No importa el lugar, sino las ganas de feria

F.L.D.
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Los 'barraqueros' y vendedores ambulantes vuelven a los Sampedros y estrenan emplazamiento con ilusiones renovadas

Florencio Hernández, Lara Ortega y Jesús Muñiz, feriantes. - Foto: Alberto Rodrigo

Un feriante sin festejos populares está condenado a cambiar de oficio. Algunos lo hicieron, de hecho, cuando vieron que la pandemia no les daba tregua. Otros decidieron aguantar el chaparrón, sabedores de que tarde o temprano volvería a salir el sol. Y parece que este año es un nuevo amanecer. El momento preciso para resurgir, levantarse de los golpes, sacudirse el polvo y volver a la carretera. Fiestas como los Sampedros, encuadradas en junio, suponen para muchos el pistoletazo de salida de un periodo repleto de paradas. Para algunos 'barraqueros', y también vendedores ambulantes, es un clásico en su calendario. Para otros, un nuevo punto cardinal. El destino ha querido que estos empresarios retomen su actividad en nuevos lugares, a veces polémicos. Pero no quieren entrar en ello, sino centrarse en lo importante: que la gente se acerque a verlos. 

«Si no vienen, tendremos que ir a buscarles», bromea Florencio Hernández, feriante propietario de una atracción de autos de choque que pretende convertirse en uno de los puntos neurálgicos del recinto, que este año se ubica entre el polígono de Villalonquéjar y Villatoro. «No importa el lugar, sino las ganas de pasarlo bien. Si la gente quiere, seguro que se acercarán estos días», vaticina esperanzado. Su compañera Lara Ortega, con la que comparte procedencia -ambos son de Logroño-, coincide con él. «Tenemos confianza en que los burgaleses van a apostar por venir a la feria. Siempre damos un plus a los festejos». 

El coronavirus, confiesan ambos, les ha hecho mucho daño. «Veíamos el panorama y no sabíamos qué iba a ser de nosotros el día de mañana», señala Hernández. Ya el pasado año, con la celebración de algunos actos en alguna que otra ciudad y, sobre todo, este 2022, parece que su negocio comienza a reflotar. Ahora los problemas son otros. Como ocurre en otros sectores, hay carencia de profesionales específicos. «Hay mucha gente que ha dejado este mundo. No encuentras montadores, ni mecánicos, por ejemplo. Y luego hay mucha falta de vocación. No creo que haya relevo generacional», lamenta Florencio. 

Jesús Muñiz también se muestra optimista, pero deja entrever su lado más crítico. «Creo que donde estábamos era el mejor sitio para la feria. Hay veces que nos ponen demasiadas pegas cuando lo único que hacemos es ganarnos la vida, pero yo tengo confianza en que los burgaleses respondan», sentencia. 

También han cambiado de emplazamiento los vendedores ambulantes. En esta edición de las Fiestas Mayores de Burgos se ubican los puestos de mercadillo en la plaza Virgen del Manzano, en el corazón de la ciudad. Pese a estar en un lugar privilegiado, los empresarios reconocen que también estaban más cómodos con el resto de feriantes en el Polígono Docente. «Si nos pusiéramos en el Paseo de Atapuerca sería perfecto. Creo que vendría más gente, puntualiza Pedro Jiménez, que desde hace años participa tanto en los festejos como en los mercados puntuales de la ciudad y provincia.

Lleva media vida vendiendo en su puesto ropa para mujer. La crisis sanitaria también le hizo mucho daño. Tuvo incluso que reinventarse, aprovechar las redes sociales para mostrar sus productos ante la ausencia de citas ambulantes. Pero no era suficiente. Para él, las fiestas son el mayor trampolín. «Hemos echado de menos las fiestas porque es cuando más vendemos. En el último Curpillos lo hemos comprobado. Estoy seguro de que estos Sampedros también van a ser muy buenos para los comerciantes, pese al lugar», se aventura esperanzado.