De toda la polémica levantada por la trama de corrupción 'del mediador' o del 'tito Berni', lo que más me llama la atención es la implicación de un general de la Guardia Civil. Y eso por varios motivos.

En primer lugar, porque para mí la Guardia Civil es el paradigma de la incorruptibilidad, del servicio sacrificado al orden. He vivido toda mi juventud en lo más profundo del País Vasco y he visto cómo eran insultados, humillados,… asesinados. Y he visto cómo aguantaban, en silencio pero firmes, cumpliendo su misión, recluidos en sus casas cuartel. ¿De dónde sacaban la fuerza para resistir? De su sentido del deber, de la obediencia al superior. Que uno de sus generales -nada menos- manche el prestigio de todo un Cuerpo me parece muy triste.

En segundo lugar, por el grado de degeneración. Comisiones económicas, consumo de drogas, prostitución. Es lo que pidió el general a cambio de sus servicios, un 'churumbel'.

En tercer lugar porque esto desautoriza moralmente a la Institución. Cuando localicen a un ladrón, a un proxeneta o a un traficante de drogas, como acaban de hacer en Burgos, ¿con qué autoridad lo van a hacer? 

En cuarto lugar, y más importante: los que corrompieron al general fueron los políticos. En una institución tan fuertemente jerarquizada como es la Guardia Civil, que tiene carácter militar, cuando tienes 'cogida' a la cúpula, tienes a tu disposición todo el Cuerpo. Por tanto, a partir de ese momento, la Institución ya no sirve al bien común, sino al interés de ese partido. No hace mucho tiempo hemos escuchado -atónitos- a un altísimo cargo de la
Guardia Civil decir públicamente que perseguirían al que criticara al gobierno.

Dentro de poco veremos los pasos de Semana Santa. Y a la vera de uno de ellos, acompañándolo, protegiéndolo, la Guardia Civil. La Guardia Civil, la de a pie, no merece lo que le están haciendo algunos de sus jefes.