Las campanas doblan a felicidad

R.P.B.
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Los pueblos festejan que el toque manual de campanas ha sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Hubo un jubiloso volteo de campanas y después se brindó por el reconocimiento de este arte ancestral. - Foto: Patricia

Cuando Faustino y Máximo subieron al campanario caía cellisca sobre la paramera castellana, apenas visible el caserío de Las Quintanillas, envuelto en una nebulosa de copos mínimos pero aguerridos y veloces. Estaban a punto de dar las doce del mediodía cuando ambos vecinos, encaramados a la torre de la iglesia, ejecutaron una danza ancestral, atávica, dichosa y feliz en esta ocasión: comenzaron a voltear las campanas con espíritu festivo y alegre. Y no era para menos: se festejaba que este rito, el toque manual de campanas, ha sido reconocido por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Se festejó así en Las Quintanillas y todos los pueblos de la provincia a la misma hora. En Isar, por ejemplo, lo hizo Aurelio. Y en otros pueblos otros campaneros. 

Nadie cabía en sí de gozo en Las Quintanillas, convertido en algo así como la capital provincial de este arte porque va a acoger un centro de interpretación sobre las campanas y porque la Asociación de Campaneros de Burgos tiene allí su alma y su corazón: Chema Bombín, su presidente, se multiplicaba para organizar el evento, humilde por la urgencia en su organización, pero sincero y emotivo. Antes de que los campaneros festejaran volteando, la iglesia del pueblo acogió un acto breve en el que dos jóvenes, Saúl ySergio, leyeron a los presentes, que casi llenaron la iglesia, un texto precioso en el que se postulaban para ser depositarios de este antiguo y hermoso arte: «Hoy os hablamos nosotros, como campaneros que queremos llegar a ser, en presencia de los que son y fueron campaneros de Las Quintanillas. Que desarrollaron aquel oficio en nuestro pueblo, en nuestra tierra, y que nos han enseñado y hoy nos animan a seguir conservando esta tradición que formó parte de nuestro paisaje sonoro y que conformó parte de lo que ahora somos», dijeron.

Hasta Las Quintanillas se acercó el arzobispo emérito de Burgos, monseñor Fidel Herráez, que disfrutó del acto y brindó con cava con los presentes, porque fue ayer un día de fiesta para Las Quintanillas y para todos los pueblos de Burgos, porque un reconocimiento de este calado es honrar la memoria de quienes nos precedieron: las campanas no sólo han dado las horas o avisado de la misma; han advertido de la cercanía de un fuego voraz o del pedrisco traidor, y han reclamado a parteras cuando una madre se hallaba en apuros. Mucho tiempo antes de que existieran móviles. Mucho tiempo antes de que los pueblos se deshabitaran.Mucho tiempo antes: el lenguaje de las campanas era cotidiano, necesario.Y siempre hermoso.

También estaba feliz Eduardo Munguía, alcalde de Las Quintanillas, quien avanzó que la construcción en la torre de la iglesia del centro de interpretación de las campanas es algo ya «imparable». No sólo está asegurada una partida de la Diputación (25.000 euros), sino que espera que la Junta de Castilla y León se involucre en el mismo. «Nos felicitamos por este reconocimiento de la Unesco, y esperamos que este centro de interpretación sea una realidad este próximo año.Esperamos la colaboración de todas las instituciones. Se va a remodelar toda la torre y tenemos muy claro que esto ya es imparable. Siendo Patrimonio de la Humanidad contamos con el apoyo de toda la sociedad. Estamos muy contentos.Vamos a mantener viva la llama de una tradición que ha sido muy importante para nuestros pueblos».

Faustino, Máximo,Aurelio y Salva fueron los cuatro campaneros que asistieron ayer al acto. Los cuatro estaban radiantes, sabedores de que esa declaración servirá para perpetuar un arte que ellos dominan desde la juventud, y que heredaron en muchos casos de sus padres e incluso sus abuelos. «Estamos muy contentos. Hoy es un día de fiesta». Lo celebraron haciendo lo que mejor saben: tocando.Tocando a fiesta, a júbilo, a alegría.Porque ayer las campanas de todos los pueblos de Burgos tañeron por ellas mismas, por su importancia, por su belleza, por su sentido, por la memoria de una tierra demasiado inclinada al olvido.