Parece que suenan tambores y clarines electorales por estas tierras. Y los líderes de un lado y de otro han empezado con los besapiés y triduos habituales antes de que la procesión se imponga a la profesión. De político, digo. En el fondo, la Semana Santa tiene sus simetrías con las campañas electorales. Un concentrado del tronar de tambores y trompetas que, con la magnificencia del envoltorio, suele pasar por encima del fondo: las creencias y sus valores.
Este viernes se celebró el 90 aniversario del derecho de sufragio de las mujeres, gracias a pioneras como Clara Campoamor. Y, en estos preámbulos, intento ponerme siempre en el papel de los y las que tendrán que meter la papeleta en la urna más pronto que tarde. Qué lejos quedan aquellas campañas que recorrían nuestras calles a golpe de megáfono, tapaban las marquesinas y paredes de caretos sonrientes y concentraban en los polideportivos a los devotos como si actuara Alejandro Sanz. En su día nos hartaron. Hoy casi las echo de menos.
Ahora la política es un álbum de Instagram, vacuo y falto de contenido. ¿Programas electorales? ¿Promesas por cumplir? Ni hacen falta, ni se esperan. Solo hay que encontrar el golpe de trompeta adecuado para que el ‘ecce homo’ político conmueva al elector. Para lograrlo, nuestros aspirantes están en tantos sitios en un solo día que parece que su don de la ubicuidad es inversamente proporcional a su capacidad teatral.
Vale todo. Hoy será un Domingo de Pasión para el aspirante Pablo Casado (mañana será para otro de otro partido). Atronarán los aplausos en Valencia, seguro. Palmas que olvidarán que estos días, el joven Casado se ha paseado del brazo de Rajoy, «nuestro legado» (¿no habíamos cerrado y hasta puesto a la venta ese legado?), ha alabado el «perfil» de Nicholas Sarkozy (condenado al día siguiente por corrupción), charlado con José María Aznar («no me arrepiento de nada, nunca») e invitado a Vargas Llosa, para quien «la libertad vale menos que votar bien» (¿?).
Hay que tener unas enormes tragaderas éticas (o ninguna) para moverse por ese alambre tan poco estable. Por cierto, en todo este vía crucis, ni una sola mujer. Hay que volver a la nostalgia de los discursos de Campoamor para encontrar argumentos y aguantar nuevas Semanas de Pasión política.