La incógnita de la pirámide

R. PÉREZ BARREDO
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¿Destrucción o relectura como parte del proceso de memoria democrática? He ahí la cuestión en torno al singular mausoleo erigido en El Escudo a los italianos caídos en la Guerra Civil

La pirámide está en la provincia de Burgos y se asoma al pantano de Arija. - Foto: Patricia

Constituye un exotismo, una verdadera rareza. En el leve promontorio rodeado por una pradera verde en la que pasta el ganado con mansedumbre de siglos, en el punto más alto del límite entre Cantabria y Bugos, languidece la insólita construcción, esa pirámide escalonada que aún exhibe, como dintel de entrada, esa sigla ominosa, esa brutalista M que hace referencia al hombre que envió a otros hombres a morir allí, en aquel frente inhóspito y duro de una guerra que no era la suya. La pirámide de los italianos, el mausoleo levantado en el puerto del Escudo en memoria de los legionarios transalpinos, los camisas negras caídos en combate en el verano de 1937, durante la ofensiva de los sublevados contra Santander, sigue siendo un anacronismo, una arquitectura extravagante en mitad de un paraje imponente. Sobre esta construcción pesa hoy un debate: destrucción o relectura del monumento como parte del proceso de memoria democrática. Tan singular mausoleo fue erigido entre 1938 y 1939. El historiador José Miguel Muñoz Jiménez, que ha indagado en su historia, afirma que el autor de esta construcción fue un inédito arquitecto, escultor y grabador de origen dálmata afincado en Milán llamado Attilio Radic, si bien la persona que ejecutó materialmente la obra fue "un bizarro capellán militar, el fraile Pietro Bergamini di Varza, también dotado de destreza artística, que un poco orgullosamente se atribuye después todo el mérito del conjunto funerario. Con todo, se podría concluir que el mausoleo de El Escudo fue una obra conjunta del arquitecto milanés y del excelente pintor capuchino".

Ubicada en tierras burgalesas, no importa que el acceso se encuentre vallado: ha sido objeto de un feroz vandalismo y el paso del tiempo y la falta de mantenimiento han hecho su trabajo en la edificación, que se encuentra profundamente deteriorada. El interior se asemeja a un palomar: el columbario exhibe los nichos vacíos, y apenas que restos rotos de lápidas, mucha suciedad y, todavía visible, la leyenda Presente, presente, presente escrita en el dintel. Hay dos accesos al sótano de la pirámide, a la profundidad de la cripta, a la que se accede por herrumbrosas escaleras. Abajo sólo hay escombros y olvido. Desde el punto de vista simbólico y estilísitico, señala Muñoz Jiménez "la disposición escalonada, que busca la variedad en los puntos de vista de la pirámide, debe responder directamente a requerimientos propios de la arquitectura art decó, tan cubista en su facetado, en que se encuadra estilísticamente este edificio funerario. Rasgos futuristas, metafísicos, expresionistas y brutalistas, y lógicamente de la política de exaltación fascista, se funden además en este mausoleo único, tan exótico en su origen y concepción (...) El osario de El Escudo, en sus dimensiones modestas, enlaza con los grandes sacrari italianos de entreguerras, al tiempo que por su carácter pionero es el inicio de la veta utópica que caracterizó a la arquitectura franquista del periodo de la Autarquía".

Cree Muñoz Jiménez que la pirámide, con los escalones "en ardua subida, simbolizan la dureza de la Batalla del Escudo y la conquista de cotas que hubo que tomar con gran sacrificio y número de bajas", pero que también recuerda a las antiguas pirámides de Meroe, en Sudán, de un tamaño similar. La simbología es clara: "una pirámide, sobre todo si está escalonada, se convierte simbólicamente en un camino de subida hacia el cielo, en una montaña ascensional. El mismo año en que se diseña la pirámide del Escudo, el gran Adalberto Libera diseña en la villa Malaparte de Punta Massulo, en Capri, aquella escala metafísica que, en forma de pirámide invertida, conduce a la desnuda azotea que se iguala con la línea marítima del horizonte, como una especie de sublimación de la nada".

Un edificio singular. Subraya el historiador que la pirámide del Escudo es un edificio "singular dentro del patrimonio arquitectónico e histórico español" en cuanto que no se encuentra nada semejante entre el extenso número de cementerios bélicos repartidos por toda Europa. El propio Muñoz Jiménez sugiere hacer con ella lo que ha insinuado el Gobierno: "por su singularidad y méritos estéticos y arquitectónicos, está reclamando su conservación e interpretación, en pro de una verdadera comprensión de la memoria histórica. Sus remarcables valores histórico-artísticos nos mueven a esperar que algún día se pueda llevar a cabo tal empresa, lejos de las visiones sectarias que la ideología política todavía blande como arma arrojadiza", escribe.

El conde Ciano, ministro de Asuntos Exteriores italiano y yerno de Mussolini, visitó el mausoleo en el verano 1939. Se sintió gratamente satisfecho, al punto que ordenó que fuera recubierto de mármol, algo que finalmente no se produjo. El proyecto inicial también contemplaba que la pirámide fuera rematada en su punto más alto por una estatua, una suerte de guerrero armado con lanza y escudo. Tampoco se llevó a cabo tal adorno. Durante décadas, familiares de los allí caídos (hasta 384 cadáveres hubo inhumados en los nichos del monumento mortuorio) visitaban anualmente el mausoleo. Aquella tradición acabó después de una tragedia: en mayo de 1971, medio centenar de exlegionarios y de familiares de combatientes muertos en la guerra española que habían rendido tributo a la memoria de los suyos realizando una ofrenda floral y rezando en el escalonado camposanto piramidal, se accidentaron cuando el autocar en el que viajaban de regreso se despeñó en el puerto. El saldo fue escalofriante: 12 fallecidos y 23 heridos de diversa gravedad. Y una enorme conmoción en Italia. En 1975, el Gobierno transalpino decidió exhumar los nichos y repatriarlos a Italia en cajas de cinc, si bien algunos se quedaron en tierras españolas, en la Torre-Osario de San Antonio de Zaragoza, el mayor cementerio de italianos muertos en la contienda española.