Ir a casa por un verdadero campo minado

I.M.L. / Aranda
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Los vecinos del camino de La Azucarera, en Aranda, están hartos de sufrir el estado de esta vía rústica

Los propios vecinos han hecho una serie de fotos de noche y con los focos de un vehículo para que se aprecie mejor la alta concentración de socavones en el camino. - Foto: R.G.

Vivir en el campo no debería ser sinónimo de tener que viajar en el tiempo hasta la época en la que los medios de transporte no iban más allá de los caballos o animales de tiro. Pero a eso están casi obligados los que residen, de manera habitual o por temporadas, en las fincas que hay en el camino de La Azucarera de Aranda. Desde que se abandona la N-122, a la altura de la conocida como curva de La Amable, tienen que prepararse para notar cómo sufren los amortiguadores de sus vehículos o sus muñecas por los continuos giros de volante que están obligados a hacer para no caer en un socavón.

Esta es la denuncia que lanzaron hartos de soportar este estado. «Aquí vive gente, además de los que utilizan este camino para hacer ejercicio, pasan andando o en bici, pero lo tienen que hacer esquivando los agujeros que hay a cada paso», asegura Roberto, que tiene una finca en las inmediaciones. Él es de los que residen en las inmediaciones de este camino algunos fines de semana y por temporadas, pero tiene vecinos que tienen ahí su vivienda habitual. «No es un camino, es un lugar donde reside gente todo el año y es imposible circular por ahí, es toda una aventura llegar hasta casa», remarca. 

La solidaridad vecinal ha servido, en múltiples ocasiones, para paliar este rosario de baches y agujeros en el camino. «Un vecino suele echar algo de zahorra o similar en los huecos pero eso no es suficiente, a pocos vehículos que pasen termina todo igual que al principio», apunta Roberto que, a modo de portavoz de los vecinos y usuarios de la zona, pide al Ayuntamiento de Aranda que haga algo. «Con que pasase una vez al año una máquina para nivelar el camino sería suficiente, pero hace años que aquí no se hace nada», lamenta.

Una demanda a la que se suma otra vecina, Teresa, de las que viven allí de manera habitual, apelando a que ella aporta a las arcas municipales igual que los demás vecinos. «No pido agua, ni recogida de basuras, ni luz porque es suelo rústico pero pago mi IBI igual q cualquiera del casco urbano, y solo pido que arreglen el camino, como camino, no que me lo asfalten ni que me pongan farolas, simplemente un camino para poder pasar porque ahora mismo esta intransitable», argumenta su petición, consciente de que reside en un entorno natural.

Este año, la Concejalía de Medio Ambiente se ha gastado 153.000 euros en arreglar hasta diez caminos rústicos de la capital ribereña, pero el concejal responsable, Carlos Fernández, reconocía que esta partida reservada en los remanentes de tesorería era insuficiente para cubrir todas las necesidades y demandas de los usuarios de estos caminos. «En el estudio que hemos hecho en el Ayuntamiento se refleja que haría falta más de millón y medio de euros para arreglar todos, algo que no se puede hacer de una vez», especificaba el edil, que ponía de manifiesto que «la intención es ir reservando cantidades similares para actuar por lotes en todos los caminos para acabar arreglando todos».