Niños y mozos: decoro (Niños y mozos de coro)

GUILLERMO DÍEZ
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Formar parte de los 10 ó 12 elegidos de este selecto grupo no era un juego. Se trataba de algo muy serio que tenía importantes consecuencias en el futuro

Dibujo de Nieves Ibáñez y Miriam Sanchón sobre un original de Néstor Pavón en el lugar de ensayo.

Los juegos de los niños han dado pie al juego lingüístico; al fin y al cabo somos mamíferos, y jugamos... Una buena parte de nuestro aprendizaje se basa en el juego, sobre todo durante la infancia. En épocas anteriores en las que no había televisión ni pantallas interactivas, los juegos eran de otro tipo y posiblemente mal entendidos en nuestros tiempos: son numerosos los documentos del archivo catedralicio en los que se piden cambios en sus comportamientos a niños y mozos.

Tras la Navidad de 1663, por ejemplo, el cabildo les recuerda que se comporten como deben, pues durante las celebraciones litúrgicas de esas fiestas se han excedido en las manifestaciones de alegría. Unos siglos después, el 7 de enero de 1848,  después de las Misas de Gallo -o de los pastores- y de Reyes, el cabildo «prohíbe el canto irregular y el que se toquen instrumentos que excitan la risa» dado el mal comportamiento de los niños del coro que, «privados de razón, han hecho cosas escandalosas ajenas de la gravedad del culto y que quitan la devoción». Se propone la expulsión del colegio «al niño que contraviniere».

Un 14 de febrero de 1868, los dos mozos de coro más antiguos, son expulsados por haber salido del colegio, después del toque de campana, saltando del balcón al jardín y de éste a la calle al menos en diez ocasiones, habiéndoseles visto vagando por plazas y calles en altas horas de la noche.

Imagen actual de la casa donde vivían los niños y mozos del coro, en la calle Nuño Rasura.Imagen actual de la casa donde vivían los niños y mozos del coro, en la calle Nuño Rasura.

Y es que esto de ser niño o mozo de coro, no era un juego: se trataba de algo muy serio que solía tener consecuencias importantes en el futuro.

La mayoría de estos chavales, tras pasar unos diez años internos en el colegio, salían con una valiosa formación -no sólo musical- que les permitía encontrar buenas salidas laborales (entre ellas impartir clases, consolidarse como ministriles -instrumentistas o cantores- en alguna catedral, o culminar como maestros de capilla), además de haber tenido cubiertas sus necesidades desde la infancia hasta el inicio de la juventud. Esto no era una broma en el medioevo; ni después... 

Solían ser alrededor de doce entre niños y mozos. Cuando quedaban plazas vacantes, el maestro de capilla solicitaba al cabildo la admisión de un número determinado de niños. Propuestos por sus padres, tutores o por algún miembro del cabildo, los aspirantes eran examinados para comprobar sus cualidades:

A principios de agosto de 1879 se reciben 11 solicitudes de niños pretendientes a una plaza. Se propone probarlos para conocer la calidad de sus voces, empezando por los más pequeños. Pero ninguno de ellos aportaba las condiciones necesarias. El cabildo acordó que el rector del colegio «trate de buscar quien reúna las dichas condiciones por los medios que su discreción le aconseje». 

A propuesta del maestro de capilla, finalmente, el 31 de octubre es aceptado, casi como regalo en su reciente noveno cumpleaños, Rafael Calleja Gómez (1870-1938), quien años más tarde compondría la música del himno a Burgos. 

La música no era su única labor. Se les facilitaba la educación personal y el estudio de la gramática. Así ya a principios del siglo XIV, junto a la puerta del Sarmental, la escuela de Gramática atendía sólo a los niños de coro, realizando la función de una enseñanza primaria. Sus maestros vivían en dependencias cercanas, junto al palacio arzobispal.

En el siglo XVI, por indicación del Papa León X, la enseñanza de la Gramática se hace extensiva a clérigos no instruidos anteriormente y a muchachos -entre los 12 y 18 años- preferentemente si se encontraban en situaciones de pobreza. Se trataba de una importantísima labor social y en la época era equiparable a una enseñanza secundaria. 

Los niños y mozos de coro asistían a los oficios litúrgicos e intervenían en ellos tomando parte activa en el canto. También eran requeridos con frecuencia para que actuaran en determinados lugares y fechas: 

El 18 de enero de 1425, un freire del hospital del Rey y el procurador del comendador acudieron al cabildo para entregar el vino y la fruta que no dieron al obispillo de los Inocentes ni a los beneficiados y mozos de coro que le acompañaban.

El 27 de octubre de 1308, el obispo de Burgos instituye las capellanías de Santa Ana y San Bartolomé, solicitando, entre otras cosas, un grupo de 10 mozos de coro que se dotaría con un juro de 2.000 maravedíes otorgado por Fernando III, proveniente de lo que paga el concejo de Burgos por el portazgo y martiniega. (Portazgo: Antiguo impuesto existente en el reino de Castilla. Lo pagaban los caminantes que pisaban tierras del rey o quienes realizaban ciertas transacciones en los mercados. Martiniega: es el impuesto más antiguo de Castilla. Se pagaba el día de San Martín. Se exigía a los campesinos cuando comenzaban a labrar un terreno no cultivado anteriormente).

Y hablando de dineros, el mantenimiento del colegio no siempre fue fácil, teniendo muchos altibajos. Cuando el cabildo se reunía, comenzaba con la aportación de alguna cantidad. Una forma más de financiación, fue la de asignarle algunas posesiones que se pudieran arrendar (Nuño Rasura, Pozo Seco, tierras en pueblos cercanos...) y así percibir unos ingresos que aseguraran su funcionamiento. En tiempos de bonanza incluso llegó a prestar dinero a otras instituciones para sus necesidades.

En julio de 1450 se nombra un procurador de la mesa capitular para que pueda cobrar los maravedís que se deben a los mozos de coro por distintos préstamos. El 28 de julio de 1486 Se da poder al mayordomo «para recaudar las rentas de los mozos de coro e para destribuir lo que así recibiere y fuese a su cargo y como conveniere que los dichos mozos sean aprovechados».
En algunas épocas, el maestro de capilla tenía la obligación de colaborar: el 3 de noviembre de 1780 se le informa de que ha de contribuir al colegio de Mozos de Coro con 1.000 reales anuales. El 4 de julio de 1796 se aprueba que se utilice el sobrante de dinero que tiene el colegio de mozos de coro para hacer en él obras de reforma.

Pero también hubo épocas de extrema pobreza, sobre todo en el s. XVI, por diversos motivos:  Muchas familias dependen de la caridad de las instituciones. Viven labrando pequeñas tierras que les son cedidas a cambio de rentas que pagan como pueden; a veces lo pasan tan mal que apenas les da para vivir y solicitan que se les perdonen los pagos.

El 23 de junio de 1600, tras una visita de algunos canónigos al colegio de los mozos de coro, han observado que éstos «están muy desnudos y rotos y sin género de vestido y zapatos, y tales que es lástima cuales están, y hay grandísima necesidad de remediarlo y mirar por aquel colegio».

Un siglo con excesivos impuestos en un ambiente de conflictos constantes deja graves secuelas en un «reyno pobre y destruydo» que cuando parece rehacerse por medio del comercio, es azotado violentamente por la peste.

Jerónimo de Salamanca, alcalde mayor de Burgos, conocido favorecedor de los pobres, escribió en 1597: «De la peste del año 65 comenzó todos los daños que esta ciudad tiene, pues murieron en ella doze mill personas, y allí comenzó su declinación». La quiebra de la hacienda real, el hundimiento del mercado de la lana, plagas de langosta, fríos inviernos, hambruna, varias epidemias de viruela que reducen a la mitad el número de niños y hasta un huracán que arrasó la ciudad produciendo enormes daños -muy graves en la catedral- el 16 de agosto de 1642.

Al día siguiente, el notario apostólico, da testimonio de los desperfectos que una tempestad y torbellino ocasionaron el día de San Roque a las siete y media de la tarde, en la catedral, con la caída de las pirámides del crucero y derrumbe de bóvedas. En menos de un cuarto de hora cayeron los ocho torreones del crucero. 

Y se acuerda avisar del suceso al rey, al conde-duque de Olivares, al condestable Bernardino Fernández de Velasco, a su hermano el marqués  del Fresno, y Juana de Velasco, hija del condestable.

Son muchos los documentos, durante meses, en los que se detallan las ayudas recibidas desde numerosos y, a veces, lejanos lugares. 

Un período dramático se producía en la adolescencia durante el cambio de la voz... Si tenían cualidades, mientras su voz inestable no les permitía cantar, comenzaban el estudio de algún instrumento musical. Era el paso de niños a mozos. Este nuevo estado traía también buenas consecuencias materiales: los mozos solían percibir algunas cantidades de dinero por sus intervenciones en los oficios litúrgicos. 

Finalmente, a partir de los 18 años, llegaba el momento agridulce -por temido y también deseado- de abandonar el colegio. Recibían del cabildo un certificado en el que constaban datos sobre las enseñanzas recibidas, número de años de estancia y conducta. Esto era un aval de mucho peso a la hora de encontrar un trabajo.

El 9 de junio de 1865, un mozo de coro se despide del colegio y solicita por escrito a este cabildo que admita su renuncia a permanecer durante más tiempo en dicho colegio ya que necesita procurarse una carrera con porvenir. 

Unos marchaban definitivamente -a veces para volver con sus familias porque no residían en Burgos-, otros pasaban al coro mayor de la catedral o quedaban como ministriles, enseñando también a los niños, y quienes más habían destacado eran llevados a la universidad de Palencia, donde profundizaban en sus estudios para más tarde presentarse a las oposiciones de maestro  de capilla, organista, chantre...

La casa en la que residían los niños y mozos de coro, propiedad del cabildo, está situada en la calle Nuño Rasura. Actualmente convertida en apartamentos de uso turístico, sigue siendo el lugar de reuniones y ensayos de los Pueri Cantores y de la coral Sta. María la Mayor.

Todos estos datos proceden del archivo musical de la catedral de Burgos; José López-Calo: “La música en la Catedral de Burgos” (volúmenes I-XIV)) (1995-2004) Cajacírculo; Nicolás López Martínez: “Aspectos de la vida eclesial en el Burgos moderno (s. XVI-XVIII). Historia de Burgos. Tomo III (1)” (1991) Caja de Ahorros Municipal de Burgos; y de conversaciones mantenidas con algunos canónigos de la catedral.