Misión: llevar comida a Ucrania

I.L.H.
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La Operación nº 90 de Open Arms ha contado con Marisol Alonso y Miguel Navarro, del restaurante burgalés Gaia. Han llevado 24 toneladas de alimentos hasta la región de Odesa en colaboración con World Central Kitchen, la ONG del chef José Andrés

En el barco viajaron 14 personas capitaneadas por Óscar Camps, fundador de la ONG Open Arms (de pie, tercero por la izquierda) y con los burgaleses como cocineros.

Surcando mares y ríos. Después de cocinar el año pasado para la tripulación mientras estaban amarrados en puerto, la segunda colaboración con Open Arms ha sido una travesía de un mes para llegar a Ucrania atravesando tormentas, trabas administrativas y las noticias que se sucedían del conflicto. El objetivo cumplido con Marisol Alonso y Miguel Navarro a bordo ha sido llevar 24 toneladas de comida que la ONG World Central Kitchen, la del chef español José Andrés, distribuirá en el país.

«La operación 90 ha sido una misión diferente. No se trataba de recuperar migrantes del Mediterráneo, sino de abrir una nueva vía de comunicación con Ucrania para poder llevar comida y ayuda humanitaria. Desde que empezó la guerra Open Arms ha enviado a Polonia 29 tráileres de comida y siete aviones (que han regresado con 1.800 refugiados). Esta ha sido la primera vez que entraban en Ucrania», relatan los cocineros .

Lo que no sabían cuando embarcaron era cuál iba a ser la ruta definitiva ni si podrían llegar, porque mientras estaban en alta mar bombardearon las cocinas del chef José Andrés en Járkov, y acercarse por el mar Negro hasta Odesa resultaba demasiado peligroso por las minas, los barcos rusos y la propia guerra: «Se eligió la segunda opción. Después de atravesar el Mediterráneo, el mar Egeo, el Mármara y luego por el Bósforo llegar al mar Negro, amarramos diez días en Constanza (Rumanía) hasta que nos dieron permiso para acceder a uno de los canales del Danubio, y por ahí entramos a Ucrania».

Desembarcaron en Izmaíl, el puerto fluvial más importante del Danubio en Odesa: «La idea era descargar y regresar, sin siquiera pernoctar para correr los menores riesgos posibles. Pero los estibadores no nos lo pusieron fácil. Era comida para sus compatriotas y no entendíamos las pegas. Hasta que hablamos con ellos y resultó que eran prorrusos. Ucrania está muy dividida, eso es evidente», relatan.

Así que la tripulación hizo noche en Izmaíl, un lugar estratégico a lo largo de la Historia que ha sido otomano, ruso, rumano y ucraniano. Miguel y Marisol dieron un paseo antes del toque de queda y comprobaron que la ciudad de 75.000 habitantes vive, como todo el país, marcada por la guerra. «Había muchos negocios cerrados. Parecía una ciudad normal tratando de hacer una vida normal, pero no encontrabas casi gente por la calle. Un momento tenso fue cuando sonó una alarma antiaérea; empezamos a mirar nerviosos alrededor con la idea de hacer lo que hiciera la población. Pero cuando vimos que no le daban importancia, nosotros tampoco».

Por la mañana acudió el ejército ucraniano para garantizar su seguridad y eso ayudó a agilizar la tarea de los estibadores. Una vez desembarcadas las 24 toneladas de comida, el barco retornó a Constanza «para comprar más alimentos y regresar de nuevo a Izmaíl, una vez que ya está abierta esa vía de comunicación». Pero eso será ya sin los cocineros Marisol Alonso y Miguel Navarro, que regresaron a Burgos para reabrir el restaurante Gaia.

«Vivirlo lo hemos vivido todo con cierta inquietud y mucha paciencia, porque hay muchas cosas que no están en nuestras manos. Para empezar embarcamos más tarde porque había tormenta y de hecho viajamos detrás de ella con dos o tres días muy malos. Y cocinar en un barco con mala mar no es fácil. Luego dependíamos de que nos permitieran pasar y con lo que no contábamos es con tener pegas en Ucrania con los estibadores».