Atizarse unas alubias rojas en Ibeas después de hacer hambre pateando los yacimientos de Atapuerca lo puede hacer el hijo de Grace Kelly o la hija de mi madre. Otras cosas, como venir y marcharse cómodamente desde el aeropuerto de Villafría, pues no. Aunque a servidora le gusta pensar que si le tocara un euromillón de esos -primero tendrás que echar, decía mi padre- sería una millonaria súper consciente con el planeta y no usaría el avión privado hasta para ir a por el pan, como una Kardashian de la vida.

Aunque igual eso me convierte en una ecologista feroz, vaya usted a saber. Que lo expliquen los que se inventan nombres de enemigos inexistentes de la patria: lobby gay, religión climática, chiringuito feminazi. Creo que ni el ecologista con más imaginación ha visto venir que al final le echaran la culpa de los voraces incendios que han arrasado varias zonas de especial valor ecológico en Castilla y León. Señorita, si yo quería gestionar, pero es que los ecologistas se han comido mis deberes. 

Mientras, el aire ha llevado humo y pavesas desde el Arlanza a los vecinos de la Sierra. Y Demanda Folk, que lleva demostrando más de 20 años que tradición rural y ecologismo no sólo no están peleados sino que van de la mano, ha decidido suspender parte de su programa y mantener únicamente las actividades que no comprometen la seguridad de las personas ni del entorno, teniendo en cuenta las condiciones de este verano y de los veranos por venir. 

Como pasa muchas veces, en asuntos como el medio ambiente son las organizaciones civiles las que toman la delantera a las instituciones, demostrando sentido común y responsabilidad. Desde el Demanda anunciaron ayer que abren un periodo de reflexión respecto al formato de este evento que pretende revitalizar la zona y piden al resto de organismos que mediten también sobre cómo mejorar el mantenimiento y cuidado de los bosques. Hace falta sentido y sensibilidad para que la sierra siga bailando.