La torre medieval de Cidad de Valdeporres sale del abandono

A.C. / Cidad de Valdeporres
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Los Porras-Isla-Fernández ultiman la restauración del conjunto, cuyo deterioro condujo a la casa fuerte a entrar en la Lista Roja de Hispania Nostra en 2019

La torre en obras, vista desde el interior de la finca, muestra su imponente altura de 23 metros. - Foto: A.C.

Los historiadores cuentan que en 1141 se quedó a vivir en Valdeporres un Porras que edificó la casa fuerte de Cidad de Valdeporres. El primer dato escrito referido a la magnífica torre medieval de la localidad data de 1334, cuando su propietario, Pedro Gómez de Porras, se la vendió a su nuera y pasó a ser después de su nieto. El padre y el tío del primer propietario citado fueron caballeros que lucharon al lado de Fernando III de Castilla en la toma de Sevilla en 1248. Pero aquel esplendor fue trocando en oscuridad desde que a finales del siglo XVI o principios del XVII sus muros dejaron de servir como casa fuerte y más aún después del incendio sufrido durante la Guerra Civil.  Ahora, la torre comienza a brillar de nuevo en el paisaje de la Merindad gracias a las obras de restauración que ultima la familia de los Porras-Isla-Fernández.

Comenzaron en junio y están a punto de concluir después de que un equipo de profesionales de primer nivel pusiera sobre el papel las líneas maestras de esta restauración. El undécimo marques de Chiloeches, Fernando Porras-Isla-Fernández y Rodríguez de los Ríos, portavoz de la familia propietaria, cita orgulloso como la dirección de obra, contratada en 2021, corre a cargo de Pedro Iglesias Picazo, arquitecto experto en restauraciones medievales y responsable del Plan Director de la muralla de Ávila o la rehabilitación del conjunto fortificado de Calatayud. Junto a él han trabajado dos arqueólogos historiadores especialistas en arquitectura medieval y una arquitecta técnica, mientras que las obras han sido ejecutadas por la empresa especializada Construcciones y Restauraciones Rafael Vega, de Covarrubias.

En marzo de 2019, la torre entró en la Lista Roja de Hispania Nostra ante su evidente deterioro. Fue un toque de atención a la propiedad que explica como «las leyes de arrendamientos rústicos dificultaron la labor de atender las necesidades que los restos de la torre demandaban». Yes que hasta hace unos años, el edificio y sus viviendas anexas, así como la finca, estaban arrendadas a una familia que «descuidó por completo su conservación», añaden. La hiedra, que crecía sin control en su exterior y su interior, devoraba poco a poco los muros que ahora, consolidados y recuperados, lucen toda su belleza.

Las almenas, antes cegadas por piedras superpuestas, también han quedado a la vista y se han restaurado los dos únicos escudos de la torre, donde los trabajos se centran en el interior y los muros de alrededor.

El inmueble permanecerá, de momento, sin cubierta, mientras sus propietarios determinan el futuro uso que le darán y sobre el que no avanzan ningún detalle, aunque si señalan que, «en principio, no se ha planteado ningún uso lucrativo».  La inmensa torre de 23 metros de altura, compuesta por un sótano y cuatro plantas que suman un total de 400 metros cuadrados, podría contar con muchas posibilidades. Pero de momento lo que si es una realidad es que hay torre para algún siglo más.

Investigación. Asimismo, quedará un informe que arrojará más luz sobre la ejecución original de la torre, las diferentes épocas a las que pertenecen sus elementos constructivos y una correcta lectura de sus paramentos, gracias a la fotogrametría que la doctora en Historia Medieval, Marisa Bueno Sánchez, está realizando mediante vuelos de dron. Una publicación académica recogerá todos los detalles sobre el modo en que fue levantada la torre y los cambios que ha sufrido a través de los siglos. Las primeras estimaciones la sitúan a finales del siglo XIII, aunque sufrió una importante modificación en el siglo XIV cuando se levantaron sus características almenas.

En 1538, el testamento de Juan López de Porras especifica que la torre de Cidad de Valdeporres «contenía un buen conjunto de armas como arsenal familiar, que incluía cañones de bronce, picas, arcabuces de mecha y ballestas, suficientes para surtir a un pequeño ejército», como explica Fernando Porras-Isla-Fernández. En 1628, no obstante, fue ocupada de forma violenta y sus archivos fueron trasladados a otra propiedad. Fue entonces cuando la familia ya estaba residiendo en viviendas anexas y la torre comenzó a deteriorarse. Pero el suceso más grave posiblemente fue el incendio ocurrido entre 1936 y 1939 por causas que se desconocen. Quizás alguien guiado por el odio. Su estructura de madera fue totalmente desarbolada y se dice que algunas de las imponentes vigas de la torre aún permanecen en alguna casa de Cidad.