Carlos de la Villa

Aguas Abajo

Carlos de la Villa


Mis canciones

30/12/2022

Sounds of silence. Simon and Garfunkel.

«Gente hablando sin hablar, gente que escucha sin oír». Siempre me han llamado la atención estas palabras incluidas en este himno generacional de 1966. Hablar por hablar, oír sin escuchar. 
Y ahora, casi sesenta años después, me pregunto: ¿Por qué; por qué nadie escucha? ¿Es acaso porque no tenemos ganas de escuchar, nos hemos vuelto sordos, insensibles o es que las ondas no nos llegan?

¿O quizá es porque hay mucho ruido, nos llegan demasiados mensajes, demasiadas opiniones vacías, vendidas al mejor postor, a quien más paga a los voceros que, cual fiel gramófono, repiten la «voz de su amo»?

Digo esto porque ahora que dispongo de más tiempo, he tenido la oportunidad de escuchar a la cada vez más abundante fauna tertuliana, que lo mismo te habla de dietas, de trucos de belleza que te arregla de un plumazo la crisis energética o te brinda la solución inmediata para el conflicto ruso ucraniano. Y al día siguiente, sin despeinarse, te hacen la alineación del equipo local de guiñote o de la selección española de balompié, corrigendo al ignorante entrenador de turno, que no se ha dignado consultarle a él. Al experto en tó.

Y  entre toda esta fauna tertuliana graduada en humanismo, hay ciertos especímenes que me sacan el lado más tierno y compasivo. Son aquellos que despotrican vehementemente contra una ley recién promulgada, o contra un libro recién editado. Y cuando algún otro compadre de tertulia les pregunta que dónde han leído eso, contestan, sin despeinarse, sin pestañear y sin que se les caiga la jeta: no, es que no me la he leído todavía.
Luego nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos que en una cadena de supermercados nos venden huevos fritos envasados al vacío, cuando lo extraño es que no nos vendan, todavía, huevos cuadrados de tertuliano a las finas hierbas.

Hasta que lo veamos, feliz 2023.