"Un jardín clásico, como el Generalife de Granada"

R.P.B.
-

Rescatamos el diseño que el paisajista uruguayo Leandro Silva proyectó para el parque de la que es hoy plaza del Rey. Un espacio pensado para que el ciudadano fuese partícipe y no espectador

Los juegos del agua se crearon para recreo e interacción de la gente. - Foto: Ángel Ayala

El uruguayo Leandro Silva fue uno de los paisajistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Tras afincarse en España a finales de los años 60, numerosas ciudades del país le encargaron proyectos que hoy constituyen reclamos turísticos de primera magnitud por la belleza de sus creaciones: Murcia, Mallorca, Cádiz, Segovia, Las Palmas, Madrid (ciudad en la que, además de diseñar numerosos parques y plazas, restauró el Real Jardín Botánico, una oda visual, edénica). También Burgos, a comienzos de los años 70 -con visión de futuro y con extraordinario gusto-, contrató sus servicios para diseñar un parque en la conocida hoy como plaza del Rey, aunque los burgaleses siempre lo denominaran parque de la Cruz Roja, o de las Fuentes. ¿Qué hubiese pensado Silva, fallecido en el año 2000, del lamentable maltrato al que sucesivos gobiernos municipales han sometido a su creación burgalesa? Ese olvido miserable contrasta con el entusiasmo y la delicadeza con la que el paisajista explicaba su proyecto, donde volcaba la filosofía que impregnó siempre sus obras. 

"La zona tratada para su ajardinamiento y ornamentación se ha concebido de tal forma que, alejada como se encuentra del tráfico rodado, al emerger a la misma surge una caminería orgánica, partiendo de los puntos de mayor afluencia de los peatones, que nos conduce a la plaza propiamente dicha, la cual ha sido valorada totalmente para el exclusivo uso del peatón que se sumerge en el paisaje y pasa a formar parte de él en lugar de ser un simple espectador, encontrándose al entrar en la zona a modo de antesala de lo que luego va a ocurrir: una pequeña fuente de 5 metros de diámetro que más tarde culminará en la impresionante magnificencia de 90 surtidores de agua en forma de chorros verticales y borbotones de agua en turbulencia agrupados en forma no uniforme y claramente asimétrica en cinco grupos que dejan unos paseos intermedios de fácil acceso que permiten el total acercamiento del agua al espectador, convirtiéndose así los juegos de agua en paisaje al alcance de la mano y no en espectáculo visual alejado, en el que el sujeto es mero espectador pero no partícipe". ¿No es una propuesta maravillosa?

Silva fue, además, un visionario, cuestión que se observa cuando habla de la importancia de la luz: "La potenciación del valor artístico así como de los valores plásticos y estéticos de la misma no puede concebirse sin una adecuada iluminación, ya que la luz es el único medio de comunicación que permite que el observador penetre en la obra que contempla. Esto es mucho más importante en los días en que vivimos, en que las prisas y afanes de cada día nos roban asimismo el tiempo imprescindible para la contemplación, meditación y goce del espíritu". Ahí es nada. 

Pero el diseñador ahonda aún más en la integración del hombre en el paisaje y viceversa, en las bondandes de esa simbiosis y en la trascedencia de la luz: "Es posible que no exista humano que no desee gozar extasiado del maravilloso espectáculo de un amanecer radiante, del estallido de color del mediodía a través de los mil tonos cambiantes de una exuberante vegetación, de la suave luz de un atardecer a través de los árboles o de la infinita gama de fuertes colores primaverales y pardos tonos del otoño. Sin embargo, para la gran mayoría está vedado el disfrute de tanta belleza por impedírselo sus obligaciones y solamente le es posible disponer de tiempo para esta contemplación a horas tardías en que la noche cubre con su negro manto toda esta belleza. Por ello, la iluminación de los parques y jardines, valorando cada uno de sus componentes para potenciarlos adecuadamente cuando el sol está en su ocaso, es hoy una exigencia social que permite descubrir las bellezas descritas a la mayoría, ejerciendo así un efecto benéfico sobre sus sentimientos, proporcionándoles un confortable lugar de descanso para las fatigas del cuerpo y del espíritu".

Y el prodigio del agua. En la memoria del proyecto, el arquitecto uruguayo destaca también la importancia de las fuentes ideadas para este espacio. "Los juegos de agua se han concebido en el sentido de que el usuario no sea mero espectador sino que participe en el espectáculo, cuyo principal carácter de recogimiento se consigue dando al conjunto arquitectónico la forma de plato. El agua, por su propia ambientación, condiciona el paisaje de forma que los viandantes formen parte del conjunto, alejándonos de las tradicionales fuentes renacentistas, de los jardines geométricos a la italiana y acercándonos más a los grandes complejos de los parques árabes y barrocos, donde las pilas se convierten en depósitos y los surtidores en cascada, pretendiendo conseguir una fuente ornamental al estilo de los juegos de agua que apreciamos en la Alhambra de Granada, con refinadas realizaciones ambientales basadas en la valoración del agua como elemento integrante de la arquitectura".

Como remate a su moderno proyecto, confesaba el artista: "Hemos tratado de concebir un jardín propio del periodo clásico, como por ejemplo, el Generalife de Granada en que junto a las fuentes y los lagos aparecen paseos, árboles y setos que potencian el colorido del conjunto, componiendo un paisaje rico en lejanas perspectivas y de tranquila intimidad". 

Y nos lo hemos cargado impunemente.