Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Argentina

19/12/2022

Argentina ganó el Mundial, alcanzó la gloria, se puso en el mapa de nuevo. Y, claro, se volvieron locos, locos de una manera a la que aquí (acá, que dirían allá) no llegaríamos nunca. Porque Argentina es otra cosa, una anomalía, un país de diván (o manicomio) que avanza por el alambre entre los destellos de gloria y las caídas al vacío, algunas muy oscuras. Prevalece el recuerdo de un pasado próspero y glorioso y, a pesar de las evidencias en contra (todas), se piensa que el futuro lo traerá de vuelta.

Ante Argentina cabe cualquier cosa menos la indiferencia; te caen bien o mal, los amas o los odias. Hay decenas de chistes en los países vecinos sobre el carácter de los argentinos que, por resumir, es puro exceso, incontinencia absoluta, vehemencia total y altivez, por decirlo de una manera refinada. 

Y puede que sean eso (o sea el tópico), pero son también otras cosas resultado de un cóctel brutal de orígenes llegados a un lugar del fin del mundo. Porque como es sabido, los argentinos descienden de los barcos. Uno tuvo la suerte de conocer ese extremo de América del Sur hace más de dos décadas y volvió deslumbrado. Era uno de esos momentos de subidón del país, previo al enésimo batacazo, en el que todo era más caro que en París.

Gobernaba un tipo con patillas que convenció a toda la población de que un peso valía lo mismo que un dólar (ahora cuesta 170 pesos). Buenos Aires lucía espectacular, mejor que París, con la que comparte arquitectura. En la Avenida Corrientes, las librerías no cerraban por la noche; el Teatro Colón programaba a Valle-Inclán con acento porteño; en el cementerio modernista de Recoleta se rodaban anuncios de marcas de moda; los cafés de Palermo estaban llenos de hombres y mujeres guapísimos.

Y Argentina es también la música, el rock en español se inventó allí: Charly García, los Fabulosos Cadillacs, Calamaro, Rot, Stivel y tantos otros que han hecho el camino de ida vuela a España. Y lo mismo en el cine: Aristarain, Federico Luppi (enorme), Darín... Y la literatura: Borges, Caparós, Walsh... Nos hemos mirado mucho con Argentina, algunas veces de reojo y las más con guiños cómplices, yo mismo asistí al desaparecido colegio Hispano-Argentino, en La Flora.

Pero, además de todo eso, o sobre todas esas cosas, Argentina es fútbol, un impulso loco que lo justifica todo, hace olvidar y, hoy, tocar el cielo. Como escribió el grandísimo rosarino Roberto Fontanarrosa: Creo que si no se entiende que esto es una pasión, y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol. Que lo gocen. 

Salud y alegría.