Cincuenta sopas y cuatrocaldos

SPC-Agencias
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Ada Parellada, chef del restaurante Semproniana en Barcelona, profundiza en uno de los platos «redondos» de la gastronomía

Cincuenta sopas y cuatrocaldos - Foto: Enric Fontcuberta

De pescado, de pepino, de castañas, de melón, gazpacho, consomé, escudella, ramen, crema... y así hasta 50 recetas de sopas y cuatro de caldos básicos componen Sopes. Brous, escudelles i sopes fredes, un exquisito recetario que acaba de publicar la cocinera Ada Parellada para ensalzar un plato que considera «redondo». Porque «es una preparación perfecta, la solución a la ecuación de las tres incógnitas de la cocina: conocimiento, tiempo y coste. No lo sé hacer, no tengo tiempo, no lo puedo pagar. Con una sopa lo resolvéis todo», asegura Parellada, una entusiasta de este plato, que también es «una estrategia perfecta para vaciar la nevera y repartir de una manera equitativa pocos ingredientes entre los comensales».

La chef, que no solo es diestra ante los fogones sino que demuestra un dominio del lenguaje y la escritura envidiable, asegura que «la sopa tiene la magia de hacer que el agua tenga gusto a ingrediente» y opina que, aunque se han publicado muchos libros de sopas, «tenemos que continuar insistiendo».

En esta obra, editada por Rosa dels Vents/Penguin Random House, la cocinera del restaurante Semproniana de Barcelona defiende que «Sopa es casa. Sopa es abuela (y abuelo). Sopa es amor. Sopa es nostalgia. Las sopas evocan los momentos cotidianos, sin florituras, sencillos, tranquilos, humildes. No son ostentosas, no se muestran, pasan desapercibidas pero van construyendo el recuerdo».

Sitúa Parellada el origen de este plato como mínimo en el «paleolítico» y recuerda que hay culturas en las que la novia recibe de sus suegros un cucharón para remover la sopa como «una especie de vara de poder que la transformaba en ama de la cocina».

¿Por qué hacemos sopas? Parellada (Granollers, 1967) responde que es porque gustan y reconfortan, porque es uno de los pocos platos que transforman el agua en nutrientes con una rentabilidad máxima, porque consiguen ablandar la partes más duras de los productos, porque sirven para aprovechar alimentos, y porque se hacen solas y no se ha de estar pendiente del fuego.

La cocinera, que fue distinguida en 2016 con la Cruz de Sant Jordi y que es una habitual en muchos medios de comunicación, hace en su libro un pequeño repaso a la historia de la sopa y recuerda que Nicolas Appert desarrolló a principios del siglo XIX platos en conserva para alimentar a las tropas napoleónicas, o la aparición de la sopa deshidratada en 1831, que reducía el peso de las mochilas de los soldados y solo precisaba añadirle agua caliente «para revivir a los combatientes».

Maggi y Avecrem

También recuerda esta catalana a Julius Maggi, a quien califica de «un visionario muy peculiar», que desarrolló los cubitos de caldo deshidratado y concentrado que abarató y aligeró el trabajo en la cocina.

En 1937, recuerda Parellada, fue Lluis Carulla el que fabricó sus cubitos de sopas deshidratadas Avecrem «que copó el mercado español (...) hasta el punto de que si no había Avecrem en casa se lo echaba más en falta que a las aspirinas».

Recuerda asimismo la chef que los cubitos de caldo «eran la medicina culinaria de unos hogares paupérrimos que sufrían los estragos de la sangrante y cruel guerra», hasta que han abandonado finalmente su popularidad en épocas más recientes y modernas, coincidiendo con la aparición en los supermercados de los tetrabriks de caldo.

También hace referencia Parellada a las populares sopas deshidratadas de fideos orientales -los Yatekomo- que, según ella, «lo tienen todo: son instantáneas, exóticas e individuales», además de tener un envase vistoso, aunque ella ensalza la imagen «de la sopa en la sopera humeando en medio de la mesa y el gesto familiar de servirla en cada plato como final reconfortante de un día frío y largo».

Ante la irrumpción de sopas exóticas, como el ramen, la chef alerta de una posible «sopafobia» hacia los caldos más típicos, como la escudella catalana, y apunta que quizá este plato tendría que salir más en los post de Instagram.

De este modo, su obra es un buen homenaje a la sopa, un excelente recetario de medio centenar de ellas, desde la de pan, «la solución cotidiana de los hogares humildes», la escudellas suculentas de payés, las cremas afrancesadas de los comedores modernistas de los burgueses, hasta las grandes sopas elaboradas por los mejores chefs.

El recetario comienza describiendo como se elaboran y los ingredientes de los cuatro caldos básicos: el de verduras, el de pollo, el de carne y el de pescado, y acaba sus 250 páginas con un truco/recomendación sobre cómo personalizar una sopa de tetrabrik

«La sopa es un entrante importante y necesario en las cartas de los restaurantes de todas las épocas», defiende la cocinera catalana, que no duda en señalarla como «un plato fundamental» o incluso afirma que «sin cuchara no hay paraíso».