Montañas

MARTÍN G. BARBADILLO
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"La Peña Amaya o la Peña Carazo son dos impresionantes mesetas elevadas sobre terrenos llanos que parecen el hogar de una civilización no contactada. Y algo parecido sucede con Las Mamblas, iconos máximos de la comarca del Arlanza"

Peña Amaya, una montaña mágica.

¿Qué son? Elevaciones importantes del terreno.

Edad. Llevan aquí más que casi cualquier otra cosa.

Vale, hoy montañas. Sí, porque desmiente un mito, el de esa Castilla que habita en el imaginario colectivo, plana e infinita donde el cielo y el horizonte se tocan. Aquí hay montañas.

¿Muchas? Bueno, no es la cordillera del Himalaya, pero necesitarías los fines de semana de varios años para conocer las principales. Básicamente, hay dos zonas montañosas en la provincia: por un lado, al norte se encuentra La Montaña de Burgos, estribaciones de la Cordillera Cantábrica. Y, por supuesto, está la Sierra de la Demanda y alrededores en los límites con La Rioja y Soria; ahí se encuentran las cumbres más elevadas.

¿De qué altura estamos hablando? Te puedes imaginar que ochomiles no vas a encontrar, pero has de saber que hay nueve cumbres que superan los 2.000 metros sobre el nivel del mar.

¿Cuál es el techo de la provincia? El pico más elevado es el San Millán, en Pineda de la Sierra, con 2.131 metros. Está en el puesto 52 del ránking de montañas más altas del país. Pero la altura no es lo único que importa.

¿Qué quieres decir? Me he informado y, al parecer, existen otros dos parámetros a tener en cuenta cuando se habla de picos. En primer lugar está la prominencia. Es el desnivel mínimo que hay que descender desde la cumbre de una montaña para llegar a otra más alta que ella. Cuanto más prominencia tiene una montaña, más destaca entre las que la rodean. En este aspecto, la que gana es Castro Valnera, en Las Machorras, con 866 metros.

¿Y el segundo parámetro? Este se entiende fácil, porque serán tus piernas las que lo sufran; es el desnivel, que mide la diferencia de cota entre la cima y el punto de partida más cercano o habitual. Aquí el Trigaza, en Valmala, no tiene rival, con un desnivel de 1.088 metros, como para tomar aire antes de empezar. Aunque yo añadiría incluso un tercer aspecto, el fonético.

¿Cómo? Sí. Las montañas para muchos tienen un poder de atracción irresistible por causas diversas; para algunos son un reto deportivo y para otros una búsqueda de la paz o la naturaleza, como cantaban los poemas de Walt Whitman. Pero los propios nombres de las montañas no son menos magnéticos que los picos a los que designan: Campos Blancos, Torocuervo, Castro Valnera, Castilviejo... Son palabras con ecos y sonoridades a viento y libertad. Y hay más.

Ya imagino. Se trata del aspecto histórico de estos lugares. Algunos de ellos acogieron pueblos, ciudades romanas, castillos, fortalezas, construcciones humanas...; en definitiva, que cuando uno contempla sus restos se pregunta cómo pudo alguien levantar semejante cosa en un lugar así.

Vale. Después de esta chapa técnica que me has soltado, ¿podrías recomendarme algún pico al que acercarme? Claro. Pero, lo primero, hay que recordar que subir a una montaña, por pequeña que sea, no es como salir a pasear al Espolón. Es una actividad que puede implicar riesgos que hay que tener presentes.

Por supuesto. Dicho esto, te voy a confesar que no cuento en mi haber con demasiados dosmiles ni otras cumbres, pero en alguna he estado y de esas te voy a hablar. Podemos empezar por el Mencilla (1.932 m.); yo lo subí desde Tinieblas (nombre insuperable para un pueblo), aunque es más habitual desde Pineda de la Sierra. Recuerdo sudar y unas vistas de crestas sucesivas desde la cima. Creo que fue la primera vez que estuve en un sitio así. Fue hace muchísimo pero tengo perfectamente presentes las sensaciones.

Iré entrenando. En las Merindades te aconsejo que te dejes caer por Lunada y alrededores. Las inmediaciones de la antigua estación de esquí son un lugar fabuloso: casi sin vegetación y rodeado de montañas recuerda a un páramo islandés. Es fascinante. A una patada de allí está Castro Valnera, un coloso de la Cordillera Cantábrica.

Suena bien. Hay otros montes que tienen personalidad propia, que destacan en el paisaje como tótems; dan ganas de adorarlos como hacen los aborígenes australianos con Uluru, esa montaña roja plantada en el medio del desierto.

¿Por ejemplo? La Peña Amaya o la Peña Carazo; dos impresionantes mesetas elevadas sobre terrenos llanos que parecen el hogar de una civilización no contactada. Y algo parecido sucede con Las Mamblas, iconos máximos de la comarca del Arlanza. Tanto La Muela como El Castillejo se divisan a kilómetros y cambian de forma dependiendo del punto de observación, y desde algunos evocan a unos pechos, como indica su etimología. Desde la cima de La Muela, la que yo ascendí, se divisa, en 360 grados, la sierra del Mencilla, la Peña Carazo y millares de sabinas en el valle del Arlanza. Merece la pena ver algo así, pero no te lo imagines con la calma del Nirvana; a esa altura sopla el viento. Y no poco.

Llevaré gorro. Y hay un último lugar, no muy conocido, que me encanta. Se trata de la fortaleza de Santa Engracia, levantada en el siglo XVIII sobre una de las lomas del desfiladero de Pancorbo. Desde allá arriba la planicie de La Bureba se despliega como un mar en calma.

Me has dicho unas cuantas, no sé por dónde empezar. Puedes encontrar un buen inicio en la propia ciudad de Burgos. Desde las partes altas, por ejemplo la explanada de la entrada del hospital público (HUBU), hay unas vistas excepcionales con la propia ciudad en primer plano y, al fondo, las cumbres del Mencilla y San Millán. En el típico día soleado de invierno puedes ver ambas cumbres cubiertas por la nieve. Desde ese punto es difícil resistirse a la fascinación que ejercen las montañas y el deseo de adentrarse en ellas.

Si quieres parecer integrado. Y eres principiante, equípate de Quechua de los pies a la cabeza, literalmente. Lleva también los bastones de caminar.

Nunca, nunca, nunca... Olvides que una cosa es ir a tomar vermuts al centro y otra abordar una montaña. Respeto y precaución siempre.