«Decidí crearme una vida propia antes que irme como otros»

F. TRESPADERNE
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Retratos del Burgos olvidado (V) | A sus 86 años, Antonio Álvarez Gamazo puede presumir, además de una eterna juventud, de haber sido un pionero de la avicultura moderna y un empresario de éxito sin salir de Villadiego

Antonio Álvarez Gamazo, empresario textil y avícola jubilado. - Foto: Patricia

La historia de Antonio Álvarez es la de un emprendedor de éxito, apegado a la tierra que le vio nacer. «Soy de Villadiego de toda la vida», asegura mientras recorre la nave de control, clasificación y envasado de huevos de la granja Avícola Álvarez, que levantó con mucho esfuerzo y sacrificio en su pueblo, a pesar de que tuvo, recuerda, una oferta muy tentadora para que lo hiciera en la vecina Cantabria, «pero somos de Villadiego hasta la médula y aquí seguimos», manifiesta con una sonrisa permanente a sus 86 años.

El éxito de la aventura empresaria de Antonio, todo un ejemplo para analizar en las facultades de Economía, comenzó a fraguarse cuando se percató de que los negocios familiares, una tienda de ultramarinos y un comercio textil, comenzaban a no ser rentables por la competencia y los nuevos hábitos de consumo. «Dos de mis hermanos, éramos ocho, trabajan en la tienda de ultramarinos y yo lo hacía, tras estudiar en Burgos en los Maristas y con unos 19 años, con dos hermanas en la de tejidos, ellas se casaron y me quedé de jefe», recuerda con cierta nostalgia. En esa época Villadiego era el centro comercial de toda la zona, «y tuvimos unos años buenos, pero ahora se van a Burgos o a Madrid a comprar de todo», afirma.

Este declive comercial, generado en parte por la despoblación y la marcha hacia las grandes ciudades industriales, comenzó hace más de cincuenta años, momento en el que Antonio, un visionario, decidió cambiar el rumbo. «Decidí crearme una vida propia antes que marchar donde se iban los otros, porque ya tenía novia, la que hoy es mi mujer, y no podía poner en marcha otro comercio porque fracasaría. El primero que vio en Villadiego que todo se iba a la mierda fui yo», manifiesta mientras sostiene un huevo en la mano, el producto con el que logró crearse esa nueva vida con la que soñaba.

Aprovechando que ya tenían una matrícula de ‘huevos, aves y caza’ en la tienda de ultramarinos, y que ya conocía lo que eran los huevos, «porque los comprábamos por toda la comarca y los enviábamos a Bilbao, Santander y San Sebastián», decidió adquirir 500 pollitos (machos y hembras), empezando su nueva vida. «Me costaron mil pesetas en una incubadora de la Barriada Illera, no se me olvida, las crié con unas bombillas y a los dos meses, cuando casi no había comido, las vendí por los pueblos con una furgoneta», asegura al recordar los comienzos de un buen negocio, «mejor que vender vestidos y no quedan saldos», matiza este hombre que ha estado cotizando, «no trabajando», afirma, hasta los 72 años, aunque hasta el día de hoy sigue bajando a la granja, a leer el periódico y ver cómo salen unos 35.000 huevos diarios.

El siguiente paso fue comprar mil pollitos e hizo lo mismo, los vendió, «con un resultado tan maravilloso como la primera vez, por lo que decidí construir una nave para meter 700 gallinas para huevos, que había que recogerlos a mano, y luego quité esas y metí 1.300», ya que la calidad de los huevos traspasaba las fronteras del municipio. Con un negocio floreciente en marcha, y muchos libros sobre avicultura -«leía todo lo que había sobre gallinas y pollos»- Antonio decidió dar el primer gran salto y levantar una nave con capacidad para 6.000 gallinas. «Hasta ese momento lo hacía todo yo, cuidaba las gallinas, recogía los huevos a mano y los repartía porque tenía veintitantos años», indica este hombre enamorado de su oficio y ambicioso a medida que el negocio fue creciendo, gracias a la calidad de sus huevos. «En la pastelería Pinedo y en Fontaneda no querían otros huevos que los que llevaba yo, eran duros por fuera y por dentro, y frescos», describe, a la vez que enumera las mil y una bondades de los huevos que sale de esta granja, en especial su frescura, porque se recogen y entregan al consumidor todos los días.

 ‘Huevos Álvarez: los más frescos, del culo a la boca’ es el eslogan de la campaña más eficaz y barata de la historia de la publicidad por los comentarios que en su día suscitó, gracias a la presencia de El Duende Eléctrico en el Tour de Francia o la Vuelta a España, y que Antonio ha adoptado como propio, aunque la idea es del hijo que está ahora al frente de este negocio familiar y que su padre dejó consolidado con una granja que cuenta con los más modernos sistemas de calidad y sanitarios que exige la normativa europea.

 «Hace 21 años construimos esta nave, pero antes tuvimos otra en la que ya metimos 60.000 gallinas en jaulas, instalamos una clasificadora y contratamos a cuatro empleados, y tuvimos que buscar nuevos mercados, aunque los principales, como ahora, son los de Burgos y Santander», recuerda Antonio, que en aquella época ya contaba con una producción de 30.000 huevos al día, que distribuía a través de almacenistas.

La historia de Antonio es también la de la ‘España vaciada’, que no vacía porque todavía quedan en ella gente que como él apostaron por seguir en ella y desarrollar un proyecto personal, aunque frenar la despoblación sigue siendo una utopía. «Los pueblos se quedan vacíos porque no hay trabajo y no hay solución porque nadie va a montar una empresa grande en un pueblo, aquí en Villadiego la empresa más grande es la residencia de ancianos, la fábrica de galletas y nosotros», asegura Antonio, quien no se arrepiente haber apostado en su día por quedarse en Villadiego para levantar y asentar su negocio, que en alguna época, no ahora, pudo molestar a los vecinos por los olores. «Estoy muy agradecido a los vecinos por su compresión», manifiesta Antonio, quien también tiene palabras de agradecimiento para los consumidores y empresas que confían día a día en los huevos que salen de su granja.

Los empresarios como Antonio, que ha vivido para trabajar y ver crecer su negocio, aunque se jubilen, siguen pegados a la tierra y a la empresa para ‘vigilar’ que mantenga su esencia, la recogida en el eslogan ‘los más fresco, del culo a la boca’, «porque es muy importante que nuestros huevos estén en el frigorífico de un día para otro y esta es nuestra forma de trabajar», reitera mientras sostiene con cariño una gallina en sus manos, ave que le ha acompañado a lo largo de una vida empresarial de éxito.