Prometió «dejarse la pelleja» y lo hizo. María Rozalén protagonizó ayer una noche inolvidable en el 25 aniversario de Sonorama Ribera. Acto seguido se propuso dar «un chute de alegría y color». Vaya si lo consiguió. Apenas llevaba dos estrofas y el público ya se había entregado a la albaceteña. Comenzó con 'Este tren', pronunció unos versos de Miguel Hernández y, acto seguido, continuó con 'Que no, que no', con la que ganó el Goya a mejor canción original y que aparece en La Boda de Rosa, de Icíar Bollaín. «Si elijo ser mi prioridad/ no es cuestión de egoísmo/ el tiempo de calidad/ parte dedicado uno mismo», reivindicó por la independencia femenina a ritmo de cumbia. Solo tres canciones y ella misma reconoció que los nervios del inicio dieron paso al disfrute, junto a su banda y su intérprete de signos, Beatriz Romero. «Estoy más a gusto que en brazos», aseguró en el escenario Aranda de Duero.
Una vez más, los temas de María Rozalén le sirvieron para enfrentarse, con estoicismo, a la guerra, el racismo y el machismo. También tuvo un guiño a la lucha contra la despoblación por parte del colectivo de jóvenes de Castilla y León, a quienes pidió que le acercaran una bandera al escenario, que alzó antes de cantar 'El día que yo me muera'. Después llegó 'Girasoles' y, a continuación, 'Agarrarte a la vida', en la que la cantante trata con sensibilidad el suicidio y pretende abrir un debate y acompañar a los que conviven con personas que padecen un trastorno mental. «Estudié psicología y quizá llegue tarde para hacer esta canción. No sé qué estamos haciendo como sociedad para que tanta gente joven no encuentre su lugar», admitió, antes de poner el broche con 'La puerta violeta'.