Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


La Cultura

16/03/2022

En un reportaje sobre la vida en la Ucrania de estos días, leo sobre la supervivencia de un matrimonio con 85 y 86 años. Él no puede levantarse y dice el periodista que no hablan de guerra. Hablan de viajes, literatura, arte, libros... Él había trabajado en el mar; ella como bibliotecaria muchos años en Kiev. En una fotografía se ven libros llenando distintas estanterías que cubren la pared sobre la cama del anciano marinero y también hay referencias a un cuadro de Marchuk además de otro hecho por ella en el que homenajea a Tarás Shevechenko, pintor del XIX, poeta de la vida y de la realidad del pueblo ucraniano, la principal referencia de su sentimiento, lengua y cultura. El matrimonio pasa estos días así, ahí, esperanzado de no tener que abandonar ese pequeño apartamento en el que se ha construido y alimentado toda su vida en torno a mares, viajes, arte y lecturas.

En una entrevista en la radio, he escuchado responder a un joven ucraniano, hablando sobre su vida de refugio subterráneo, como carece de todo, hasta de la noción del tiempo en distintos momentos, y exclamaba «ayer, hablando con otro, no hablábamos de guerra; hablábamos de arte». Y lo decía como si se sorprendiera él mismo de hablar de algo que no fuera la situación que había que soportar; lo decía, a la vez, como si le llenara de esperanza esa capacidad que tenemos para buscar siempre los cauces que te proponen la emoción pura de la vida.

En otra noticia, en televisión, veo cómo un grupo de músicos toca y llena la atmósfera de piezas tradicionales. Lo hacen sabedores del poder que el ritmo, las pausas y los tonos de las notas musicales tienen para transformarnos perforando las capas que envuelven nuestra alma de forma similar a como la piqueta del arqueólogo excava hasta encontrar el tesoro guardado. Las interpretan junto a las trincheras que rodean la Ópera de Odesa, esa ciudad símbolo cultural en Oriente en la que se creó el primer aparato para ver imágenes en movimiento; donde a principios del XX, cuando todavía pertenecía al Imperio Ruso, se ubicó el primer estudio de cine; la ciudad de la escalera Potemkin (El acorazado Potemkin, Eisenstein, 1925) homenajeada después en otras películas también memorables.

Dentro de las noticias de guerra, me esfuerzo en fijarme mucho en estas que subrayan el poder de la cultura. Proporcionan aliento. Y dan esa emoción y alegría que también es venganza y desprecio contra la maldad de los estúpidos.