Verano en la ciudad

MARTÍN G. BARBADILLO
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"La cosa funciona así: cuando terminan las fiestas de San Pedro, se produce una estampida; a principios de agosto, de los que quedan, se escapa otro buen puñado y, en las fiestas de mediado ese mes, no quedan ni las ratas"

Calles del centro vacías. - Foto: Luis López Araico

¿Qué es? Nos referimos a pasar los meses de estío en Burgos capital, una ciudad tan íntimamente unida al frío que no sabe cómo resultar seductora en verano.

Edad. Las vacaciones pagadas, y, por tanto, la posibilidad de elegir entre ir a algún sitio en verano o quedarse en el que se vive, fueron aprobadas en España por la Segunda República en 1931 (una semana), pero no se generalizaron hasta los años 60.

¿Qué ofrece Burgos en verano? Ante todo, mucha calma. Demasiada. No está claro si no hay cosas porque no hay gente, o no hay gente porque no hay cosas que hacer.

¿Cómo? La ciudad es un erial en julio y agosto. Ya te expliqué otros días que, por los movimientos migratorios del siglo pasado, casi todo el mundo tiene pueblo y está en esta misma provincia. Lo tiene y lo usa, sobre todo en verano; se pasan temporadas o, si no está muy lejos, se va y viene a trabajar cada día. Como también te conté, tenemos al lado Cantabria, que es para nosotros lo que Mallorca para los alemanes, y otros tantos huyen allí. A esto le sumas los viajes a otros lugares y obtienes el desierto urbano en que se convierte Burgos.

¿Y los turistas? Evidentemente hay muchos más que hace años, pero digamos que en verano prefieren otros destinos. Aunque no fue siempre así.

¿Fue el Benidorm de Castilla? Bueno, era un rollo más Biarritz, salvando las distancias. A principios del siglo XX se puso de moda entre las clases altas madrileñas que huían de la sartén de la capital. Además, pillaba a medio camino de Santander y San Sebastián, lugares de vacaciones de la familia real. De eso, no queda nada.

Pero, ¿cuánto se vacía? No manejo estadísticas, pero tengo ojos. La cosa funciona así: cuando terminan las fiestas de San Pedro, se produce una estampida; a principios de agosto, de los que quedan, se escapa otro buen puñado y, en las fiestas de mediado ese mes, no quedan ni las ratas. Para comprobarlo podrías pasearte por calles céntricas con una boa de plumas y desnudo, y no habría nadie para horrorizarse.

Y si, por cualquier tipo de accidente, he de pasar el verano en Burgos, ¿qué puedo hacer? Sentarte en un banco, probablemente solo, siempre va a ser una opción. Las actividades de ocio no es que bajen drásticamente, se desploman. En julio, en condiciones normales, se celebra el Tablero de Música en la universidad. Los jueves por la tarde se pone hasta arriba de gente bronceada con ganas de ver gente. Luego está el cine: todos los veranos, los Van Golem tienen un ciclo en el que pasan películas del año (en versión original) que no se han estrenado aquí; además, últimamente hay otro ciclo de cine de terror al aire libre en el antiguo Hospital Militar, que es un sitio fabuloso y terrorífico también, precisamente. Puedes ir a las piscinas (las públicas o las de algún club, según quién seas) y... ahora mismo no me viene a la cabeza nada más. De hecho, incluso muchos bares cierran, al menos parte de agosto.

¿Siempre ha sido así? Que yo recuerde, sí. Hace algún tiempo hubo intentos de llenar el estío: se celebró un festival de cine y algunas ediciones de otro de música electrónica que se fueron al hoyo por distintas causas. Y, en los ochenta y primeros noventa, la chavalería podía echar la tarde en algo muy curioso.

¿El qué? El ciclo de cine de terror del Gran Teatro. Era un cine enorme, no te imaginas, que estaba en la calle Vitoria. Por un precio muy ajustado podías ver una película de casquería, sangre y miedo. Se llenaba de adolescentes y jóvenes que no tenían nada mejor que hacer, es decir, todos los que había sueltos en la ciudad. Tenía anfiteatro y desde arriba volaban todo tipo de cosas durante la proyección. El verdadero pánico estaba en la sala de butacas. Era divertido, ibas aunque no te gustase el género y porque estabas harto de estar por la calle sin más.

Estamos a principios de julio y, tal y como me lo has puesto, voy a empezar a hacer la maleta ya mismo. Sin perder tiempo. El declive estival de la capital coincide con la explosión de los pueblos de la provincia. Ahí encontrarás todo lo que echarías en falta en Burgos. Aunque puedes ir donde quieras; está claro que te vendrá bien oxigenarte.

Nos vemos en septiembre. Nos vemos en septiembre.

Si quieres parecer integrado. Únete a la marabunta y deja la catedral a tu espalda.

Nunca, nunca, nunca... Si te quedas, nunca olvides la chaquetilla, el tópico por excelencia, pero es que en un verano no llegarán a cinco las noches en las que no la necesites.