Sobrevivir a la adolescencia

I.L.H.
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Lucía Martínez Alcalde se pregunta en su segunda novela si el crecimiento y la madurez han de ir unidos al sufrimiento. Se lo cuestiona en la historia juvenil 'Por donde entra la luz'

Antes de este libro y de mudarse a vivir a Oxford, publicó ‘Me debes un beso’, escrita con 16 años.

Lo ha dejado con su novio, la selectividad corre peligro por los suspensos, la relación con su madre es insoportable y para 'arreglarlo' le mandan al pueblo -con playa, eso sí- a pasar el verano con su abuela y alejada de sus amigas. Elena piensa que su vida es ingrata y que el mundo le da la espalda. Pero cuando se tope con la realidad, o cuando sepa cómo afrontarla, deberá dejarse guiar por la luz que entra por las grietas.

Con esta historia sobre el crecimiento y la madurez la escritora Lucía Martínez Alcalde (Burgos, 1989) regresa a la ficción después de que se estrenara con una novela que escribió a los 16 años: «Antes de publicar Me debes un beso, aunque fuera una cría me consideraba escritora. Pero a raíz de que saliera el libro descubrí lo que significa que te lean y el contacto con los lectores. Habría seguido escribiendo porque es lo que más me gusta hacer, auqnue el hecho de publicarlo me marcó para querer compartir lo que escribo».

Pese a todo lo que reconoce que le aporta ha tardado varios años en volver a la novela (entre medias ha publicado un par de ensayos). «No ha sido porque no quisiera», dice entre risas recordando que el embrión de Por donde entra la luz (Homo Legens) lo presentó hace años a un concurso de cuentos. La vida le llevó por otros derroteros mientras la idea de agrandar esa historia le siguió rondando.Hasta que en 2014 se puso con ello de manera intermitente apoyada en los permisos de maternidad de dos de sus tres hijos y, por fin, este año ha conseguido publicarla.

Algo debía de tener esta historia para que permanecer tantos años en su cabeza:«Necesitaba contarla con la perspectiva del tiempo. Porque el embrión se gestó con la edad que tiene la protagonista (17 años) y ha ido creciendo mientras yo crecía, aunque no sea autobiográfica. Es una reflexión sobre lo que nos hace avanzar, sobre el papel que tiene el sufrimiento en nuestra vida y lo que pasa cuando no encontramos sentido a las cosas». 

Elena, la protagonista, no cree en el 'todo va a salir bien' y encara la existencia con la angustia intrínseca a la adolescencia. Pero poco a poco el verano se abre como la vida y entre poesía, música y nuevos amigos va encontrándose: «Quería hablar de si crecemos juntos o solos. Y quería que el sufrimiento estuviera ahí. Porque cuando era más joven pensaba que los temas duros te hacían madurar. Pero ahora comparto la idea de Enrique García-Máiquez de que la solución a la frivolidad no es el sufrimiento por las cosas que te van mal, sino el amor», añade la autora ampliándolo más allá del amor romántico. «El saberte amado desde la incondicionalidad es lo que te permite crecer. Y ese amor no es un feudo exclusivo de la pareja», afirma mientras busca fecha para presentar el libro en casa.