Entierro sin ángel

EFE
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Solo la esposa y los hijos despiden, con llanto y sin abrazos, el cuerpo de M.R.U., uno de los muchos fallecidos por el Covid-19

Entierro sin ángel - Foto: Julia R. Arévalo

Son tiempos difíciles para la vida y también para la muerte. La esposa y dos hijos despiden al padre en un cementerio de un pequeño pueblo español, en la región de La Mancha. Flores y copla son lo único hermoso de esta ceremonia triste, siempre, ahora además fría y desangelada. 

Los familiares de M.R.U. no se pueden abrazar, el suyo es un llanto sin consuelo. El fallecido era un hombre sociable, que cantaba fandangos para alegrar a los suyos, y tenía mucha familia y amigos por toda España, pero nadie más ha podido venir a despedirlo. Los entierros de la era del Covid-19 han arrasado con una tradición.

Velar al cadáver, traerle grandes coronas y centros florales, acudir a dar el pésame a la familia, acompañarla en una misa y, finalmente, al entierro mismo, era un ritual imprescindible para iniciar el duelo, un negocio multimillonario también que se ha visto desbordado por los cientos de muertos diarios de esta epidemia en España.

M.R.U. nació en Aldea del Rey, en la provincia de Ciudad Real, a 230 kilómetros de Madrid, hace 81 años y quería ser sepultado con sus padres, en la tierra familiar. Ha sido el único deseo cumplido. 

Su familia no ha podido escoger ni el féretro ni las flores y ha esperado 13 días para enterrarlo, cuatro más de los que tardó en enfermar y morir de «posible coronavirus»

Para la despedida, sus más cercanos le ponen la música que a él le gustaba, en la maravillosa voz flamenca de Miguel Poveda.

Al menos 13.798 personas han fallecido por la pandemia en España, el país con la segunda mayor letalidad del mundo.

Miles más han muerto al mismo tiempo por otras causas. Todos tendrán el mismo entierro. «Estamos desbordados. Lo lamentamos mucho, no tenemos fecha», son algunas de las frases repetidas por la empresa con la que M.R.U tenía asegurado su funeral en cada llamada diaria de los familiares. 

Los entierros «suelen tardar una semana», dijeron cuando habían pasado 10 días.

Otras veces faltaba un trámite, distinto cada vez, y muchas otras las líneas estaban ocupadas. Trasladar un cuerpo entre distintas regiones requiere, además de la licencia de enterramiento que emite un juez, un certificado sanitario. Un tercio de los entierros en España suponen traslados interprovinciales.

La lápida de M.R.U. ha estado abierta 11 días mientras su cuerpo reposaba en las cámaras del mayor tanatorio de Madrid, en la localidad de Móstoles. 

Felipe, el enterrador local, ha sepultado a cuatro personas en los últimos días, dos de ellos un hombre y su esposa que murieron por Covid-19 y que, como M.R.U., vivían en Madrid y querían ser enterrados en su pueblo. 

«Esto es una tristeza», murmura, mientras relata que suele encontrar vigilancia policial para evitar que acudan más personas de las permitidas.

Para agilizar los entierros, el Gobierno aprobó un decreto que eliminaba el plazo mínimo para inhumar o incinerar de 24 horas desde el fallecimiento, aunque la realidad lo ha dejado sin sentido.

Según avanzaba la epidemia, nuevas normativas prohibieron velatorios y ceremonias fúnebres y redujeron a tres el número de familiares o allegados que pueden acudir a un entierro, manteniendo la distancia física necesaria para evitar contagios. Si lo desean, se puede sumar un ministro de culto.

Las normas no atribuyen a los cuerpos de víctimas del Covid???????-19 la categoría que tienen fallecidos por enfermedades contagiosas como el ébola, el cólera y la viruela, aunque establecieron medidas de seguridad sanitaria que obligan a colocar el cadáver en una bolsa y en un féretro ecológico al retirarlo.

¿Inhumación o cremación?

Los cientos de fallecidos diarios del Covid???????-19 se suman a los 1.172 registrados de media al día antes de la pandemia, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, de 2018.

Aunque la incineración gana preferencias en España, todavía en 2018 el 59 por ciento de los fallecidos fueron inhumados en alguno de los 17.682 cementerios repartidos por el país.

España es el país europeo con mayor número de hornos crematorios, 442, capaces de realizar 1.768 incineraciones en un día. 

La demanda entonces era de solo 400 cremaciones en una jornada, pero el Covid???????-19 la está aumentado de golpe. Las funerarias no dan abasto para incinerar.

Fuentes sanitarias alertan en este sentido que la acumulación de cadáveres puede generar, en sí misma, una nueva crisis sanitaria.

«Desde un punto de vista de salud pública es importante que sean enterrados rápidamente», aconseja un sanitario experto en epidemias.