones, temor frente a la desescalada

Javier D. Bazaga (SPC)
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Profesionales en atención a personas con dependencia a sustancias tóxicas avisan que la nueva normalidadpuede reactivar algunas malas prácticas y sacar a la luz otras que se han ocultado durante el confinamiento

Adicciones, temor frente a la desescalada

Las personas con algún tipo de adicción han experimentado en este período sensaciones muy diversas ante la privación de libertad marcada por el estado de alarma. En muchos casos, se han dado complicaciones en la convivencia en el ámbito familiar, con consumos que han derivado en importantes recaídas, como cuenta Alfonso Arana, presidente de la ONG Proyecto Hombre.

Para él, el colectivo que peor lo está pasando es el de las personas que, con alguna dependencia importante, se han visto en la calle y sin posibilidad de recibir una atención adecuada porque muchos centros han cerrado y otros han visto mermada su capacidad de trabajo. Es ahí donde se han dado las «situaciones de mayor riesgo», incluido un fallecimiento.

Sin embargo, para Arana el problema está en la salida de la crisis sanitaria que traerá una importante crisis sociolaboral. «Nos preocupa mucho, tienen una empleabilidad difícil, son personas que siempre están en el filo de la navaja», y la respuesta puede ser la de refugiarse en las drogas.

«Este período está siendo malo para cualquier persona, pero para las personas con alguna adicción o con alguna enfermedad mental es horrible», apunta Elena Ares, coordinadora del Servicio de información y orientación a las familias de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Ares afirma que no se ha constatado un mayor volumen de llamadas en su servicio, pero sí que «ha cambiado el tipo de demanda». Ya no son los padres preocupados o con sospechas porque sus hijos adolescentes se hayan iniciado en el consumo de determinadas sustancias. Ahora son los propios adictos los que llaman solicitando ayuda. «Es una población que se ha quedado desatendida para empezar un tratamiento, o los que lo estaban haciendo cuando van se lo encuentran cerrado y entonces hay recaídas», explica. La coordinadora pone como ejemplo el caso de un joven que, después de dos meses de abstinencia, respondió al confinamiento con un consumo impulsivo de cocaína y acabó ingresado. «A nivel asistencial están bastante desamparados», lamenta.

«Una parte de la población intentará justificar o encajar esta conducta como respuesta normal al confinamiento», apunta, por su lado, el psicólogo clínico de la Unidad de Adicciones y Patología Dual de ITA Salud Mental, Ignacio Benito, pero alerta de que «en muchos casos no lo será». Para él, una de las primeras dificultades que tienen es la de «llevar una estructura normalizada a nivel de horarios, responsabilidades… y respetar normas y límites». De hecho, en ITA sí han notado un aumento de casos «parecido al que notamos después de una jornada vacacional (verano y navidades), donde las personas con adicciones, al tener un cambio de horarios, obligaciones y estar durante mas horas en familia, les cuesta más llevar esa doble vida».

Sin embargo, para Ricardo Rodríguez, psicólogo y coordinador técnico de Uniadic, organización también dedicada a prestar apoyo psicológico a estas personas, durante el confinamiento se ha dado un fenómeno «curioso a nivel clínico». Al principio, «la ansiedad llevó a las personas con algún problema de adicción a hacer acopio de sustancias». Pero esa actitud ante la incertidumbre se tornó en tranquilidad. «Hubo algo que no esperábamos, y fue una relajación, una tranquilización del síntoma del consumo porque se encontraban mejor», asegura, frente a la creencia compartida con algunos colegas de profesión de que el confinamiento acentuaría su impulsividad, como así ha sido en otros casos.

Rodríguez explica que, con el encierro, dejaron de enfrentarse a los problemas del día a día -laborales, familiares, sociale- y que motivan esa conducta de consumo activo. Pero al ser ellos los que estaban aislados «les tranquilizó». «Es algo que no esperábamos y nos descolocó», agrega.

Pero ahora «creemos que el repunte del consumo será a la vuelta, cuando haya de nuevo exceso de contacto social y puedan salir a la calle». Será el momento en el que se tengan que volver a enfrentar a los problemas del día a día, y a sus temores con el añadido de unas dificultades socio económicas más acusadas. Así, recuerda los efectos de la crisis económica de hace una década, con pacientes que a los 15 años habían tenido algún problema de consumo con alguna sustancia y volvían a tomarla con 40 años, «no tenía ningún sentido». «Tenemos miedo de volver a ver ese perfil de personas, que se quedan descolgadas del sistema y que no consigan un espacio para volver, y que vean como refugio el consumo de una sustancia tóxica».

El otro refugio

Pero el consumo de drogas no es el único refugio. A mediados de abril, en pleno confinamiento, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publicaba que el consumo de cerveza se incrementó en las semanas centrales del mes un 86,5 por ciento, el de vino un 73,4, y el de bebidas espirituosas se había elevado hasta un 93,4 por ciento. «Se ha visto muchas personas que creían que eran bebedores sociales, o que lo hacían de forma normalizada, pero han encontrado que beben la misma cantidad que antes e incluso más, y empiezan a hacer preguntas», alega Rodríguez, que ve no obstante esta conducta aún «incipiente»y señala que será algo que «veremos más adelante».

«Necesitaremos algo de tiempo para evaluar cómo ha afectado esta situación atípica», coincide Ignacio Benito, de ITA, aunque añade que «me atrevería a decir que muchas de las personas han utilizado la apertura de franjas horarias durante el día para realizar la compra, deporte, para consumir y seguramente de una forma algo más abusiva». Es más, a su juicio «muchas personas que ocultaban el consumo con sus rutinas diarias, se habrán visto obligadas a aceptar dicho consumo al tener la imposibilidad de esconderse para consumir».

En este sentido, el coordinador técnico de Uniadic, subraya que «a nivel de salud pública el alcoholismo es un problema en España, y es un problema enorme». Por eso admite que «si esa cuestión latente estaba sin resolver, no lo veían, y al estar más tiempo en casa comienzan a verlo», puede ser positivo a la hora de poder pedir ayuda especializada.

«Es cierto que está habiendo más abuso de alcohol en el domicilio», indica el presidente de Proyecto Hombre, pero aclara que «en un período de dos meses es difícil establecer una adicción, puede haber alguien que debute, pero las adicciones se consolidan a lo largo de muchos años».

El juego

Ya el pasado mes de enero, la FAD publicó el resultado de una investigación sobre el juego online con el que advertían de que «asistimos a un nuevo modelo de ocio juvenil», constatando que los juegos de azar y apostar dinero es una conducta «plenamente integrada»entre nuestros jóvenes. Una práctica que podía llegar a convertirse en un «hábito no saludable».

Ignacio Benito cree que «esta situación de aislamiento y de no poder salir de casa ha acercado a muchos jugadores a su ideal de estar encerrado en su espacio, sin horarios marcados, ni obligaciones». Este experto en adicciones confirma que «el perfil de ludópata ha cambiado, debemos aceptar que ese término no habla solo de casinos, salones de apuestas o carreras de caballos, sino de jóvenes haciendo un uso de la tecnología como medio de gestión emocional y consumo». Ya la directora técnica de la FAD, Eulalia Alemany, constató con la publicación de aquel informe que estos jóvenes «no perciben ningún tipo de riesgo en esta conducta». Elena Ares apunta a que los que llaman al servicio de orientación de la Fundación tienen el juego «como algo secundario», que acompaña a otras adicciones, por lo que considera que es una conducta que «está todavía muy silenciada».

Ricardo Rodríguez matiza que «el ludópata necesita dinero», y en este sentido aclara que con esta situación de alarma, «al haber muchas personas en ERTE y en paro hace que prioricen», y si no pueden gastar porque no tienen un ingreso fijo todos los meses desplacen esa práctica porque «no tienen ese colchón». Con todo, reconoce carecer aún de datos que indiquen si las adicciones al juego con este confinamiento y gracias al acceso a las tecnologías será un problema en el futuro.

Ante esa posibilidad de que la crisis económica que vendrá tras la sanitaria, Arana llama a trabajar aún más en la coordinación de todas las organizaciones e instituciones implicadas en la atención a la drogodependencia y las adicciones, para detectar los casos rápidamente y darles una respuesta eficaz frente a la exclusión social. Además, considera «muy importantes»todas las medidas de índole social que a partir de ahora se puedan aplicar, desde proyectos europeos como Insola (inserción social y laboral), o la renta mínima o renta garantizada, «una ayuda económica para sobrevivir»ante esa falta de empleo y poca perspectiva laboral en el corto plazo.

En cualquier caso, todos coinciden en que se pida ayuda. Por supuesto en el caso de las adicciones que se arrastran desde hace tiempo. «La persona que era impulsiva no va a dejar de serlo en dos meses», observa Rodríguez. Pero más aún si cabe ante los nuevos consumos, para los que Benito recalca que «la primera recomendación es que superen la barrera del miedo y pidan información, serán muchos en los que esta situación ha destapado un problema».