La Policía más humana

F.L.D.
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El cuerpo municipal acoge en sus instalaciones a una familia georgiana que tuvo que huir de su país por la amenaza de la violencia y que está a la espera de que el Estado les conceda el asilo

La Policía más humana - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Hace cinco meses, Tornike y Salome Giogadze cogieron a sus dos hijos y huyeron de Georgia. La violencia que vivían a diario en su país desde hacía unos años era ya insoportable. Un intento de asesinato al cabeza de familia fue la gota que colmó el vaso. Ayudados por una ONG, llegaron a Valencia, donde han residido desde entonces. El problema es que ni en la capital levantina, ni en ninguna ciudad cercana, podían tramitar la solicitud de asilo político. Solo consiguieron cita en Burgos, donde llegaron hace un par de días sin dinero ni un lugar donde residir. Las puertas que fueron tocando se cerraron y solo les quedó acudir a la Policía Local. El cuerpo municipal les cobijó la primera noche en su gimnasio y les ha conseguido, en colaboración con Servicios Sociales, un alojamiento hasta finalizar la petición de protección internacional. 

El asilo político es el clavo ardiendo al que se agarra la familia Giogadze para no volver a Georgia. «Tenemos a nuestros padres y hermanos allí, pero no podemos volver. Hay demasiada violencia, no es un entorno seguro para nuestros hijos», lamenta Salome con semblante triste. La sensación de desamparo les acompaña desde que abandonaron Tbilisi, la capital de su país de origen. Tornike llevaba tiempo sufriendo amenazas. «Trabajaba en una empresa de venta de piezas de vehículos y la situación se había puesto fea con el covid», narra. Tanto, que un cliente que se negaba a pagarle comenzó a hostigarle e incluso llegó a dispararle con una pistola. «Por suerte, falló», añade.

«Ni mi mujer ni mis hijos podían estar en esa situación. Pedimos ayuda y una asociación nos llevó a Valencia», cuenta el patriarca. El matrimonio y sus dos retoños de 6 y 4 años han permanecido en la capital delTuria desde principios de este año. Han intentado aprender castellano a marchas forzadas y han conseguido cubrir sus necesidades básicas. Pero su permiso de residencia, que caduca dentro de poco, es de turista y eso es insuficiente tanto para quedarse a vivir como para trabajar.

La necesidad les trajo a Burgos el pasado martes. Su ángel de la guardia fue la Policía Local. Varios agentes acompañaron a esta familia a diferentes lugares de acogida, donde recibieron negativas por diversos motivos. La principal: no acogen a menores de edad. La solución que encontraron desde el cuerpo fue habilitarles el gimnasio de las dependencias de la avenida de Cantabria para que pudiesen pasar allí la noche. Contaron, además, con la colaboración de la Nacional, que les prestó mantas y colchonetas para que los cuatro pudiesen dormir cómodos. Una mesa de ping-pong y varias pelotas hicieron las veces de distracción para los más pequeños, que jugaban ajenos al drama que intentan solventar sus padres. Unos padres que, sin poder ocultar su tristeza, cambiaban el rostro al hablar con ellos para así lograr que el trago fuera menos amargo. 

El futuro de los Giogadze pasa ahora por la decisión que tome el Estado tras la solicitud que tramitarán entre hoy y mañana. La Unidad para la Diversidad de la Policía Local y los Servicios Sociales se hicieron cargo de ellos durante sus estancia en Burgos. Consiguieron que Tornike duerma, hasta el próximo lunes, en el albergue de Cáritas y San Vicente de Paúl se hará cargo de los gastos de las pernoctaciones de Salome y los niños en un hostal. Después, volverán a Valencia, donde siguen inmersos en un programa de acogida. 

En los últimos cuatro años se han contabilizado más de una decena de peticiones de asilo político de ciudadanos georgianos en Burgos. Tornike y Salome reconocen que la incertidumbre por la invasión rusa en Ucrania ha empeorado la situación en su país.