Arte románico en una casa de labranza

I.P. / Padilla de Arriba
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La fachada de la casa de Padilla de Arriba destaca por sus 15 canecillos bajo el alero, originarios del antiguo convento de Villamayor de Treviño

Alberto, Enrique y Nunchi delante de la singular casa, no solo por el abode sino por los elementos románicos de la fachada. - Foto: Jesús J. Matías

La peculiaridad de la casa de Alberto Maestro en Padilla de Arriba no se limita a su estructura de adobe. Si esta llama la atención, no menos interesante es observar la fachada principal y deleitarse con los 15 canecillos románicos bajo el alero, así como los seis bajorrelieves que se alternan con los bloques de piedra. 

Por ello, el inmueble está protegido y como tal la rehabilitación del mismo estuvo sometida a las prescripciones de la Comisión de Patrimonio; además, contó con ayudas del grupo de acción local Adeco-Camino, la Junta de Castilla y León y el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. 

¿De dónde proceden esos elementos románicos impropios de una casa de labradores y ganaderos construida en el siglo XVIII?. La hipótesis más creíble por algunos testimonios es que pertenecen al monasterio premostratrense de San Miguel de Villamayor de Treviño, del que hoy día apenas quedan unas paredes en ruinas. En la propia fachada del inmueble queda constancia de la fecha en la que se colocaron: el año 1873.

No cabe duda que la presencia de esos elementos revalorizan una vivienda originalmente de labranza, que en su planta baja se utilizaba para los animales, con un pajar aledaño para guardaba el grano.
Para Nunchi esta vivienda está cargada de añoranza y sentimiento. En ella vivieron sus abuelos maternos hasta que se jubilados y marcharon a Melgar. A partir de ese momento, sus dueños la vendieron a un anticuario de León cuya intención parece que era llevarse los canecillos y los bajorrelieve, de lo que alertaron los vecinos.

El anticuario la vendió a una pareja también foránea, a quien se la compraron Alberto y Nunchi en 2007, pese a que esta reconoce que hasta entonces no se habían planteado tener una segunda vivienda. Fue un día, paseando en bici cuando se detuvieron ante ella y surgió el flechazo. «Es como si nos estuviera esperando», dice. A los 15 días estaban firmando en el notario.