Castrillo se harta de los ataques nazis y exige vigilancia

R. PÉREZ BARREDO
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El Ayuntamiento de Castrillo Mota de Judíos considera que la instalación de estos aparatos tendría un efecto disuasor frente a los continuos ataques antisemitas y permitiría identificar rápidamente a quienes los perpetran

Gregorio está indignado por los actos vandálicos que ofenden a su pueblo. - Foto: Patricia

No importa desde qué dirección se llegue al pueblo: todos los carteles anunciadores se hallan vergonzosamente mancillados. El dignísimo nombre de Castrillo Mota de Judíos aparece violado, manipulado groseramente con spray negro para que se lea ese Matajudíos que durante siglos denominó a la villa y cuya connotación antisemita fue extirpada en 2015. Por si fuera poco, el símbolo supremacista de la cruz celta o solar aparece estampado también como un insulto a la inteligencia, a la convivencia, a la paz. Quienes han ultrajado de esta manera el buen nombre de Castrillo no sólo han dejado muestra de su mala fe y su imbecilidad, también de su profunda ignorancia, porque en su insultante deriva han escrito mal el nombre que peores resonancias conserva respecto a la alargada sombre del nazismo que ejerció un genocidio sobre el pueblo judío: en el cartel del hermanamiento con el pueblo de Israel se lee la palabra 'Auswitch' cuando, de haber tenido un mínimo de conocimiento de la historia, habrían tenido que estampar ese 'Auschwitz' que fue uno de los mayores mataderos de seres humanos que el mundo ha tenido. En Castrillo Mota de Judíos la tarde de agosto avanza lenta, con esa quietud que sólo procura la luz del verano, tan limpia que hace que todos los campos segados del entorno brillen como recién pintados. 

Sus vecinos, en torno al medio centenar, están hartos y cansados de los continuos ultrajes que padecen cuando, un día sí y otro también, con premeditación, alevosía y nocturnidad, la villa amanece estigmatizada, víctima de algún vandalismo antisemita.El último, además, pudo haber terminado en tragedia, ya que a los muy analfabetos les dio por quemar contenedores y, de no haber sido por la rápida actuación de unos vecinos, el fuego podría haberse propagado por una finca aneja y de ésta a todo el caserío. Lorenzo Rodríguez, su alcalde y el hombre que lideró el histórico y pionero cambio de nombre, también se muestra indignado y dolido. Su cabreo es ya permanente. Ya son siete los ataques que ha sufrido el pueblo desde que cambió su nombre. «Los ataques suelen coincidir con alguna novedad relacionada con el pueblo. Acaba de llegar una familia judía a vivir al pueblo. Seguro que esta última agresión tiene que ver con eso. Y con que estamos a punto de inaugurar el Centro de Interpretación de la Cultura Sefardí», explica Rodríguez mostrando con orgullo en edificio, una maravilla arquitectónica que es, además, un símbolo, y que aspira a convertirse en un polo de atracción que sólo puede traer cosas buenas al pueblo.

El regidor ha recibido numerosas misivas (anónimas, claro, así es como actúan los cobardes) en las que se le deja claro que los ataques concluirán cuando Castrillo recupere el apellido de resonancias ominosas. «Son delitos de odio. En esas cartas, y en todos los ataques, queda claro eso.Van contra la comunidad judía y contra quienes queremos ensalzarla». Rodríguez no va claudicar ante los intolerantes, pero sí espera algo más de seguridad y de protección.Es por eso que está luchando a brazo partido para que se autorice la instalación de cámaras de videovigilancia, lo que considera la mejor, y casi única, solución para poner freno y coto a los actos vandálicos. Lamenta profundamente que la familia judía que acaba de instalarse en el pueblo haya tenido tan triste y hostil recibimiento. «Hay gente en el pueblo que tiene miedo, que vive esta situación con temor. Esta familia, por ejemplo, no ha querido estos días hablar con ningún medio de comunicación respecto de los ataques. Están haciendo mucho daño al pueblo en todos los sentidos, al margen del coste económico que tiene cada ataque para las arcas municipales.Y todo esto ahuyenta y complica la intención de que otras familias judías vengan a vivir al pueblo, y eso que tenemos numerosas peticiones».

Lorenzo Rodríguez, alcalde de Castrillo Mota de Judíos, junto a uno de los carteles insultantemente pintarrajeados. Lorenzo Rodríguez, alcalde de Castrillo Mota de Judíos, junto a uno de los carteles insultantemente pintarrajeados. - Foto: Patricia

La primera denuncia por estos actos de odio se produjo en 2016 y a punto está de celebrarse el juicio. «Son grupos neonazis de fuera, posiblemente de Madrid. Creemos que la instalación de las cámaras acabaría con esto. Sería muy fácil localizar a los autores. La Guardia Civil está haciendo un gran trabajo, pero no siempre es sencillo cogerlos, aunque esperemos que estos últimos sean pronto identificados. Esperamos que la Delegación del Gobierno dé el visto bueno, nos consta que se está estudiando. Hemos escrito también al presidente del Gobierno y al rey. Tenemos hasta una empresa judía que se ha ofrecido a costear la instalación de las cámaras.Sólo estamos esperando a que se nos autorice». Lorenzo Rodríguez admite que el último ataque, con la quema de contenedores, le resulta especialmente preocupante. Cree que es una línea roja la que se ha traspasado. Y muy peligrosa. «Podía haber terminado muy mal si el incendio no se apaga a tiempo. Se podían haber incendiado las eras y un pajar lleno de leña que hay al lado. Así que hay gente que tiene miedo», asume.

Cansancio y enfado. Montse, una de las vecinas de Castrillo, dice no tener miedo, pero sí reconoce que está cansada y cabreada por los ataques. «Nosotros no hacemos nada malo. Pero es triste que se nos conozca por estas cosas», señala. En el mismo sentido se pronuncia David, otro vecino. «Lo del fuego fue una pasada.La verdad es que es lamentable todo lo que está pasando», señala. «A mí me disgusta mucho», tercia Francisco Javier frente a otra pintada ofensiva que puede leerse en uno muro del pueblo. «Son unos terroristas y unos provocadores», apostilla Gregorio, natural de Castrillo y residente en Madrid, que se muestra ofendidísimo por las pintadas que mancillan el buen nombre de su pueblo. «Me duele mucho y creo que la mejor solución sería la de las cámaras de vigilancia», subraya. Yoli, otra vecina, afirma sentir sobre todo «rabia» por lo que está pasando. «Es que es algo que no se puede entender. Este es un pueblo tranquilo y acogedor, que abre las puertas a todo el mundo. Es muy triste».

Castrillo, que esta misma semana se ha sumado a la Alianza Internacional para el recuerdo del Holocausto en un acuerdo de Pleno, está recibiendo todo el apoyo de la comunidad judía internacional, que desde 2015 tiene sus ojos puestos en este pueblo burgalés. Hasta la prensa internacional, de Israel a Estados Unidos pasando por Gran Bretaña, se ha hecho eco de los últimos ataques. Lorenzo Rodríguez quiere que una fundación sea la que gestione en adelante el Centro de Interpretación de la Cultura Sefardí y cuantas iniciativas se relacionen con la comunidad judía «porque esto ya se le hace grande al Ayuntamiento». No tiene miedo Rodríguez, que afirma orgulloso que se han registrado nuevos empadronamientos en el pueblo mientras la despoblación desangra a la mayoría de las localidades de esta tierra. Es consciente, además, de que la relación de Castrillo con la comunidad judía es una apuesta de presente y de futuro para el pueblo en ese sentido.Así que lo tiene claro: no cederán ante ninguna amenaza.