Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Terraceo

13/09/2021

Igual que antes nos había descubierto las artes del teletrabajo o implantado la necesidad de aplicarnos geles desinfectantes, la pandemia que nos hace cabalgar de ola en ola desde hace más de año y medio ha convertido en ley en los últimos meses la delicada costumbre de tomar el aperitivo en veladores instalados al aire libre, incluso en latitudes como la nuestra, donde hasta no hace tanto el despiadado viento nordeste nos persuadía a la caída de la tarde, incluidas las de los meses estivales, de buscar refugio bajo teja. Las terrazas han surgido con cualidad fúngica en cada pequeño y grande rincón de la ciudad, al punto de que el Ayuntamiento tiene registradas ya más de mil, así las de mayor ringorrango, desplegadas en parcelas sobresalientes de nuestro casco medieval, como las más modestas, en las que el contribuyente se aprieta un vermú de grifo con la oreja apoyada en el retrovisor de un Ford Fiesta.
Sobre habernos quitado el miedo a la temperie burgalesa, la nueva moda nos permite además permanecer ignorantes de lo que ocurre en el interior de los bares, con sus olores agresivos, sus urgencias y su vocerío fragoroso, y nos faculta para gozar de unos espacios tanto más idílicos cuanto más nos alejan de la realidad cotidiana. Algo parecido les ocurre a los hinchas del Burgos, que gozan de lo lindo del recién remozado estadio de El Plantío sin apercibirse de que una obra chapucera ha dejado sus entrañas cubiertas de escombro e inmundicia; y también a los ciudadanos españoles que todavía le guardan fe a los telediarios, que llevan más de mil días digiriendo explicaciones inextricables sobre el bloqueo impuesto al gobierno de nuestros jueces sin  reparar en el indecente magreo a que está siendo sometida la división de poderes en nuestro país.
Lo cierto es que la renovación del Consejo General del Poder Judicial se presenta asaz pedregosa, habida cuenta de los groseros intereses que fluyen bajo su inmaculada superficie; pero tampoco es que le arriende uno las ganancias al concejal que haya de firmar la nueva ordenanza de terrazas, con la mitad del vecindario tomándose una copichuela a la luz de la luna y la otra mitad telefoneando a la Policía Local para que le dejen dormir de una santa hora.