"Burgos es multicolor como escenario de polichinelas"

H.J.
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Así describió la capital burgalesa el escritor italiano Edmundo De Amicis durante su viaje por España en 1871

Portada del libro de De Amicis en el que recorre la geografía española y describe, entre muchas otras, la ciudad de Burgos - Foto: DB

Durante su viaje por España durante el brevísimo reinado de Amadeo de Saboya, que tuvo lugar en 1871, Edmundo de Amicis fue tomando una ingente cantidad de notas que se acabarían convirtiendo en una suerte de libro de viajes, repleto de descripciones tanto del paisaje como del paisanaje. Y en él dedica 31 páginas a su paso por Burgos, donde hizo noche.

Proveniente de Zaragoza y a bordo de un ferrocarril, entra en la provincia por Miranda de Ebro. Allí un paisano cincuentón, mientras esperaba un transbordo, se le acerca y trata de describirle el formidable lío de partidos, familias políticas, subdivisiones y corrientes en las que estaba enfangada la política española en aquel momento.

De Amicis, entre aturdido y adormecido, se monta en otro tren que pasa por Pancorbo y llega a Burgos, y por el camino un pícaro le roba la cartera mientras le va dando palique con las descripciones del paisaje. Y finalmente en Burgos se encuentra con una característica que le sorprende.

La describe como "una ciudad irregular de calles tortuosas y estrechas, pocos edificios notables y la mayor parte de las casas no más antiguas del siglo XVII. Tiene, sin embargo, una cualidad particular que la hace curiosa y genial: es multicolor como uno de aquellos escenarios de teatro de polichinelas (...) Parece una ciudad pintada a propósito para una fiesta carnavalesca con ánimo de reblanquearla después".

Por sus calles se va encontrando con diversos cicerones que le llevan a conocer los lugares cidianos (Santa Gadea, el cofre del arco de Santa María, el solar de la calle Fernán González) y se admira profundamente durante su visita a la Catedral: "Es uno de los más vastos, hermosos y ricos monumentos de la cristiandad. Diez veces puse estas palabras al comienzo de una página, y diez veces me faltó ánimo para proseguir", dice de la seo.

Maravillado también ante los restos del castillo, "enorme fortaleza, antigua morada de los reyes", lamenta sin embargo no haber visto "otra cosa que monumentos, cicerones y soldados, porque las castellanas, amedrentadas con la lluvia, no habían osado aventurar los piececitos en las calles. Así que me quedó un recuerdo casi triste de aquella ciudad", remata en un giro sorprendente de su relato.

Con las mismas, De Amicis tomó al día siguiente un tren camino de Valladolid para recorrer las "llanuras vastas y despobladas" de las Castillas. Se llevaba de Burgos "lo pomposo de sus colores y la magnificencia de su catedral", además de todo un encuentro imperial.